capítulo 48

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Capítulo 48
Red
Sangre.

Desperté de un sueño oscuro con una sensación ardiente en el pecho. La noche fría me envolvía y el aire olía a pinos y tierra húmeda. No tenía idea de dónde estaba al principio, pero al abrir los ojos, el crujido de las hojas y el silbido del viento me hicieron darme cuenta de que me encontraba en medio de un bosque en las afueras de Verona.
Intenté levantarme, pero un dolor agudo en el costado me detuvo. El ardor en el pecho se había transformado en un dolor punzante. Abrí mi camisa con fuerza y vi sangre brotar del lado derecho de mi abdomen. Sin embargo, la adrenalina me impulsó a ponerme de pie. Trastabillé un poco, y miré alrededor mientras el frío penetraba en mis huesos.
A lo lejos, el fuego de un helicóptero en llamas iluminaba la oscuridad. Ese infernal resplandor era lo único que rompía la negrura de la noche. Me enfoqué en mi reloj que también era un GPS, golpeándolo varias veces, esperando que la pantalla quebrada respondiera y me indicara nuestra posición exacta. La tecnología me fallaba en el peor de los momentos.
Mis ojos se fijaron en un punto un poco más allá. Una pistola estaba tirada a unos metros. Haciendo acopio de fuerzas, caminé hacia ella, caí una vez pero me levanté de nuevo y la tomé. Revisé el cargador; estaba completa.
En ese momento, escuché una tos a lo lejos, un sonido débil pero reconocible. Apunté el arma con confianza en la dirección de donde provenía el ruido. Caminé despacio, manteniendo la calma a pesar del caos interno y externo. Entonces lo vi, era Tony.
Corrí hacia él sin dudar y me arrodillé a su lado.
──¿Estás bien? ─ le pregunté con preocupación en la voz.
Tony negó con la cabeza, tenía una herida en el muslo.
──Tenemos que movernos. ──le urgí. ──. Fue Alessandro o alguna de sus casas alisadas. Deben estar por llegar, y debo  ir por Athenea.
Tony me miró fijamente antes de hablar.
──Vete tú. Yo voy a atrasarte. ──Su voz era débil pero firme.
Negué rotundamente y cargué mi arma.
──Párate, es una puta orden. ──Mi voz salió más fuerte de lo que esperaba, el eco reverberando en la quietud del bosque.
Tony dudó un momento, pero finalmente asintió. Con mi ayuda, logró ponerse de pie. Podía ver la determinación en sus ojos a pesar del dolor. Juntos, comenzamos a avanzar hacia la oscuridad, con las llamas del helicóptero aún brillando a nuestras espaldas, parte del equipo estaba muerto, varios cuerpos adornaban la tierra lodosa.
Tony y yo avanzamos lentamente entre los árboles, cada paso un tormento. La sangre seguía saliendo de mi abdomen, y con cada latido del corazón, sentía cómo mi fuerza se iba desvaneciendo. Pero no podía parar. No podía rendirme.
Mis pensamientos volaban hacia Athenea. La imagen de su rostro era lo único que mantenía mis piernas en movimiento. Sabía que si Alessandro descubría que ella estaba viva, iría tras ella sin dudar. La idea de que pudiera estar en peligro me daba la energía que mi cuerpo ya no tenía.
El crujido de ramas y el suave susurro del viento eran nuestros únicos compañeros hasta que, en la distancia, escuchamos el ronco rugido de motores. Nos detuvimos, presionándonos contra un inmenso árbol. El sonido se fue haciendo más fuerte: eran varios Jeep, y venían hacia nosotros.
──Escóndete. ──susurré a Tony, señalando una espesa cortina de arbustos. Nos agachamos, tomando refugio en la oscuridad que ofrecía el bosque.
Podíamos escuchar voces. Eran el clan italiano, el inconfundible acento en su conversación delataba su origen.
──È qui da qualche parte. ──dijo uno de los hombres. Sus voces eran claras, estaban cerca.
Intenté controlar mi respiración, cerrando los ojos por un segundo para centrarme. Pero mis pensamientos seguían volviendo a Athenea. Si no sobrevivíamos esta noche, ella podría estar en peligro.
Las luces de los Jeep se movían entre los árboles, sus haces iluminando brevemente nuestras caras antes de seguir adelante. Los hombres del clan hablaban y reían, confiados en que nos encontrarían pronto, dispararon a los cuerpos que veían en el suelo. Asegurando la muerte de cada uno de ellos.
Tony se movió ligeramente y una rama seca crujió bajo su pie. Ambos contuvimos la respiración, esperando lo peor.
Uno de los hombres gritó algo en italiano y las luces se detuvieron de golpe. Podíamos escuchar a algunos de ellos moviéndose en nuestra dirección. Sabía que teníamos que hacer algo, y rápido.
