capítulo 24

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Capítulo 24
Athenea Gambi.



Llegué al apartamento, mis pasos resonaban en el silencio opresivo del lugar. La puerta se cerró detrás de mí con un suave clic, y sin perder un segundo, me dirigí directo al vestidor. Ahí estaba, la caja fuerte oculta tras una fila de impecables trajes de diseñador. Mi corazón latía con fuerza, sentía cada golpeteo en mis oídos, impulsándome hacia la verdad que aguardaba en su interior.
El anillo… El anillo que me gritaría la verdad debía estar allí. Mis manos temblorosas se dirigieron a mi pecho, buscando en vano un consuelo que hace mucho tiempo había perdido. Recordé las palabras de Red Kane: “El enemigo es él, no yo”. Quería rechazar lo que decía, me negaba a aceptar que podría haber estado un año entera viviendo una mentira por culpa de Alessandro.
Todo… ¿Todo es una mentira?
El dolor de cabeza se intensifica con creces, él me uso… él… quiero negarme a ello. Sin embargo, cada fibra de mi ser gritaba que era cierto. Las palabras de Red resonaban en mi mente, no podía ignorarlas. Había algo en su mirada, en su voz, algo que encajaba en los fragmentos de recuerdos nebulosos que la amnesia no había podido borrar del todo, esos que aparecían en mis sueños.
Sentí un escalofrío recorrerme. Los ecos del pasado se callaron de repente, permitiéndome una claridad que hacía tiempo no experimentaba. Aunque no podía recordar con precisión mis experiencias, podía sentirlas dentro de mí, especialmente cuando Alessandro me miraba o me tocaba. Algo en esos momentos me parecía… falso. En cambio cuando Él me tocó, fue como conectar con mi alma con mi ser.
Me acerque decidida hacia la caja fuerte, intenté nuevamente la contraseña pero nada.
Quería gritar, quería llorar pero debía ser inteligente, muy inteligente. Alessandro no era idiota.
Tomo parte del dinero que me dejo Alessandro, y busco en uno de mis bolso otro poco que tengo guardado, él me ha llenado de dinero y por alguna razón lo guardo, y ahora mismo lo agradezco. Me voy a las joyas tomo una pulsera de oro y esmeraldas, y salgo en busca de Gianni.  Lo consigo en las sala de operaciones que han instalado en una de las habitación, se levanta de inmediato al verme y se acerca a mi.
──¿Señora?
──Necesito que me jures lealtad a mi. Solo a mi. ──susurro, le extiendo el dinero. ──. Te daré más. Mucho más. ──. Necesito que cuiden a los niños y a mi de lo que sea, incluso del mismo Alessandro y que cuando yo de la orden, obedezcan.
Ve los fajos de dinero.
──Seremos leales a usted, señora. ──Asentí con un nudo en la garganta.
──¿Saben dónde está Alessadro?
──Dublín, señora.
¿Irlanda?
Frunzo mi ceño.
──No sabemos más, sólo su equipo de seguridad de confianza maneja el resto de la información.
──Ok. Avísame si saben algo. Y… necesito que me busques los planos de este edificio.
──Lo haré, señora. Y le repito, le soy a leal a usted.
Salgo del salón apresurada, en busca de la otra persona que necesito comprar antes que Alessadro vuelva.
La consigo arreglando la ropa de los niños que ha lavado. La observo en silencio, cuando nota mi presencia se gira a verme.
──¿Señora? ¿Todo bien?
Sopeso que voy a decirle.
──¿Quieres a los niños? ──pregunto. ──. ¿Sientes cariño por ellos? Y no me digas una respuesta política, quiero respuestas sincera, ordeno que seas sincera.
Me detalla.
──Les tengo mucho aprecio a los niños, son niños dulces y eso es gracias a usted. Ha hecho mucho por ellos este año. ──asiento, me acerco a ella, busco su mano ocultándola con mi cuerpo y le entrego las joyas. ──. Necesito que seas leal  a mi y ellos. Corren peligro, lo sé. Necesito que cuando yo te diga; llévatelos, lo hagas. Siendo leal a mí, no Alessandro.
Eleva sus cejas.
──Señora…
──Por favor. Solo tienen cinco años. Y los voy a proteger incluso de él, y del apellido Gambi.
Duda pero recibe las joyas y asiente.
──Haré lo que usted me ordené. ──dejo caer mis hombros y una lágrima. ──. Los voy a proteger, se lo juro.
Asiento con lágrimas en mis ojos y un cúmulo de emociones. Entre ellas alivio. Necesito saber que podré sacarlos de aquí cuando quiera.
──Te daré más, y te daré dinero. ¿Ok?
──Está bien, señora. 
Ella intenta secar mis lágrimas pero niego, doy un paso hacia atrás.
──gracias… ──musito para irme. Voy directo a la habitación de los niños, abro la puerta y la oscuridad me recibe, me meto en la cama con ellos y los abrazo a mi cuerpo.
Esa niña que vi, era yo. Y no quiero que ellos sientan ese miedo, me niego a ello. Dejo en beso en la frente de cada uno de ellos y se pegan a más a mi cuerpo.  Tengo que ser muy inteligente, Alessandro me entrenó, y puedo ser peor que él, lo sé.



