Capítulo 53
Athenea Kane.
Toqué suavemente su abdomen, siendo cuidadosa de no rozar la herida recién suturada a un lado. Mis dedos recorrieron cada hombro, bajando por sus brazos y luego por su pecho. Allí estaban sus tatuajes, cada uno contando una historia, y no pude evitar sonreír al ver el mío. En un rincón de su pectoral izquierdo, mi nombre estaba grabado con letras precisas, y justo encima de él, un nuevo tatuaje: mis ojos, observándome para siempre desde su piel.
Era un recordatorio permanente de que él me pertenecía, no solo en el sentido físico, sino en todos los aspectos que importaban. Su alma, estoy convencida, también llevaba mi nombre, porque alguien que ama de la manera en que él lo hace debe tener un alma profunda y verdadera.
Mis labios siguieron el rastro de sus tatuajes, besando donde mi nombre estaba escrito y sintiendo una conexión indescriptible. Continué hasta llegar a ese nuevo diseño, mis ojos, y dejé allí también un beso suave. Levanté la vista hacia él y encontré sus ojos llenos de ternura y deseo.
Susurré su nombre antes de buscar sus labios con los míos. Nuestros cuerpos reaccionaron al unísono; mi piel se erizó al sentir el calor de su tacto. Cada beso, cada caricia, era una reafirmación de lo que ya sabíamos: él me pertenecía y yo a él, en cuerpo y alma.
Su beso era profundo, lleno de promesas y sentimientos indescriptibles. En ese momento, todo el dolor y el sufrimiento que habíamos pasado parecían desvanecerse, dejando solo la conexión pura entre nosotros.
Mis manos se desplazaron nuevamente por su abdomen, más seguras esta vez, aunque continuaba evitando cuidadosamente la herida. Sentí como su respiración se aceleraba ligeramente, y en respuesta, mis propios latidos se intensificaron. Cada milímetro de su piel me parecía un mapa lleno de secretos que solo yo tenía el privilegio de explorar.
──Athenea. ──murmuró contra mis labios, su voz ronca por el deseo.
Me aparté solo lo suficiente para mirarlo a los ojos. En ellos, vi un mar de emociones que me hizo sentir viva, más conectada a él de lo que jamás podría expresar con palabras. Mis dedos continuaron explorando, trazando los contornos de sus músculos, deleitándome en la forma en que su cuerpo respondía a mi toque.
──Eres todo para mí, Red. ──admití, sintiendo un nudo en la garganta. ──. Cada tatuaje, cada cicatriz… cuentan nuestra historia. Y esa historia aún no ha terminado.
Él sonrió, una sonrisa que encapsulaba devoción y un amor inquebrantable. Sus manos encontraron las mías, y las guio hacia su corazón, donde sentí los latidos fuertes y constantes bajo mi palma.
──Estoy aquí, siempre estaré aquí. ──respondió con firmeza. ──. Tu nombre no solo está en mi piel, sino también en cada fibra de mi ser.
Nos quedamos así, perdidos en la sensación del uno contra el otro, en la promesa de futuros momentos compartidos. Con cada caricia y cada susurro, construíamos una tormenta de pasión y ternura que nos envolvía y protegía del mundo exterior.
El dolor y las cicatrices que cargábamos eran solo recordatorios de la intensidad de nuestro vínculo. Cada beso, cada mirada, reforzaba que éramos indisolubles, unidos por algo mucho más grande que nosotros mismos.
Mientras sus manos acariciaban mi espalda, me perdí en la seguridad que solo él podía ofrecerme. Sabía que, a pesar de todas las heridas y dificultades, teníamos algo único algo que valía la pena luchar y proteger. Sentí su aliento cálido en mi cuello, y supe sin lugar a dudas que nuestras almas estaban entrelazadas de una manera eterna e inquebrantable.
El mundo exterior se desvanecía en la penumbra de la habitación, dejando solo el calor de su cuerpo y la intensidad de nuestras miradas. Sus dedos encontraron su camino hacia mi cabello, tirando suavemente de él, y mi cuerpo respondió instintivamente, aproximándose aún más al suyo.
