capítulo 4

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Capítulo 4
Red.



Llené un vaso con un licor ámbar y con paso firme me dirigí hacia el sótano de la inmensa mansión. Descendí con calma, consciente de los tres hombres vigilantes que me esperaban en la puerta de doble hierro. Con un gesto, retiraron los seguros y me abrieron paso. Una silla se deslizó a mi lado y pude ver a la mujer, Alessia, levantarse y observar mis manos con recelo, como si temiera encontrar en ellas algo que pudiera hacerle daño.
Tomé un trago del licor y la vi retroceder un paso. En sus ojos, percibí el miedo mientras su mirada se clavaba en la mía. El sótano estaba acondicionado para ella, un lugar sin ventanas, sin distracciones, solo una cama que resonaba con sus palabras cargadas de desesperación.
──Ya te he dicho todo lo que sé. ¿Qué más quieres de mí? Este lugar me aterra, no hay escapatoria, solo esa cama, me estoy volviendo loca aquí. Llevo meses sin ver el sol. ──En respuesta, alcé una ceja y tomé asiento en una de las sillas, enfrentándola directamente, creyendo que eso me importa.
──Nadie conoce mejor a Alessandro que tú. ──dije con calma. Alessia cruzó los brazos sobre su pecho.
──Detesto esta vida, no soy parte de su negocio, no sé nada. No he querido involucrarme. ¡Por esta mierda!
La observo, está desesperada.
Luego de un tenso silencio que parecía prolongarse por una eternidad, el eco de la respiración entrecortada de Alessia resonaba en el sótano como un tambor que anunciaba una batalla inminente. Sus ojos, cargados de una mezcla de temor y desafío, seguían evitando encontrarse con los míos, como si contener la mirada pudiera protegerla de revelar demasiado.
El tintineo del hielo en el vaso mientras daba otro sorbo al licor rompió momentáneamente la quietud opresiva que se había instalado entre nosotros. Alessia, finalmente, alzó la vista y clavó sus ojos en los míos, una chispa de desafío y resignación brillando en su mirada.

──¿Realmente piensas que tengo algo más que contarte, Red? ──su voz sonaba firme ahora, desprovista de la fragilidad que había mostrado previamente. ──. He dicho la verdad. No soy parte de los oscuros negocios de Alessandro. Soy solo un peón en este juego enfermizo que ustedes han creado. Lo único que me importa son mis hijos…
Me recosté ligeramente en la silla, evaluando cada gesto, cada inflexión de su voz en busca de pistas ocultas que pudieran conducirme más cerca a algo.
──Y él se los llevó. Te entrego a ti. Tú hermano.
Alessia me observa.
──¿Crees que están a salvo con él? ──una lágrima corre por su mejilla, la seca con brusquedad.
──Él no le haría nada a los niños.
Sonrío divertido.
──Así como nunca te haría nada a ti. ──bufo. ──. A su hermana…
──¡Ya basta! No sé donde está, no sé a dónde fue. Te dije todo lo que sé, lo que escuché. Te dije donde están nuestras casas. ¿Qué más quieres? ──grita desesperada. ──. A mi ese maldito mundo no me gusta, lo detesto. ──solloza. ──. Yo detesto esto. Se lo dije, se lo reproché. Acabo con mi vida y con la de mis hijos cuando decidió retarte, yo sé lo dije.
Me levanto haciéndole frente.
──¿Dónde está tu madre Alessia?
Eleva sus cejas. Ladeo mi rostro.
──Mi madre está muerta. ──chasqueó mi lengua, y me acerco a ella con una sonrisa enorme.
──No lo está, tu y yo lo sabemos.
──¡Estás loco! Tú obsesión por esa mujer te está haciendo delirar, mi madre murió hace tres años, ¡Tres! 
──Alessia. ──advierto, ella sabe todo lo que le puedo hacer, y entiende porque no lo he hecho también. Llora con fuerza, niega secando sus lágrimas.  ──. Piensa en tus hijos, haz lo que no hizo tu hermano por ti.
──Dios. ──llora con más fuerza, cubre su rostro. ──. Solo tienen cinco años. Cinco…
──Dime dónde está tu madre. Porque en su tumba, no está.  
Llora con más fuerza.
Me incliné hacia adelante, asegurándome de tener su atención antes de hablar.
──Pedí a mis hombres que exhumaran la tumba de tu mamá. ──dije con voz tranquila, pero inflexible. Hice una pausa, dejando que las palabras se asentaran en el aire. ──Y adivina, no hay nada.
Alessia levantó la mirada hacia mí, sus ojos hinchados y rojos de tanto llorar. En un movimiento lánguido, se dejó caer en el colchón que yacía en el suelo, uno de sus brazos cubriendo su rostro.
──Lamento ser yo quien te dé la noticia. ──continué, aunque sabía que mi tono no transmitía verdadero pesar. ──. Ahora, necesito que me digas, ¿dónde está tu madre?
Ella negó con la cabeza, aún llorando, sin querer mirarme.
Sabía que necesitaba aplicar más presión, aunque me desagradara escalar las cosas. Saqué el arma que siempre llevaba conmigo y la coloqué de forma que pudiera verla claramente.
──Imagina lo que le haré a tus hijos cuando los tenga frente a mí si no hablas…
El miedo le cambió la expresión, sus ojos se agrandaron y por un momento, el silencio se hizo más denso. Sabía que había cruzado una línea, pero las circunstancias me obligaban a ser quien era. Yo también tenía a alguien a quien quería recuperar, y mis métodos, aunque cuestionables, la mayoría de las veces eran mi único recurso.
──No puedo decirte dónde está. ──murmura.
──¿Por qué?
──Porque ni yo lo sé. ──seca sus lágrimas. ──. Cuando enviaste el pies de Giovanni, Alessandro nos movió. Mi madre estaba en la casa y se la llevó, a mí y a mis hijos nos movió con él. No sé a dónde la envío.
──Gracias, Alessia. Prometo no tocar a tus hijos pero a Alessandro lo voy a hacer mierda.



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