****


Enzo y Renzo están jugando en mi cama puedo escucharlos hablar entre ellos en italiano y reír de chistes sin sentido. Sonrío al escucharlo pero mi mente está en mil cosas.
Me observaba en el espejo, con una mezcla de incredulidad y tristeza. Las cicatrices en mi abdomen y espalda parecían relucir bajo la luz tenue del baño, trazando caminos irregulares sobre mi piel. Alessandro siempre me había dicho que esas marcas eran el resultado de la explosión, un atentado que nunca lograba recordar por completo.
Sin embargo, en este momento, mientras las contemplaba, brotó en mí una sensación inquietante de duda. ¿Cómo es posible que sean de la explosión cuando ya estaban allí al despertar? pensé con el ceño fruncido. Cada vez que trataba de recordar el suceso, era como si mi mente chocara contra un muro impenetrable. Había algo en la narrativa de Alessandro que no cuadraba, algo que empezó a corroer la confianza que una vez deposité en él, todo se llenaba de dudas.
Ahora todo era cuestionable. Hasta el amor que profesaba hacia mi. Yo era su trofeo, su símbolo de ganador.
──Me mintió… Me mintió de mil formas. ──susurré casi sin voz, dejando que las palabras flotaran en el aire. Mis ojos repasaron cada cicatriz una vez más, sintiendo que cada una de ellas portaba un fragmento de las verdades ocultas que Alessandro había distorsionado. ──. Manipuló mi realidad a su conveniencia. ──reconocí, sintiendo un amargo resentimiento mezclarse con la tristeza que ya ahogaba mi ser.
Necesitaba algo más que evasivas respuestas y fragmentos de memoria. Necesitaba la verdad completa. La necesidad de recordar mi pasado, de reconstruir los pedazos dispersos de mi vida antes de Alessandro, se convirtió en una urgencia ineludible. Había vivido demasiado tiempo bajo el manto de sus mentiras, y ahora, a la vista de esas cicatrices que contaban una historia para la cual aún no tenía todas las palabras, supe que ya no podía permitirme la ignorancia.
Decidida, sellé con fuerza el puño y me giré del espejo, dejando atrás tanto mi reflejo como las notas de duda que este despertaba. No sería sencillo, pero debía conocer toda la verdad y apropiarme de mi propia historia, sin el filtro de las mentiras de Alessandro.
Salí para conseguirme con Enzo y Renzo tomados de las manos brincando en la cama, sonríen al verme. Detallo en la distancia la caja fuerte que me tiene llena de frustración. Se que estoy cerca, se que voy a abrirla y no voy a descansar hasta hacerlo.
──Necesito que hagamos  algo. ──les digo, dejan de brincar.
──¿Qué? ──suelta emocionado Renzo.
──Aprender un par de cosas pero será un secreto entre nosotros. ──se intercambian miradas entre ellos y luego se giran hacia mi.
──¡Si! ──chillan.  
──Vamos.


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