Capítulo 15
Athenea Gambi.
Mientras los niños seleccionaban sus juguetes favoritos, los acomodaban cuidadosamente dentro de sus maletas con la ayuda de la niñera. Yo, me mantenía de pie, observándolos en silencio. El tenue ruido de los juguetes al ser guardados no lograba distraerme de los recientes acontecimientos. Aún podía escuchar el eco de las balas y el caos que se había desatado apenas unos instantes antes. Y allí, en medio del tumulto, lo vi a él.
“Nena, mírame. Soy yo…” Su voz se repetía una y otra vez en mi cabeza. Quise negar la realidad, quise decir que todo estaba bien, pero algo dentro de mí se quebró. No podía simplemente asentir y pretender normalidad. Desperté de mi trance y con determinación.
──Tienen 5 minutos. ──dije a la niñera, asintió.
No había tiempo para más. Salí de la habitación y me dirigí rápidamente hacia el estudio donde sabía que encontraría a Alessandro.
Él estaba allí, sacando documentos y objetos de valor de la caja fuerte. Note cómo deslizaba algo en el bolsillo de su pantalón justo antes de que se girara a mirarme. Nuestros ojos se encontraron en una mirada intensa y llena de preguntas no dichas.
──¿Los niños están listos? ──su voz rompió el silencio.
Asentí con la cabeza a pesar de notar los moretones en su rostro y los nudillos ensangrentados. Me acerqué a él, impulsada por la necesidad de estar cerca, de asegurarme que estaba bien, pero un dolor agudo e inesperado atravesó mi cabeza, obligándome a detenerme y llevar una mano a la cicatriz oculta bajo mi cabello.
Alessandro se acercó preocupado.
──¿Athenea? ──preguntó con voz tensa.
“Nena…”
Su voz se repetía como un eco en mi cabeza.
Negué con la cabeza, tratando de minimizar su preocupación.
──Es el dolor de cabeza… solo eso. ──logré decir, intentando mostrar una calma que estaba lejos de sentir.
──¿Qué te dijo Kane?
Elevo mi mirada a Alessandro quien me observa lleno de intriga.
──Nada.
──Athenea…
──Me llamó “Nena” ¿Por qué lo hizo? ──Alessandro se tensa, y se acerca más a mi.
──Porque quiere lo que es mío, porque siempre ha sido así. ──pasea sus dedos por mis labios. ──. Y tú me perteneces, Athenea.
El dolor de cabeza me obliga a cerrar los ojos, la voz de Federico interrumpe el momento.
──Todo está listo. Es hora.
──Ve por los niños. ──asiento.
Salí del despacho, determinada y con paso firme, a buscar a los niños. Alessandro acababa de salir, dejando su oficina vacía mientras sacaban todos sus papeles y pertenencias. Escuché los pasos de los pequeños bajando las escaleras, y me acerqué para recibirlos.
──Vamos, niños. ──dije, extendiendo mis manos hacia ellos.
Renzo y Enzo, se acercaron apresuradamente y tomaron mis manos con sus deditos pequeños y fríos. A medida que nos dirigíamos hacia la salida, el ruido del helicóptero nos esperaba, ensordecedor y constante. Me agaché ante ellos para asegurarme de que sus abrigos estuvieran bien abrochados, mirándolos a los ojos.
──Nos iremos en el helicóptero, estaré todo el tiempo con ustedes. ¿Ok? ──pregunté, buscando en sus caras algún signo de miedo o incertidumbre. Ambos asintieron, sus rostros serios y expectantes.
Son fuertes.
Nos levantamos y caminamos juntos hacia el helicóptero. El viento de las aspas del helicóptero comenzó a golpear con fuerza. Tuve que cargar a Renzo, que se aferraba a mí, mientras la niñera ayudaba a Enzo. Los subí al helicóptero con cuidado, y justo entonces Alessandro hizo su aparición, extendiendo su mano para ayudarme a subir.
Una vez adentro, aseguré a los niños en sus asientos, verificando cada cinturón con meticulosidad. Alessandro se sentó frente a mí, con una expresión insondable, como si intentara descifrar mis pensamientos o buscara confirmación en mis acciones. Los niños se aferraban a mis brazos, buscando en mí un refugio contra el ruido y la inusual situación. A pesar del caos exterior, en ese pequeño espacio, traté de transmitirles toda la calma que pude, sabiendo que los próximos dias serían cruciales.
Toda había empezado.
****
Miro a los niños dormir en los asientos del jet, tan tranquilos, ajenos al zumbido constante de la aeronave y a las turbulencias de la vida adulta. Sus rostros pacíficos contrastan con el nudo de ansiedad que siento en mi estómago mientras el avión toma velocidad en la pista. Me aferro al asiento, sintiendo cada vibración como un eco de mis propios temores.
