capítulo 33

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Capítulo 33
Red
Wells.



El motor de la camioneta rugía mientras avanzábamos por el terreno polvoriento de Ereván. La ciudad, siempre tan enigmática, tenía esa capacidad de ocultar en sus rincones tanto peligro como esperanza. Miré alrededor y vi a mi equipo, todos enfocados en la misión. El chaleco antibalas en mis manos me recordó que esta no era una excursión cualquiera; nos adentrábamos en la guarida del lobo.
──¿Estás bien, Red? ──preguntó Tony desde el asiento del copiloto, notando mi silencio mientras me ajustaba el chaleco.
──Sí, pero necesitamos que todos estén cien por ciento preparados. No podemos permitirnos ningún error ──respondí, abrochándome la última correa del chaleco con fuerza. ──. ¿Ronin estás conectado? ──inquiero al radio.
──Si. Aquí estoy. Te aviso de algún cambio.
──Ok.
Nuestro objetivo estaba claro: infiltrarnos en el galpón de Alessandro sin que él supiera que estábamos allí. No podía ni siquiera imaginar la posibilidad de perder a Athenea. Si Alessandro sospechaba algo de nuestra presencia, la perdería para siempre.
En cuanto a Wells, ese maldito se había visto rondando por la ciudad, la policía tenía una parte del trabajo hecha al seguirlo. Sin embargo, nuestra prioridad inmediata era la operación encubierta.
Nos acercamos a una serie de galpones, perfectos para ocultarse pero también para planear emboscadas. Era un terreno traicionero, un laberinto de estructuras abandonadas y caminos de tierra.
──¡Ahí está! ──exclamó Sarah, señalando el galpón que habíamos identificado como el de Alessandro.
Volaron esquirlas de arena alrededor de la camioneta cuando frenamos de golpe. El sonido de disparos resonaba a lo lejos, un enfrentamiento que nos recordaba que el peligro estaba en cada esquina.
──¡Todos, listos! ──grité, saliendo de la camioneta y sintiendo el peso del chaleco contra mi pecho.
El equipo, vestido como policías, descendió rápidamente, cada uno tomando posiciones.
──Sabemos nuestro objetivo ──dije, mirando a cada uno en los ojos──. Busquen a Wells y no dejen que se lleven las armas.
Los miembros de mi equipo asintieron y se dispersaron estratégicamente. Sabíamos los riesgos, pero también sabíamos lo que estaba en juego. En ese momento, el viento levantó una nube de polvo, como si el mismo desierto estuviera observando nuestro próximo movimiento.
Avanzamos con cautela hacia el galpón, cada ruido y cada sombra siendo un posible indicio de peligro. La distancia se acortaba y el corazón latía con fuerza. Este era el momento decisivo. Encontrar a Wells era crucial, pero mantener el encubrimiento era vital para asegurar la vida de Athenea.
El rugido de motores y ráfagas de disparos se oía más claro ahora. No había margen para la duda. Estábamos en el corazón de la operación, y cada paso adelante nos acercaba al desenlace.
──Cúbranme ──ordené, y el equipo se preparó para entrar.
El futuro se decidiría en los próximos instantes, y con una última bocanada de aire, nos movimos hacia la puerta del galpón.
La tensión en el aire era palpable y sabíamos que sería cuestión de tiempo antes de que comenzara el enfrentamiento. Los verdaderos policías ya habían ingresado y el tiroteo no tardó en estallar. Las balas volaban en todas direcciones y el ruido era ensordecedor.
Mi equipo se dirigió rápidamente hacia las armas escondidas que Alessandro mantenía en un rincón del galpón. Mientras tanto, Tony y yo nos enfocamos en encontrar a Wells. La ira hervía en mi interior. Todo lo que le había hecho a Athenea cuando era pequeña me quemaba por dentro. Quería acabar con él. Nada me importaba más en ese momento que hacerle pagar.
De repente, una explosión resonó en la distancia. Más hombres armados ingresaron al galpón, intensificando la pelea. El intercambio de disparos se volvió más fuerte, más caótico. Me agaché para cubrirme detrás de unas cajas y miré a través del caos. Entre el humo y los disparos, vi un movimiento. Era Alessandro.
Alessandro tenía a Athenea. La soltó en medio de un grupo de sus guardias de seguridad y desapareció entre las sombras. Mi corazón dio un vuelco. En ese instante, todo cambió. La prioridad ya no era Wells, ni las armas. La prioridad era Athenea. Tenía que sacarla de ese galpón. Tenía que ponerla a salvo.
¿Por qué la trajo?
──¡Tony, cambio de planes! ──grité mientras me movía a través de la confusión, disparando a cualquier hombre armado que se interpusiera en mi camino. ──. Tenemos que sacar a Athenea de aquí, ¡ahora! Los demás, las armas.
Tony asintió, entendiendo de inmediato la gravedad de la situación. Juntos nos abrimos paso hacia donde estaba Athenea. Cada segundo contaba. Las balas seguían volando, y cada uno de esos disparos podía ser el último.
Llegué a ella rápido, estaba rodeada por un equipo de seguridad que buscaba sacarla, mate a cada uno de ellos, los quite del camino y la sujete del brazo, se me quedo viendo, estaba encapuchado pero ella me reconoció al instante.
