Capítulo 7
Red.
Una pista.
Me ajusto el cuello del traje mientras abro la puerta de la camioneta. El cuero del asiento cruje ligeramente bajo mi peso a medida que me acomodo al lado de Tony. Él mira hacia adelante, con una expresión seria que sólo se interrumpe para verificar que la pistola bajo su chaqueta sigue en su sitio. Salimos del recinto del castillo y la oscuridad empieza a quedar atrás.
Tony arranca el vehículo y nos dirigimos hacia el centro de Dublín. Aunque las luces de la ciudad comienzan a iluminar el camino, siento como si una sombra aún nos siguiera de cerca. Nos alejamos rápidamente de la tranquilidad y los secretos que guardan las antiguas paredes del castillo.
Mientras nos adentramos en el bullicio y la vida de la ciudad, mi mente viaja brevemente a Athenea, recordando cómo se movía entre las mesas del restaurante, siempre atenta, su sonrisa disfrazando la carga de sus propios secretos. Sacudo la cabeza, apartando esos pensamientos. Hoy, no me puedo permitir distracciones.
Llegamos al restaurante de lujo, un hervidero de influencias y poder donde un grupo de socios ya estarán esperándome. Bajo de la camioneta y a pesar del frío viento que azota, la frialdad que cargo es de otro tipo; la que me exige mi papel como jefe de la mafia. Fortaleza, dureza, crudeza: esa es mi armadura.
Al entrar, realizo un escaneo rápido del lugar. Las miradas se dirigen hacia mí, algunas disimuladas, otras no tanto. Entonces lo veo; al hombre que hemos estado buscando durante los últimos días. Está en una mesa al fondo, y en cuanto nuestras miradas se cruzan, se levanta apresuradamente.
Marchando hacia él con pasos decididos, no cuando tanto está en juego. Justo antes de alcanzar la mesa, ajusto mi traje y me siento frente a él.
El silencio en el restaurante se hace presente.
──Buenas noches, Erick.
──Jefe. ──susurra sentándose mirando a todos lados. ──. No sabíamos que vendría hoy.
──Y no tienen porqué saberlo. ──respondo.
Me incliné hacia adelante, clavando mis ojos en el hombre que se retorcía en su silla al otro extremo de la mesa. El bullicio del restaurante de lujo contrastaba con la tensión palpable que se respiraba en nuestro rincón.
──¿Qué tienes que decirme?
Erick desajusta su corbata.
──Interceptamos una mercancía en Manchester, señor. Heroína. ──observo a Tony de reojo.
──¿Heroína? ──asiente.
Eso solo lo trafican los italianos.
──Nos pareció extraño, estaban cerca de uno de los muelles que nos pertenecen, que le pertenecen. ──corrige. ──. Escuchamos el acento, y eso nos hizo interceptarlos. Esa ruta no es común para los italianos. Para ninguna de esas familias. Si se arriesgaron a usarla es porque esa mercancía era importante.
Me tenso.
──¿Qué italianos? ¿De qué familia? ──repetí, mi voz baja cargada de necesidad que podía sentirse en el aire.
Erick, visiblemente nervioso y sudando bajo el cuello de su camisa, miró a su alrededor antes de contestar apresuradamente.
──Los Martelli, señor… pero yo… yo solo vi una oportunidad y la tomé; no fue mi intención desafiar… recibieron esa mercancía de un Gambi, fue lo que dijeron apresurados los hombres, nosotros la robamos, y la vendimos.
Todo mi cuerpo se tensa.
──¿Qué Gambi? Alessia Gambi esta bajo mi poder y Alessandro está desaparecido.
──Señor, creo que esa mercancía era de Alessandro Gambi.
──¿De donde venía?
──De las Islas canarias.
La mesera se acercó otra vez, ofreciendo más bebida, pero apenas le dirigí una mirada esta vez; toda mi atención estaba fija en el hombre que tenía frente a mí. Me levanto y volteo la mesa haciendo que todo caiga al suelo, miles de miradas en mi, me acerco al hombre que retrocede al ver que me acerco a él, lleno de furia.
──¿Cuál de las islas? ──inquiero . ──. ¿Cuál? ──grito.
Erick niega no entiende…
──No se cuál, señor. Solo pude sacarle eso.
──¿Los mataron?
Asiente, y mi cuerpo arde. Golpeó con todas mis fuerzas a Erick haciendo que caiga al suelo.
──¿el dinero? ¿Dónde está?
──En un galpón que pertenece a su padre, señor. ──murmura limpiando la sangre que sale de su labio.
Me yergo, y acomodo mi traje.
──Encárgate, Tony.
Tony saca su arma y dispara en la cabeza a Erick, su cuerpo cae, la gente en las mesas detiene lo que estaba haciendo.
──Maldito, Matteo. ──gruño saliendo del restaurante. Subo a la camioneta, detrás de mi viene Tony dando órdenes a los hombres. Sube y cierra la puerta. ──. Nos vamos, debo hacerle una visita a Matteo Martelli.
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Athenea
RomanceElla había saltado sin miedo a mi mundo, se había sumergido en mi oscuridad sin vacilar, dispuesta a enfrentar todo por mí. Y yo, dispuesto a desafiar al mundo entero por ella. No había piedra bajo la cual no miraría, no había esquina del mundo adon...