capítulo 21

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Capítulo 21
Red.
Por ella.



Desde la distancia, la veo. Mi Athenea. Está sentada en esa banca del parque, su espalda recta y sus ojos recorriendo constantemente el área, vigilando a los niños Gambi mientras juegan. Mi corazón se acelera al observarla; esa mezcla de serenidad y alerta que siempre la ha caracterizado. Me duele ver lo cerca que estoy, tan cerca que casi puedo sentir su presencia, pero al mismo tiempo, estoy a un abismo de distancia.
En este momento, Tony está al volante, y sé que nos estamos quedando más tiempo del que deberíamos. Sé que tengo que mirar hacia adelante, pero no puedo arrancar los ojos de la escena delante de mí. Athenea se levanta por un segundo para ayudar a uno de los niños a subirse al columpio, su sonrisa tierna ilumina su rostro.
Una promesa. Le hice una promesa a ella, una que nunca rompería. Si bajo de esta camioneta ahora y me acerco a ella, su mundo, el mundo de esos niños, se inundaría de caos. No puedo permitir que eso suceda, por más que me duela. Mi corazón lucha contra el deseo de salir corriendo hacia ella, tomar su mano y no soltarla jamás.
Tony pisa el acelerador y el parque comienza a alejarse. Athenea ya no está en mi campo de visión, solo queda el recuerdo reciente de su imagen. Apreté con fuerza el teléfono que tengo en mis manos, la única conexión que todavía mantiene con ella. Sé que va a recordarme, va a sentirlo porque esta vez me escuchó. Ella me escuchó.
Tengo esperanza.
Ella volverá a mi, y buscará la manera de hacerlo. Lo sé…



***



Han pasado un par de horas desde que vi a Athenea por última vez. Me encuentro en mi escondite, alerta, atento a cada ruido y sombra que pudiera delatar nuestra posición.  Miro a Ronin, quien se acerca y me extiende una imagen. Al verla, una sonrisa inevitable se dibuja en mis labios.

──¿Sola? —pregunto.
Ronin asiente con firmeza.
—Solo con seguridad. Cuatro hombres, una camioneta blindada, lleva el rastreador encima.
Sonrío satisfecho. Me levanto y tomo mi saco, ajustándolo sobre mis hombros.
──Es hora ──digo, con una certeza renovada──. Debo sentarme con ella.
Ronin me sigue en silencio, conscientes ambos de que cada paso que damos nos acerca más a mi objetivo.
Tony sonríe, me extiende el arma y salimos resguardados de seguridad cada uno carga su arma.
──Ella no se toca. ──Ordeno. ──. Bajo ningún concepto… ──me giro hacia Tony. ──. Bajo ningún concepto.
Asiente de mala gana, y subimos a la camioneta.
Salimos del escondite en Ereven, Armenia. La noche era fría y silenciosa, perfecta para lo que teníamos en mente. El destino: Renommee Restaurant. Aparcamos cerca del lugar, y de inmediato notamos el movimiento de la seguridad. Dos hombres vigilaban fuera, y asumimos que otros dos estaban dentro.
──¿Ronin? ──llamé.
Él se giró hacia mí con una sonrisa de complicidad.
──Ya apagué todas las cámaras. La policía está ocupada con un robo al otro lado de la ciudad. Puedes hacer una carnicería si así lo deseas… Tienes el camino libre, solo son cuatro.
Asentí y bajé de la camioneta, asegurando mi arma en la mano. Nos movimos con rapidez. El primer guardia apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que mi bala lo alcanzara. Cayó al suelo, y Tony, siempre eficiente, se acercó para recoger su cuerpo y ocultarlo de la vista.
El segundo guardia me vio en el último momento, suficiente para que se desatara un pequeño forcejeo. Aunque fue breve, terminó con él en el suelo también. Ajusté mi traje, asegurándome de que todo estuviera en orden, y entré al restaurante.

La encargada me recibió con una sonrisa profesional que se desvaneció cuando sus ojos se encontraron con los míos. Pero no era ella mi objetivo. Desde donde estaba, pude ver a quien  buscaba. Sin esperar más, saqué mi arma y disparé. La bala atravesó el aire y el otro hombre cayó frente a la mujer.
Ella abrió la boca para gritar, pero Tony se adelantó y le tapó la boca antes de que pudiera emitir sonido alguno. Todo estaba bajo control. Podíamos seguir adelante con el plan.
Entré al restaurante con determinación. La atmósfera era elegante pero tensa, como si el propio lugar supiera lo que se avecinaba. Allí estaba ella, sentada en una mesa en el centro del restaurante. Una copa sostenida delicadamente en su mano, sus ojos fijos en el líquido dorado.
Faltaba uno. Habían cuatro, pero solo había visto tres. ¿Dónde estaba el cuarto hombre? Mi mirada barrió rápidamente la sala, buscando cualquier señal de peligro. No encontré nada evidente, pero no podía permitirme bajar la guardia.
Me acerqué a la mesa de ella. Sin levantar la vista del champagne, noté un ligero movimiento de su mano. Al levantar mis ojos, la vi sacar un arma y dejarla suavemente sobre la mesa. Nuestros ojos se encontraron, y una pequeña sonrisa se formó en mis labios. Guardé mi propia arma de vuelta en su lugar y me senté frente a ella. Un año había pasado desde la última vez que estuvimos tan cerca, y ahora la tenía en frente.
Extiendo mi mano y tomo la copa que ella había estado sosteniendo. Llevo el vidrio a mis labios y pruebo el champagne. Su mirada sigue cada uno de mis movimientos, especialmente enfocada en mi mano. En mis tatuajes…
Lo vio.
──No tengo chaleco antibalas esta vez ──dije con voz firme, rompiendo el silencio—. Así que si decides matarme, vas a lograrlo. ──posa su mano sobre el arma y pasea sus dedos por el hierro.
La tensión entre nosotros era palpable, pero también había algo más, algo que no se podía describir con simples palabras. Había sido un largo año, y ahora, finalmente, había llegado el momento de vernos cara a cara. Su belleza es deslumbrante, es lo más hermoso que he visto en mi vida, y ella necesita recordar que es mi mundo y por quien vivo.
Mis ojos nunca dejaron los suyos mientras bajaba la copa y la colocaba suavemente sobre la mesa.
──Sabía que vendrías  por  mi. ──susurra.
──Siempre lo haré, Athenea. ──confieso llamando su atención.
──¿Los mataste?
Asiento.
──Falta uno. ¿Dónde está?
──Apuntando a tu cabeza. ──musita con calma. Su confianza me está matando de orgullo.
──¿Planeaste esto?  ──asiente. Saca el rastreador que titila en la fina tela de la mesa. Lo consiguió, fue ella.
──Explícame porque sueño contigo. ──sonrío al escucharla.
──¿Sueñas conmigo? ──inquiero.
──Habla, Kane.
Me inclinó hacia delante ligeramente.
──Para ti no soy Kane, ni siquiera Red, para ti soy Redgar… tú Redgar. Tu esposo.



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