Me besó profundamente, como si quisiera transmitir todo lo que sentía a través del contacto de nuestros labios. Sus manos recorrieron mi espalda, dibujando caminos ardientes sobre mi piel, y cada caricia enviaba ondas de electricidad recorriendo mi cuerpo.
Mis propias manos exploraban su torso, sintiendo el latido de su corazón, fuerte y seguro bajo la yema de mis dedos. Me atreví a bajar más, trazando el contorno de sus caderas, disfrutando de la manera en que su respiración se aceleraba en respuesta a mi toque.
Nos movimos juntos, como si estuviéramos danzando al ritmo de una música silenciosa, una melodía creada solo por nosotros. La intimidad entre nosotros crecía con cada minuto que pasaba, convirtiéndose en una fuerza tangible que llenaba la habitación.
Su longitud me llenaba, el placer que me invadía era eterno. No se acababa, quería más y más de él, de todas esas noches en las que no lo tuve, de todos esos días en los que no desperté a su lado, de mi cumpleaños sin él. De su cumpleaños sin mi. De ese fin de año donde mire al cielo y una ausencia se sentía, de ese día que desperté soñando con sus labios, de madrugada donde me dejé caer al suelo porque sentía que alguien gritaba mi nombre con desespero y ahora lo sé, era él.
La deuda que nos teníamos era enorme.
Sentí como mi corazón se aceleraba ante sus palabras. Red no era solo mi amante; era mi compañero, mi confidente, mi todo. Y en ese momento, supe que juntos podíamos enfrentar cualquier desafío que la vida nos lanzara.
Nuestras miradas se encontraron y, sin necesidad de más palabras, entendimos la profundidad de nuestro amor. Un amor que iba más allá de lo físico, más allá de las heridas y los tatuajes. Era un amor que trascendía el tiempo y el espacio, que nos unía en alma y cuerpo.
Se inclinó para besarme nuevamente, y me perdí en la dulzura de su boca. Sus caricias se volvieron más insistentes, más pasionales, carnales, éramos piel, dientes, lengua y gemidos.
Su respiración era acelerada, se adentraba con más fuerza en mi, llenándome de él. Me moví buscando el placer de ambos, la satisfacción que necesitamos. Me inclinó hacia su pecho, el roce de nuestro cuerpo se siente irreal, el mueve sus caderas mientras me sujeta de las mías.
──Mi mujer… ──jadea.
──Mi hombre… ──respondo haciendo que se desespere, los movimientos pasan a ser bruscos y me encanta, me recuerdan que todo es real, que él es mío, y está aquí.
Volvió.
Hunde sus dedos en mi piel, y su cuerpo se tensa al igual que él mío, una intensa sensación de pesadez me invade, mi cuerpo se desconecta de todo y finalmente explota volviéndome a la realidad, llenándome de sensaciones… de placer, murmuro su nombre entre jadeos, el musita el mío gruñendo con fuerza.
Esto no tiene punto de comparación.
Somos él y yo.
***
Salí de la ducha, el vapor aún haciéndome sentir como si estuviera sumergida en un mundo aparte. Redgar ya estaba ahí, sentado al borde de la cama, su mirada fija en mí. Era un momento íntimo, y me sentía cómoda mientras sus ojos recorrían mi figura, aún húmeda. La luz del sol pasaba a través de la ventana, iluminando su rostro y revelando el rastro de una herida cuidadosamente vendada en su costado.
Me acerqué a él, notando cómo se quitaba la gasa, revelando una piel que ya comenzaba a sanar, aunque aún parecía dolorosa.
──Estoy bien. ──dijo, una sonrisa curvada en sus labios. Pero esa afirmación solo me hizo fruncir los labios, mi preocupación por él creciendo de nuevo. ──. Debo llamar al doctor. ──respondí, mi voz mostrando más determinación de la que sentía.
