capítulo 23

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Capítulo 23
Alessandro Gambi.
Kane.



Llegamos a Dublín en medio de la noche. Las calles estaban desiertas y el aire frío y húmedo nos calaba hasta los huesos. A través de la oscuridad, podía ver el inmenso castillo en la distancia, un gigante de piedra rodeado por sombras.
Esto será muy divertido.
Mi equipo y yo nos movimos en silencio, acercándonos al castillo. A cada paso, el edificio parecía hacerse más grande, más imponente. Finalmente, ordené a mis hombres que se desplegaran y rodearan la fortaleza. Abrí mi chaqueta para alcanzar mi arma, sentí el metal frío en mis manos mientras la cargaba. No pude evitar sonreír.
—Voy a disfrutar esto —dije, con una emoción oscura en mi voz.
Wells, se acercó y revisó su propia arma. Sus ojos nunca dejaron de moverse, inspeccionando el terreno.
—El castillo está rodeado —me informó con seguridad. ──. Está muy resguardado.
Asentí, sabiendo que el momento estaba cerca. Nos adentramos en el bosque que rodeaba el castillo, moviéndonos rápido pero en silencio. Las sombras de los árboles nos cubrían mientras avanzábamos.
De repente, uno de nuestros hombres, Sanders, tropezó y desapareció de nuestra vista. Wells y yo nos detuvimos en seco, escuchando los gritos apagados que venían de un profundo agujero en el suelo. Tenían hoyos por todo el bosque.
Antes de que pudiéramos reaccionar, el sonido distintivo de un arma accionándose rompió el silencio. No hubo tiempo para pensarlo. Los disparos comenzaron a retumbar a nuestro alrededor. Nos cubrimos detrás de los troncos de los árboles mientras el intercambio de balas iluminaba la oscuridad.
El ataque sorpresa nos había alcanzado, pero estábamos preparados. Este era nuestro momento. Mientras las balas volaban y el caos se desataba, mi sonrisa no desapareció. Estábamos listos para lo que viniera, y le iba a destruir la vida a Redgar Kane como fuese…

