capítulo 28

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Capítulo 28
Red
Ereván.



Finalmente llegué a Ereván. Las montañas que nos rodeaban parecían interminables, ofreciendo el escondite perfecto. Apenas encontré el refugio, me quité el pesado chaleco antibalas y gruñí, molesto por el cansancio y la frustración del viaje.
Me desplomé en una silla de madera desgastada, sintiendo el crujido bajo mi peso. Entonces, oí los pasos de Ronin bajando por la escalera, y levanté la vista solo lo suficiente para verlo. Tenía todo perfectamente asegurado. Alessandro pensaba que me había quedado en Dublín, y así debía seguir.
──¿Athenea? ──mi voz escapó con una mezcla de ansiedad y esperanza.
Ronin sacó una foto del bolsillo interior de su chaqueta y me la extendió. Era Athenea, caminando por el apartamento de Alessandro con una cautela meticulosa.
──Hablé con ella como me pediste ──dijo Ronin, con su tono siempre calmado pero serio──.  Ella organizó todo para que pudiera ir hasta allá a abrir una caja fuerte. Lo hice y también conseguí hackear las cámaras y los micrófonos.
¿Abrir una caja fuerte?
Sonrío. Estás buscando, nena.
Tomé la foto y la estudié con detenimiento. Cada detalle de Athenea me resultaba familiar y dolorosamente próximo.
──Me dijo que te dijera “Que aún sueña contigo”.
El tiempo pareció detenerse a mi alrededor. Esas palabras resonaron en mi mente, llenándome de una esperanza que no había sentido en mucho tiempo. Sentía que Athenea volvería a mí, y aquello me dio fuerzas.
──Creo que encontró lo que buscaba en esa caja fuerte. No me dijo nada pero su porte cambió. ──Ronin continuó, consciente de mi lucha interna. ──. Alessandro llegó ayer… ella logró sacarme del apartamento antes que el maldito de Federico se diera cuenta de que estaba allí, estaba revisando todo, hasta los ductos de aire.

Asentí, aún absorto en mis pensamientos, pero con una determinación renovada. Mi mirada se endureció mientras apretaba la foto con fuerza. Sabía en ese momento que haría lo que fuera necesario para recuperar a Athenea y acabar con Alessandro.
Ronin continuó  su tono indicaba que tenía información importante. Me levanté de la silla, sintiendo que se avecinaba algo trascendental.
──He estado observando movimientos inusuales en una pequeña empresa en los alrededores ──dijo Ronin, sus ojos reflejaban la seriedad de la situación──.  Creo que Alessandro está montando su negocio ahí. Cajas de armas llegaron hace poco a Ereván y también han venido hombres de las casas italianas.
Mis pensamientos se agolpaban mientras escuchaba. Una sensación de preocupación y urgencia se formaba en mi pecho. Se está preparando para algo, lo sabía. Pero, ¿para qué exactamente?
Me quedé en silencio, reflexionando sobre las implicaciones de esa información. Finalmente, rompí el silencio.
──Se está preparando para algo ──dije, mis palabras pesadas con la enormidad de lo que eso podría significar. ──. Debe saber que estoy aquí.
──Lo dudo, he cubierto todas tus huellas y si en algo soy bueno, es en eso. Estás en Dublín, no aquí. ──suelta Ronin.
Tony, que había estado escuchando atentamente, comenzó a caminar de un lado a otro, su mente trabajando tan rápido como sus pies.
—Va a mostrar a Athenea ante el mundo —dijo Tony, sus palabras llenas de preocupación—. La va a presentar como señora de su mafia. Si ella aún no te recuerda, eso nos daña con creces. Puede ordenar atacar nuestra organización, New York, Dublín e incluso lo que tenemos en las islas.  Las casas italianas van a protegerla de lo que sea, y si llegamos a acercarnos nos van a atacar con todo.
Las palabras de Tony cayeron como un pesado manto sobre la habitación. La idea de que Athenea pudiera estar al lado de Alessandro, siendo utilizada como un peón en su juego, era insoportable. Si ella no recordaba quién era yo, si no recuperaba sus recuerdos, todo podría estar perdido.
──No podemos permitir que eso suceda ──dije, mi voz firme──.  Debemos actuar antes de que Alessandro dé ese paso.