Tomé la pistola y la apreté con fuerza. La miré a los ojos de Tony, susurrando tan bajo que apenas podía escucharme a mí mismo.
──Cuando diga ya, corremos hacia el norte. No dejes de moverte.
Tony asintió.
Esperamos un segundo más. Los pasos se acercaban y los murmullos se hicieron más claros saltamos del escondite, corriendo como podíamos hacia el norte.
El dolor en mi abdomen era insoportable, pero no me detuve. No podía permitirme el lujo de colapsar. La adrenalina me mantuvo en pie mientras las balas empezaban a volar alrededor nuestro, rompiendo ramas y hojas.
La distancia entre nosotros y el clan italiano se incrementaba, pero sabía que no podría mantener este ritmo por mucho tiempo. Todo lo que importaba era poner suficiente espacio entre nosotros para encontrar un lugar seguro. Tenía que llegar a ella lo más pronto posible. 
A lo lejos, el bosque se abría ligeramente, mostrando una pequeña cueva. Señalé hacia ella y Tony asintió con determinación. Nos deslizamos hacia el refugio natural, esperando perder a nuestros perseguidores.
Una vez dentro, ambos caímos al suelo, jadeando. La oscuridad nos envolvía nuevamente, esta vez más protectora. Sabía que esto no había terminado y que cada segundo era crucial.
──Tenemos que seguir moviéndonos. ──dije entre jadeos, mi voz apenas un susurro. ──. Athenea está en peligro. No podemos parar. No ahora.
Tony asintió, su mirada determinada. Sabía tan bien como yo que nuestras vidas, y más importante aún, las vidas de aquellos que estaban lejos, dependían de nuestra supervivencia.
No iba a dejarla otra vez en manos de él.
En la oscuridad de la cueva, me dejé caer contra la pared rocosa, tratando de recuperar el aliento. Mi pecho subía y bajaba rápidamente mientras intentaba ignorar el dolor abrasador que irradiaba desde mi abdomen. Toqué la herida con manos temblorosas y noté la gran cantidad de sangre que aún fluía.
Mis pensamientos se mezclaban en un torbellino de miedo y desesperación. El mareo comenzó a envolverme como una niebla espesa. Sentía que la realidad se alejaba a cada segundo. La invasión de náuseas me hizo inclinar la cabeza hacia atrás, luchando por mantener la conciencia.
Tony se arrodilló junto a mí. Puedo ver que sus labios se movían, pero sus palabras llegaban a mí amortiguadas, como si vinieran desde un mundo lejano. Apenas podía enfocar mis ojos en él.
──¡Red! ──su voz finalmente atrapó mi atención, haciéndome parpadear para mantener mi enfoque.
Sentí que mi boca se movía, pero las palabras salieron como un susurro quebrado.
──Athenea… ──Su nombre se escapó de mis labios, una luz en la oscuridad que me amenazaba con consumir.
Cerré los ojos por un momento, permitiéndome recordar su rostro, su sonrisa, la calidez de su presencia. Cada recuerdo era un ancla que me mantenía aferrado a este mundo. Podía sentir la desesperación apoderándose de mí; tenía que protegerla, tenía que evitar que Alessandro la encontrara.
──Maldita sea. Necesito que te quedes conmigo. ──la voz de Tony se hizo más fuerte, más insistente. Me aferré a ella como si fuera una cuerda de salvación.
Con todo el esfuerzo que pude reunir, abrí los ojos lentamente. La determinación en el rostro de Tony era una visión reconfortante en medio del caos.
──Athenea… Alessandro… él… ──Intenté hablar, pero mi voz se apagó. Tony asintió, comprendiéndome sin necesidad de más palabras.
“Lo sé, Red. Necesito asegurarme de que no te desangres aquí. ──su voz era firme, pero podía ver el temor en sus ojos. Sabía que entendía la gravedad de la situación.
Intenté asentir otra vez, permitiendo que mis ojos se cerraran por un segundo más largo. Las manos de Tony estaban activas, rasgando su camisa para crear una improvisada venda con la que presionar mi herida. Cada movimiento envió oleadas de dolor a través de mi cuerpo, pero también sentí la fuerza de su determinación. Él no me dejaría morir aquí, y yo no pensaba morir aquí.

Mientras luchaba por mantenerme consciente, solo un pensamiento persistía: debía sobrevivir, no solo por mí, sino por Athenea. Si había una chispa de vida en mí, la usaría para asegurarme de que Alessandro jamás la encontrara.
El murmullo del bosque afuera y el murmullo constante de Tony fueron mis compañeros mientras la noche avanzaba. Los pensamientos sobre Athenea mantenían mi mente alerta, justo lo suficiente para no hundirme en la inconsciencia. Con cada respiración tortuosa, me repetía una única promesa: aguantar por ella, luchar por ella, sobrevivir por ella.


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