Capítulo 19
Athenea Gambi.
La puerta se cerró con un sonido seco, un eco ligero pero definitivo que marcó su salida. Me quedé de pie, inmóvil, observando el espacio ahora vacío donde Alessandro había estado justo un momento antes. Mi mente bullía con preguntas, cada una abriéndose paso con más fuerza que la anterior. ¿Por qué se fue sin decir más? ¿Qué estaba pensando realmente? ¿Por qué ese eco resonada con tanta fuerza en mi mente? ¿Por qué sentía ajeno todo esto?
Con cada día que pasaba, esas preguntas sólo se hacían más grandes, transformándose en lagunas profundas que amenazaban con tragarme entera. Sentía un vacío creciente, una confusión que se apoderaba de cada rincón de mi pensamiento.
Impulsada por una fuerza desconocida, me encontré caminando hacia la ventana que da hacia la calle. La vista era impresionante Armenia era desconocido y hermoso pero mis ojos buscaron: un hombre que recibía a Alessandro. No lo conocía, nunca lo había visto antes, pero algo dentro de mí se agitó violentamente al verlo. Una tensión desconocida se apoderó de mi cuerpo, una mezcla de alerta y reconocimiento. Era como si las piezas de un rompecabezas empezaran a caer en lugares que no quería admitir que existían.
Mi cabeza empezó a doler.
Mirando fijamente desde mi ventana, sentí cómo mi pasado intentaba colisionar con mi presente con una fuerza ineludible. ¿Quién era ese hombre? ¿Qué papel jugaba en la historia que Alessandro había dejado inacabada entre nosotros? No tenía respuestas, sólo un creciente temor que algo grande estaba a punto de revelarse, algo que tal vez no estaba lista para enfrentar.
Lleve mis manos a mi cabeza y cerré mis ojos con fuerza.
Me voy directo al sofá, y me dejé caer en este. Recuerdo el botón que guardé en mi bolso, y me levanto para ir a la habitación, busco con cuidado, ya arreglaron la habitación, me dirijo hacia el vestidor y mi bolso está junto al dinero, el arma y el teléfono.
Me tenso porque no lo noté cuando estaba con Alessandro, me acerco apresurada y reviso el bolso, saco el pequeño botón que aún parpadea.
Trago grueso.
Esto tiene que ser un rastreador. Lo vuelvo a meter en el mismo lugar. La puerta de la habitación se abre, Enzo se asoma con una amplia sonrisa.
──¿Merendamos?
Sonrío y asiento.
****
Estoy parada a mitad de la noche frente a la caja fuerte, después de haber intentado dos claves sin éxito. La pantalla inerte parece burlarse de mi. Siento que Alessadro oculta algo en esta caja metálica.
En la distancia, el sonido de un teléfono quiebra el silencio de la madrugada. Es el teléfono especial que me dejó Alessandro, apenas perceptible pero insistente. Dejo la seguridad de la pantalla y el acero, caminando a través del vestidor hasta donde se encuentra el aparato.
──¿Sí?. ──contesto, la voz firme aunque curiosa.
──Hola, Preciosa. ──responde Alessandro desde el otro extremo de la línea.
Me siento en el borde de la cama.
──Hola, ¿cómo estás? Es tarde.
──Lo sé, pero sabía que no estarías dormida. Te cuesta conciliar el sueño. ──dice él, y mi mandíbula se tensa al confirmar mi pequeña debilidad personal que él conoce tan bien. ──. ¿Todo está bien? ──su pregunta es directa, esperando la verdad entre líneas.
──Estoy segura que ya sabes esa repuesta, la seguridad debe tenerte al tanto pero Sí, todo está bien. Los niños duermen y la seguridad se oye deambular de un lado a otro. ──Respondo.
Alessandro suspira en el teléfono.
──Te extraño, Preciosa. ──en este punto recuerdo como le gusta que le responda y eso hago.
──Yo también te extraño, Aless. Estoy agotada debería intentar dormir.
──Si, deberías. Tomate las pastillas, por favor.
──Lo haré, nos vemos en unos días. ──respondo con la voz modulada al tono que sé que le agrada, induciendo una sonrisa invisible en su rostro. Nos despedimos en italiano y coloco el teléfono de vuelta en la cama.
El día ha pasado lento, colmado de pensamientos y una curiosidad que no me deja en paz. Justo cuando la calma parece regresar, el teléfono repica de nuevo. Me giro sorprendida hacia la pantalla; Alessandro nunca llama dos veces seguidas en una noche. Con el corazón encogiéndose, extiendo la mano y contesto.
──¿Qué pasa? ──se escucha un suspiro ronco, mi corazón se agita.
──¿Nena? No tranques, por favor.
Todo a mi alrededor se detiene.
──¿Athenea? Se que me escuchas. Sé que estás allí. Tenemos que hablar. Tienes que escuchar mi versión. Todo lo que él te dice, es mentira. ¿Athenea?
Me levanto y su voz me grita, me llama. Mi corazón late a mil, el aire comienza a faltarme.
──¿Nena?
──¿Por qué me llamas así? ──se hace un silencio en la línea.
──Porque eres mi nena, porque desde que estamos juntos lo has sido. Tú eres mi esposa.
Niego con lágrimas en mis ojos, tranco la llamada y lanzó el teléfono a la cama. Vuelve a sonar allí. Me acerco a la cama y le coloco una almohada encima al aparato que no deja de repicar, tomo las pastillas que yacen en la mesa de noche y me las tomo.
¿Qué mierda?
¿su esposa?
Mi mirada va hacia mi dedo anular, el vacío… el vacío se hace más grande a pesar de la argolla que yace allí.
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Athenea
عاطفيةElla había saltado sin miedo a mi mundo, se había sumergido en mi oscuridad sin vacilar, dispuesta a enfrentar todo por mí. Y yo, dispuesto a desafiar al mundo entero por ella. No había piedra bajo la cual no miraría, no había esquina del mundo adon...