──¡Vamos! ──la alejo. ──¿Qué haces aquí? ──cuestione, mientras el caos se desata detrás nuestro.
──Él me trajo. ──me quite de la capucha, la recorrí con la mirada, necesitaba ver qué estaba bien.  Se abalanza sobre mi y la sujeto con fuerza. ──. ¿Qué haces tú aquí?
──Vine por alguien en específico. ──susurro, ella nos gira haciendo que ella quede frente a mi, ella dispara hacia un hombre de Alessandro y acaba con él.
──Me salvaste.
──Siempre lo haré. ──susurra, afirmando.
──Sal de aquí. Iré por ellos.
Por Alessadro y Wells.
Me coloco la capucha nuevamente, noto que ella no lleva nada de seguridad, me quito el chaleco y se lo coloco.
──Vamos, te sacaré de aquí. ──una explosión se escucha con fuerza en la distancia, la onda expansiva nos tumba a ambos, la cubro con mi cuerpo. ──. ¿Nena? ¿Estás bien?
Asiente.
Empezamos a retroceder, disparando, cubriéndonos, moviéndonos tan rápido como podíamos. Cada paso nos acercaba a la salida. No podía dejar de pensar en cuánto tiempo quedaba antes de que alguien nos bloquease el paso o antes de que Alessandro volviera por ella. Pero una cosa era segura: no dejaría que la lastimaran de nuevo. No mientras yo estuviera allí para protegerla. Salimos del galpón, corro con ella.
──Redgar Kane vino por su puta. ──la voz de Wells nos hace detenernos. se escucha como carga su arma, observo a Athenea, espero que ella no lo recuerde. ──. Ella crea caos a donde llega. 
Una parte de mi quiere que Athenea nos recuerde pero que su pasado siga en el olvido.
¡Maldito Wells! Siento una ira impresionante, Athenea se tensa a mi lado.
──Athenea, necesito que corras y te alejes. ──musito sin mirarla a los ojos.  ──. Es por él por quien vine.
──¿Viniste por mi? ──mofa. ──. Me siento especial. Hola, deliciosa. ──dice hacia Athenea.
Ella levanta su arma. Bajo su brazo, de esto me encargo yo, porque haré que sufra.
──Vete, corre. Corre por favor. Iré por ti. Este asunto es mío. ──Ella busca mi mirada
──¿Ya recuerdas? ¿Me recuerdas a mí? ──grita Wells.
No lo recuerda, y la verdad es que lo prefiero así.
──Athenea. Vete… ──insisto, ella se asiente y se aleja con pesar. 
La veo correr alejarse y siento una ligera tregua en el pecho. Hombres como él no deberían existir.
──Ella estaba con él. ──susurra. Me giro a verlo, le está avisando a Alessandro por radio.
Mierda.
──Eres un maldito. ──gruño.
──Ven, he estado esperando esto.
Sin pensarlo dos veces, me abalanzo sobre él. La furia en mi sangre busca liberarse. Mis puños se estrellan contra su mandíbula, pero él es rápido y contra arremete con un golpe firme en mis costillas. El dolor es agudo, pero no me detiene. Nos separamos por un segundo, ambos jadeantes, evaluándonos como dos bestias salvajes.
En un giro rápido, Wells saca una navaja de su cinturón y la hoja brilla bajo la escasa luz. No me quedo atrás; mi propia navaja destella al ser liberada de mi bota. Ambos sabemos que esta pelea no será limpia ni rápida.
Nos lanzamos el uno al otro con una sinfonía de acero y carne. Logro esquivar su primer tajo, pero su golpe siguiente me corta el brazo. Ignoro la quemazón y devuelvo el ataque, rasgando su costado. Wells gruñe y retrocede, pero solo para tomar impulso y lanzarse nuevamente.
──Extraño reventarla. Meterme en ella. ──sisea haciéndome hervir más.
──Cállate maldito.
Nuestros movimientos se vuelven más desesperados, más brutales. Un juego de engaño y reacción, cada fallo podría ser mortal. Esquivo otro tajo dirigido a mi cuello y lo empujo con todas mis fuerzas, haciéndolo tambalear. Aprovecho la oportunidad para lanzarme y conseguir un golpe certero en su muslo, obligándolo a una rodilla.
Wells no se rinde, su mirada desquiciada me lo dice todo. Pero su frenético intento de herirme de nuevo falla cuando bloqueo su brazo y retuerzo su muñeca, la navaja cae al suelo. Con un movimiento rápido, lo lanzo al suelo y me coloco encima de él, buscando terminar esto de una vez por todas.
La pelea ha sido larga y agotadora. Ambos estamos ensangrentados y cubiertos de polvo. Finalmente, logro insertar mi navaja en su abdomen. Wells suelta un suspiro ahogado, sus ojos llenos de odio y desconcierto.
──Nos vemos en el infierno. ──arrastro la navaja desde donde la clave hasta arriba de su pecho siento como sus órganos se destrozan a mi paso. La sangre sale a borbotones. La vida se escapa de sus ojos.
Lo veo caer inerte en la tierra, su sangre empapando el suelo. Respiro hondo, sabiendo que, por fin, se acabó.
Me desplomo a un lado, agotado. Athenea no lo tendrá cerca, y Wells no volverá a perseguirnos. Ahora… toca Alessadro.
──¡Red! ──la voz de Ronin resuena en mi auricular.
──¿Qué?
──Sacamos a los niños. Enviaron una señal.
Me quedo inmóvil viendo hacia donde se fue Athenea.
──Sácalos de Ereván. ──gruño.
──Estoy en eso, vamos camino a la frontera. ──dice, y empiezo a correr hacia donde ella corrió, noto en la distancia como un camioneta acelera dejando solo humo en el camino.
Se la va a llevar…
──¡Athenea! ──grito con todas mis fuerzas.


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