Negó con la cabeza, y de repente, me haló del brazo, atrayéndome hacia su cuerpo. Sentí su calor, una mezcla de confianza y desafío. Pasé mis manos por su cabello aún goteante, intentando también despejar cualquier rastro de incertidumbre. Él me observaba, sus ojos brillados con una intensidad que me hizo sonreír.
──Vamos a disfrutar este día juntos, así sea encerrados en este hospital. ──sugirió, y no pude evitar sentirme un poco más aliviada. ──. Vístete. ──
Asentí, y me dirigí al armario. Saqué un vestido ligero y mis botas altas. Mientras me vestía, sentí la energía del lugar, la promesa de un día que, a pesar de las circunstancias, podría ser especial. Redgar optó por un pantalón negro y una camisa del mismo tono; tenía un estilo que siempre encontraba atractivo.
Cuando terminé de vestirme, me giré hacia él y me acerqué, dispuesta a ayudarlo a cerrar su camisa. Noté cómo él se quedó inmóvil, los ojos fijos en cada uno de mis movimientos, como si cada pequeño gesto estuviera grabándose en su mente. Me tomé un momento para disfrutar de su expresión, la mezcla de admiración y necesidad. Era un instante simple, pero en su sencillez, era profundamente significativo.
Con un último toque en los botones, me senté a su lado, sintiendo que este día podría ser un pequeño respiro en medio de todo lo que llevábamos encima. Después de todo, en este hospital, había encontrado una parte de mí que nunca esperé descubrir.
Continué disfrutando de ese pequeño momento entre nosotros, pero sabía que la realidad pronto regresaría. En mi mente, podía sentir la urgencia de estar preparados, de estar listos para enfrentar lo que viniera. Entonces, fui al armario y saqué el arnés con las armas.
Me dirigí hacia Redgar, extendiéndolo hacia él con un gesto firme.
──Aquí tienes, este es tuyo ──dije, esperando que lo aceptara con gusto. Pero él negó con la cabeza, y sentí una pequeña punzada de frustración.
──No, nena, esto no es para mí. ──dijo, y antes de que pudiera responder, me tomó del hombro y me hizo girar. Sorprendida, sentí su cercanía mientras se acercaba para colocar el arnés sobre mí. La tela era firme, y el peso de las armas me equilibraba y llenaba de fuerza
──Espera, Redgar. ──protesté, pero él ya estaba enfocándose en ajustar las correas para que me quedara bien. Su expresión era seria, pero había un brillo en sus ojos que me indicaba que esto era más que un simple acto de equipamiento. Era un símbolo de confianza, de la conexión que habíamos cultivado.
──Ahora es tuyo. ──dijo finalmente, terminando de asegurarlo en su lugar. ──. Yo tengo otro. ──Su tono era firme, pero había un toque de complicidad. Sentí una mezcla de orgullo y confianza al verme en el espejo, reflejando no solo el arnés, sino el compromiso que ambos teníamos de cuidarnos y protegernos mutuamente.
Me giré hacia él, sintiendo que este gesto era más que una simple entrega de armas; era una promesa de que no estaríamos solos en este camino.
──Sabes que voy a cuidarme, ¿verdad? ──aseguré, con una sonrisa desafiante.
──Lo sé. ──respondió, la tensión en su rostro suavizándose un poco. ──. Pero a veces, el mejor modo de cuidarnos es estar listos para lo que venga.
Asentí, sintiendo que nuestras palabras llevaban un peso mayor. Este arnés no solo era una herramienta, sino una parte de nuestra lucha, de nuestra voluntad de enfrentar cualquier adversidad juntos. Algo dentro de mí se encendió, y su cercanía me dio fuerzas para seguir adelante. Si había algo que había aprendido en este tiempo, era que la unión y la confianza eran nuestras mejores armas.
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Athenea
RomanceElla había saltado sin miedo a mi mundo, se había sumergido en mi oscuridad sin vacilar, dispuesta a enfrentar todo por mí. Y yo, dispuesto a desafiar al mundo entero por ella. No había piedra bajo la cual no miraría, no había esquina del mundo adon...