A medida que ascendemos, levanto la mirada hacia Alessandro, quien se sienta frente a mí. En una mano sostiene un trago y en la otra, su arma. Con una elegancia fría, coloca ambas cosas sobre la mesa que nos separa. Sus ojos se clavan en los míos con una intensidad que desafía el retumbar de los motores.
──¿Qué me ocultas, Athenea? ──su voz corta el ruido con precisión quirúrgica.
Respiro hondo, intentando esquivar el torbellino de emociones que sus palabras despiertan en mí. Inclino mi cabeza, desafiante, y replico con determinación.
──¿Que me ocultas tú? ¿Porque él me dijo así? Porque parecía que él… ──callo de golpe.
Alessandro me estudia con detalle, como si tratara de leer un libro en un idioma que apenas reconoce.
──Porque en el pasado le perteneciste o creyó que fue así, pero me amaste desde el principio, y ahora él cree que puede tener aquello que en algún momento pensó suyo.
Cierro los ojos con fuerza, frustrada por la niebla que envuelve mis recuerdos. Cuando los abro, encuentro la copa que Alessandro me extiende. La tomo, y con un sorbo ligero, dejo que el líquido me queme la garganta antes de colocarla nuevamente sobre la mesa.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —mi voz es apenas un susurro, pero cargado de un pesar profundo.
—¿Para qué? Eres mi esposa —responde él, su voz ahora un escudo de amargura.— Y ese maldito, por celos, nos arrebató la vida, a nuestro hijo y tus recuerdos.
El espacio entre nosotros se satura por sus palabras, tan densa y opresiva como el aire que nos rodea. Siento el amargo sabor del trago aún en mi boca.
El silencio se instala entre nosotros, denso como la niebla de mis recuerdos perdidos. Alessandro mira fijamente hacia el frente, dejando que su mirada se pierda en algún punto indeterminado más allá de la cabina del jet.
Suspiro profundamente, intentando calmar el torbellino de emociones que se arremolinan dentro de mí. La expectativa de respuestas golpea en cada rincón de mi mente, pero la incertidumbre me mantiene en silencio.
Algo no cuadra. Me oculta tanto y yo me siento aturdida.
──No puedo recordar. Y siento que me ocultas cosas. ──le digo finalmente, con la voz quebrada, encontrando en esas palabras la cruda realidad de mi existencia fragmentada. ──. Todo es solo sombras y ecos. Si realmente me amaste desde el principio, ¿por qué parece que solo habitamos entre mentiras y secretos ocultos?
Alessandro gira su cabeza lentamente hacia mí.
—Porque temía perderte. —admitió. —. Cada verdad que te hubiese revelado, cada fragmento del pasado que eligiera compartir, podría haber sido la gota que rebasó el vaso y te alejara de mí. Y eso, Athenea, eso no podía arriesgarme a enfrentarlo.
Aprieto los puños, sintiendo la injusticia de sus palabras resonar dentro de mi pecho. Sin embargo, a pesar de la ira y la confusión.
Todo lo que se reproduce en mi mente en la voz de Kane, llamándome.
—¿Y ahora qué? —pregunto, mirándole directamente, buscando algo más que respuestas en su rostro. Busco conexión, comprensión, algo que me ancle a esta vida que parece más una ficción que una realidad.
—Ahora empezamos de nuevo. Te diré todo lo que necesitas saber, todo lo que quiero que sepas y haremos lo que tú quieras, preciosa. ──sus palabras me dejan con un sin sabor extraño.
Asiento lentamente, permitiéndome sentir un atisbo de esperanza entre el caos de mi psique fracturada. La reconstrucción de mi vida, de nuestro vida juntos, parece un desafío monumental.
Porque en sus manos se reconstruye mi vida y no tengo como darle soporte a ello. Lo que él diga se supone que debo creerlo, debe ser así. Al final soy su esposa. ¿no?
El jet atraviesa una nube, y por un momento, el tumulto exterior refleja mi tumulto interior. Pero al igual que el avión emerge del manto nuboso hacia la claridad pero yo aún me siento en tinieblas, siento muy en el fondo de mi ser que Alessadro me oculta demasiado.
La mirada de Kane vuelve a mi, su mundo estaba frente a él.
¿Yo?
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Athenea
RomanceElla había saltado sin miedo a mi mundo, se había sumergido en mi oscuridad sin vacilar, dispuesta a enfrentar todo por mí. Y yo, dispuesto a desafiar al mundo entero por ella. No había piedra bajo la cual no miraría, no había esquina del mundo adon...