Ronin asintió, su mirada se mantuvo firme en mí, esperando instrucciones. Tony detuvo su marcha, listo para poner manos a la obra.
──Lo primero es cortar el flujo de armas ──continué──. Si Alessandro planea algo grande, necesitará ese arsenal. Comienza por allí Tony, y tú Ronin, quiero a Wells… ubícalo. ¿Conseguiste lo que te pedí?
Ronin asiente.
──En una semana entraremos. ──informa Tony.
──Perfecto. ¿Quiero saber de Athenea?
Ronin mira a Tony, y frunce sus labios.
──No se si eso sea conveniente. ──suelta Tony, elevo mi ceja. ──. Vas a delatarnos.
Cuadro mis hombros.
──Nadie va decirme que hacer y que no. Nadie. ──gruño pasandole por un lado. ──. ¡Quiero ver a mi esposa! Y eso haré.
Salí de la sala dando un portazo, mis pasos resonaban en el pasillo vacío mientras me dirigía a lo que llamaban mi habitación en esta supuesta casa escondite, pero no sentía que fuese un hogar. Cada fibra de mi ser vibraba de enojo y frustración. Estaba cansado, agotado mental y físicamente. Todo lo que había pasado me carcomía por dentro; los errores cometidos, las decisiones que había tomado, y las consecuencias que ahora enfrentaba.
Pero, entre todo ese caos, había una cosa de la que jamás me arrepentiría: Athenea.
Incluso en este estado de furia descontrolada, pensar en ella me daba la fuerza para seguir adelante. Casarme con ella fue la mejor decisión de mi vida, y nada ni nadie podría cambiar eso. Estaba dispuesto a incendiar el mundo entero si eso significaba tenerla de vuelta conmigo. Un año sin ella había sido una tortura, una eternidad, y saber que estaba en los brazos de Alessandro hacía hervir mi sangre hasta el punto de ebullición.
El odio me recorría sin parar, una corriente implacable que no se detenía. Detestaba su pomposidad, su arrogancia, y la forma en que la miraba, como si fuera suya por derecho. La sola idea de contenerme era absurda. No debería, no podía hacerlo. Verla, tocarla, escuchar su voz, todo eso era lo que necesitaba. Los riesgos, por más altos que fuesen, significaban nada ante la posibilidad de tenerla de nuevo a mi lado.

Me desplomé en la cama, aunque el cansancio físico fuese enorme, mi mente no cesaba de planear. Athenea era mi todo, y ese año sin ella me había demostrado que ningún sacrificio era demasiado grande. Haría lo que fuera necesario, incendiaría el mundo sin vacilar, solo para verla sonreír una vez más, solo para tener su amor nuevamente.
Nunca me contuve antes, y no comenzaría ahora. El odio por Alessandro solo inflamaba mi determinación. Podían venir tempestades, guerras, lo que fuera, pero nada me apartaría de mi propósito. Athenea sería mía de nuevo, y este infierno que se había vuelto mi vida sin ella llegaría a su fin. Sería capaz de soportar este odio abrasador si significaba tener su amor una vez más.
El aire en la habitación era pesado, cargado con la misma tensión que sentía en mis músculos entumecidos. Me recosté en la cama, intentando encontrar un respiro, una pausa en este torbellino de emociones que me consumía. Sin embargo, mis pensamientos seguían retornando a ella, a Athenea. Sus ojos, su risa, la manera en que solía tomar mi mano en los momentos más oscuros. Esos recuerdos, aunque dolorosos, también eran mi única fuente de consuelo.
Intenté centrarme, enfocar mi mente en un plan. Sabía que lanzarme contra Alessandro sin preparación sería suicida, y no podía permitirme el lujo de fallar. Cualquier paso en falso no solo me costaría mi vida, sino las posibilidades de recuperar a Athenea. Necesitaba ser astuto, más astuto que él. Tenía que anticipar cada uno de sus movimientos, cada una de sus jugadas. Tenía que ser impredecible.
Tomé una profunda respiración, sintiendo la brasa del odio convertir mi decisión en acero puro. Me levanté y me dirigí hacia el pequeño escritorio en la esquina de la habitación. Extendí un mapa sobre la mesa, marcando las posiciones clave que conocía de Alessandro y su gente. Sabía que infiltrarse era complicado, sus guardias eran feroces y leales. Pero no era imposible. Había puntos débiles, huecos en su defensa que podría explotar.
Golpeé la superficie del escritorio con el puño cerrado, la madera crujió bajo la presión. Tenía que actuar y actuar rápido. Cada día que pasaba era uno más en el que Alessandro intentaba borrar mi existencia de la memoria de Athenea. Ella era fuerte y resistente, pero incluso las almas más inquebrantables podían doblegarse con el tiempo y la manipulación.
Mis contactos, aquellos en los que aún podía confiar, debían ser activados. Necesitaba moverme con rapidez y precisión. Parecía un reto imposible, pero había enfrentado situaciones desesperadas antes y siempre había encontrado una forma de salir adelante. Esta no sería diferente. Mis manos sudorosas se deslizaron por las notas y esquemas que había esparcido en la mesa.
El plan estaba cobrando forma en mi mente; solo quedaban detalles por afinar. La vigilancia, los recursos, cada componente tenía que encajar en su lugar. Redimiría mi pasado con cada paso que daba hacia ella. La rabia y el odio seguían ardiendo, pero ahora estaban canalizados hacia un fin claro y tangible.
Claridad y propósito se asentaron en mi pecho mientras anotaba las últimas instrucciones. El reloj seguía avanzando y la noche se hacía más densa fuera de las ventanas. Sin embargo, dentro de mí, una llama inextinguible ardía con más fuerza que nunca. Por Athenea, por nuestro amor, por cada momento perdido que anhelaba recuperar, estaba dispuesto a enfrentarlo todo.
Pronto, muy pronto, Alessandro sabría que lo peor que podía haber hecho era arrebatarme lo único que importaba. Porque cuando un hombre no tiene nada que perder, se convierte en la fuerza más peligrosa del mundo. Athenea sería libre otra vez, y este odio, finalmente, encontraría su descanso.
Necesito que ella me recuerde, nos recuerde.
La puerta se abre sin ser tocada, me giro molesto.
Ronin lleva un teléfono en sus manos.
──Es ella.



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