capítulo 30

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Capítulo 30
Athenea Kane.

Sus manos me acarician con mi mimo, su toque es delicado haciendo que me sienta protegida, no quiero separarme de él, no quiero irme pero pienso en Enzo y Renzo, y en todo lo que puede desatar el hecho de que yo no regrese.
Me abrazo con fuerza a su pecho, y me preguntó si siento esto sin recordarlo, ¿Cómo fue antes? ¿Más intenso? ¿Más fuerte?
──Señora, es hora de irnos. ──sisea Gianni.
Me separo con dificultad de él, lo detallo y puedo ver cómo está batallando con lo que su cuerpo siente, su mano tiembla… seco mis lágrimas y me coloco el abrigo, y los guantes, me separo para recoger mi arma y me giro a verlo.
Juro que estoy escuchando mi alma implorando por quedarse.
Red estaba parado frente a mí, el rostro rígido y los puños tan apretados que los nudillos se le habían puesto blancos. Cada fibra de su ser parecía contener una tormenta mientras nuestras miradas se cruzaban.
──Athenea, ──dijo con voz ronca, como si cada palabra le costara un esfuerzo titánico──. He pasado un año sin ti, un año sin vivir como debería. Hubo noches… noches en las que tomé mi arma y la puse contra mi cabeza, dispuesto a acabar con todo. Pero tu voz… tu voz me gritaba que no lo hiciera, porque sabía que estabas viva. Y ahora, ahora tengo que dejarte ir, dejarte ir para que vuelvas con él.
Su confesión perforó el aire entre nosotros, dejándome sin aliento. Mi corazón latía con una intensidad dolorosa, y cada palabra suya se clavaba en mi alma como un eco de mi propio sufrimiento. ¿Cómo podía explicarle que partir de su lado me arrancaba una parte esencial de mí misma? Que fingir ser la esposa de Alessandro era una mentira que quemaba cada rincón de mi ser, que destruía cada fragmento de lo que un día fui, que mi mente ya fracturada ahora sufría por aquellos vacíos que necesitaba llenar.
──No quiero dejarte, ──dije en un susurro, apenas audible. Mis palabras estaban cargadas de una verdad insoportable──. Mi cuerpo… mi corazón… me ruegan que me quede. Pero no puedo. No puedo escapar de esta mentira, tan atroz como necesaria.
El semblante de Red sólo se endureció más, pero en sus ojos vi la batalla interna que libraba. Su lucha reflejaba la mía, dos almas desgarradas por decisiones que no queríamos tomar pero que parecían inevitables.
──Yo no me quiero ir, ──conseguí decir, la voz quebrada por el llanto que contenía──. Pero debo mantener este engaño, debo ser la esposa que no quiero ser. Si no lo hago…
──Lo sé, Athenea, ──me interrumpió, su voz un murmullo lleno de dolor──. Lo sé, y por eso te dejo ir. Pero entiende que estoy dejando ir a la razón por la que seguí adelante todo este tiempo. Vivo por ti.
Nos quedamos allí, inmóviles, atrapados en un momento que ninguno de los dos deseaba. Y aunque las palabras ya no eran suficientes, nuestras miradas se dijeron todo aquello que nuestros labios no se atrevían a pronunciar.
Finalmente, me di la vuelta con el corazón roto y el alma en pedazos. Sabía que Alessandro me esperaba, y que la máscara tendría que volver a cubrir mi rostro. Pero justo en ese instante, cada paso que daba lejos de Redgar era un desafío a todo lo que realmente importaba dentro de mí.  Podía escuchar al salir del hotel como se destruían cosas, el crujir de objetos cayendo, me detengo en medio de la cera, y estoy por volver pero Gianni se interpone.
───Señora hacemos más vivos que muertos. ──susurra. ──. Puede volver a verlo. Yo la ayudaré pero ya es hora de irnos.
Asiento con pesadez, seco mis lágrimas y me monto en el auto. 
El tiempo era escaso, Gianni cambio el camino  y se aseguró en todo momento que no fuésemos seguidos por nadie, para volver al apartamento tomamos el mismo camino. El cambio de guardia se daría en 10 minutos, debíamos apresurarnos.
Dentro de mi crecía una gran impotencia, estaba llena de cólera por aquello que tuve que dejar, por aquello que tengo que callar y oprimir en mi corazón. No tengo arrepentimiento de nada, tengo es furia oprimida en mi estomago.
Subimos al apartamento, llegamos por la cocina siguiendo los pasos que hicimos al irnos, cuando estoy pasando por la cocina unos pasos se escuchan en la distancia, Gianni me sujeta del brazo y lleva su dedo a sus labios para que haga silencio, me quito el abrigo, los guantes, desaliño un poco mi cabello, contengo el aire debo calmar mi cuerpo, estoy segura que debe notarse lo alterada que estoy.
Gianni se oculta con las cosas, los pasos se detienen a lo lejos. Me sirvo un vaso de agua, noto mis manos temblar y tomo una larga bocanada de aire y salgo, no hay nadie en el pasillo, me encaminó hacia la habitación que comparto con Alessandro, abro la puerta suavemente, él esta dormido en la misma posición que estaba antes de irme. Dejo el vaso en la mesita de noche, y entro en la cama, Alessandro está profundo, lo detallo y siento tanta rabia e impotencia, cierro mis ojos con fuerza y contengo las ganas de llorar que se acumulan en mi garganta.
Es sofocante.
Su mano se posa sobre mi abdomen, y me aferro con fuerza a las sábanas. Ahora mismo siento que estoy traicionando al hombre que me ama, estoy traicionando a mi amor, y a mí corazón.
Me aferro con fuerza a esos instantes que pase con él hace un par de minutos, me aferro a sus besos llenos de pasión y amor y me aferra a su manera de poseer mi cuerpo. 
Mi cuerpo se enciende recordando todo lo que sentí entre los brazos de Redgar Kane, a la intensidad del momento, al calor de me cubrió.

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