Desde que puse un pie en este maldito bosque, sabía que la avanzada hacia el castillo de los Kane no sería fácil. La seguridad que tienen es impenetrable, pero estoy decidido a atravesarla.
Los disparos resonaban a nuestro alrededor, rompiendo la tranquilidad del bosque. El intercambio de balas era feroz, cada segundo era vital. Mis hombres se movían con precisión y determinación, respondiendo a los guardias que protegían el castillo. Wells, cubría mientras avanzábamos.
Nos abrimos camino, dando cuenta de cuantos guardias se interpusieran. Era un campo de batalla. Pasamos por un establo, usando el refugio de las caballerizas para esconderse y recuperar el aliento. El olor a heno y a sudor de los caballos flotaba en el aire, mezclado con el hedor de la sangre y la pólvora. Cambié el cartucho de mi arma, con la mente fija en nuestro objetivo: el viejo Kane.
Quiero quitarle todo a Red. Y para eso, el siguiente paso es su padre, el hombre que gobernaba su imperio. Nos acercamos cada vez más al castillo, eliminando a cualquier hombre que intentara detenernos. Sin embargo, no estábamos listos para lo que nos esperaba adentro.
De repente, en el vestíbulo principal, varios hombres nos rodearon. Mis sentidos estaban alerta, pero algo más llamó mi atención. Allí, en el centro de la habitación, estaba quién menos me imaginé ver.
Alessia estaba arrodillada, lágrimas corriendo por su rostro. El viejo jefe de la mafia irlandesa, Marlo Kane, le apuntaba con su arma. Alcé mi pistola, preparado para disparar, pero me detuve. Alessia me vio y su desesperación se transformó en un grito desgarrador.
──¡Alessandro! ──gritó, su voz quebrada. Intento gatear pero Kane la pateo haciendo que cayera al suelo.
Miré a Wells y supe que no podíamos fallar. Sabia que todo estaba listo.
──Buenas noches, jefe Kane. ──hago una pequeña reverencia. 
──Buenas noches, Gambi. ──musita, con una calma que impresiona. Levanto mis manos y hago a un lado mi arma. ──. Bienvenido a mi castillo. Disculpa la bienvenida llena de balas pero como comprenderás, no eres invitado a pasar.
Sonrío.
Maldito viejo.
──Estás rodeado. ──dice. ──. Estás en la ciudad que pertenece a mi hijo. Por supuesto que entrarías pero lo sabríamos.
──Quizás… pero adivine, usted también por más de 70 explosivos. ──no se inmuta.
──¿Vas a matar a tu hermana también? 
Señala a Alessia.
──Pues… ──siseo viendo a Alessia quien llora. ──. La hacia muerta. ──digo con sarcasmo y desdén.  ──. Así que no habría mucha diferencia.
Alessia abre sus ojos y llora con fuerza. Me tiene sin cuidado, ella no es mi objetivo aquí. 
Los hombres a nuestro alrededor cargan sus rifles, sonrío divertido. Sabía que no sería fácil y que Red tendría a su padre en una fortaleza así. Presiono con rapidez el botón del dispositivo que llevo en la mano, y las bombas empiezan a explotar en secuencia. Todos los uniformados corren a proteger a Kane, corro con fuerza para intentar llegar a él en medio del caos, la infraestructura empieza caer.
El estruendo de las explosiones rebotó contra las paredes de la mansión Kane, una dulce sinfonía de caos y destrucción que yo mismo había orquestado. No hubo tiempo para deleitarme en mi obra; cada detonación era un recordatorio de que debía seguir adelante. Atravesé el vestíbulo en llamas, mis pasos resonando sobre el mármol agrietado. Las columnas se desmoronaban y el cristal de las ventanas estallaba en mil fragmentos afilados.
Corría detrás del viejo Marlo Kane, su gente estaba desesperados por los pasillos en penumbra y las escaleras cubiertas de escombros. Los esbirros armados de Kane intentaban cerrarme el paso a golpes y cuchilladas. Un hombre se abalanzó sobre mí con una navaja oxidada. Lo derribé con un contundente golpe en la mandíbula y giré rápidamente para evitar una cuchillada de otro atacante, devolviendo el golpe con una fuerza implacable. Mi objetivo era claro y mi mente estaba fija en Marlo.
El piso crujía bajo mis pies mientras las detonaciones repetitivas marcaban mi avance. En el gran salón, la figura encorvada de Marlo Kane emergió, sujetando a Alessia como escudo humano. Su rostro mostraba miedo. No me importaba. Alessia era solo una pieza más en este juego dominado por el caos. Marlo usándola no me provocaba compasión, mi única preocupación era matarlo.
Con una fuerza inhumana, aparté a los secuaces que interponían la distancia entre Marlo y yo. El calor de las llamas era casi insoportable, pero continué, mi objetivo nítido en mi mente. Marlo intentó arrastrar a Alessia hacia una de las camionetas que llegaban para su escape, rodeadas por el fuego del bosque que ardía debido a las bombas.
Alcancé la camioneta justo cuando Marlo estaba a punto de subir. En medio del forcejeo, logré desviar su atención y soltarme de sus hombres, quien había tenido su mano sujetando mi herida en el hombro, recientemente provocada por uno de sus disparos. No me detuve. Apunté mi arma, pero una última maniobra desesperada de un secuaz me obligó a desenfocar justo en el momento crítico. Marlo subió al vehículo, dejando a Alessia tirada en el suelo del bosque.
Me detuve frente a Alessia, respirando pesadamente, la furia  luchando en mi interior. Sus ojos me miraron con alivio, pero mi ira no había disminuido. Levanté el arma, y su grito desesperado resonó en mis oídos.
──¡Soy tu hermana! ──bajo el arma. ──. Soy tu hermana… ──repite varias veces.
──¿Y? Se supone que estás muerta. ──se lanza a mis pies. ──. Si vives arruinas todo.
Llora con más fuerza.
──¡Alessandro! Mis hijos… por favor. ¿Ellos están bien?
Chasqueó mi lengua.
──Si, mi esposa las cuida. Y lo hace mejor que tu. ──suelto. ──. Wells.
Wells llega.
──Tenemos que irnos. Todo es un caos. ──se escucha a lo lejos disparos y vienen por nosotros, mi brazo quema.  ──. Debemos seguirlos…
──Exíliame como lo hiciste con mamá. No me mates, por favor. ¡Alessandro!
La voz de Alessia solo me da dolor de cabeza.
──Encárgate Wells. ──suelto.

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