capítulo 64

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Capítulo 64
Red. 

Cuando finalmente lo sentaron en aquella silla en el centro del salón, el silencio de la habitación lo llenó todo. Mis hombres rodeaban el lugar, formando un semicírculo impenetrable mientras observaban la escena con una mezcla de curiosidad y seriedad. En la esquina, Athenea era la única que rompía el esquema, destacando con sus ojos azules intensos. Me miraba con una calma que contrastaba con la tensión en el aire, su cabello caía suavemente alrededor de su rostro antes de que lo apartara y cruzara sus brazos con una elegancia innata.
Siempre tuve un plan, para cada posibilidad. Sabía que mudarme a Dublín podría ser peligroso, como jugar con una espada de doble filo. Pero aquí, tengo el control; mi influencia se ha expandido, mi mafia irlandesa es mas grande que lo esperado.  El poder es mío.
Ahora estaba frente al jefe de las oficinas de la Interpol en Dublín. Un hombre mayor que sostenía su mirada, aunque su rostro y sudor decían lo contrario: estaba aterrorizado. Le hablé con una calma que pretendía ser tan intimidante como las amenazas veladas que contenían mis palabras.
──Tu esposa está conduciendo ahora mismo hacia la casa de tu hija. Ella está embarazada, ¿de qué? ¿Siete meses?. ──Mi afirmación, aunque tranquila, lo hizo sollozar inmediatamente. El miedo era palpable.
──Por favor. ──suplicó, las lágrimas asomando en sus ojos.
Incliné un poco mi cuerpo, manteniendo mi voz a un volumen casi confidencial.
──¿Qué vas a hacer? ──Estaba dispuesto a escuchar lo que sabía que vendría, su desesperación convertida en una promesa que no podía romper.
──Voy a negar tu entrada al país, voy a avisarte de los informes y acciones que vayan a tomar contra ti y tu gente. ──dijo al final, su voz rota pero decidida. ──. Tendrás agentes a tu disposición.
Sonreí sutilmente, sin apenas mover las comisuras de mis labios. Era importante que entendiera la gravedad de la situación.
──Eso espero… si no, créeme que seré yo mismo quien acabe con tu hija, tu nieto no nacido y tu mujer. ─ Mis palabras resonaron en el silencio, mientras el miedo en sus ojos respondía por él.
Tenía un plan, siempre lo tuve, y cada movimiento era parte de él. En mi mundo, las expectativas son claras y las consecuencias aún más. Sin piedad, sin concesiones.
El eco de mis palabras aún flotaba en el aire, mezclándose con el incesante tictac del reloj en la pared. El jefe de la Interpol, aún atado a la silla, parecía tambalearse bajo el peso de la única opción que le había dejado. La habitación siguió en silencio, excepto por el leve crujir del suelo mientras Athenea daba un paso hacia adelante. Sentía su mirada clavada en mí, una mezcla de aprobación y escrutinio.
Desde donde estaba, podía ver cómo mi equipo permanecía en guardia. Eran hombres en los que confiaba con mi vida, leales y preparados para cualquier cosa. Sabían, al igual que yo, que este momento era crucial. No solo se trataba de enviar un mensaje; se trataba de asegurar nuestra posición y recordar al mundo quién teníamos el control aquí, en Dublín.
Athenea se acercó despacio, su presencia imponente no necesitaba palabras, y se detuvo a mi lado, sus ojos nunca abandonaban al hombre atado.
Me acomodé despacio, acomodando el saco de mi abrigo mientras hacía una señal a mis hombres para que se ocuparan de él. Todavía había trabajo por hacer, y cada segundo contaba para mantener el status  que tanto nos había costado construir.
Antes de salir, miré una vez más al jefe, los surcos firmemente dibujados en su rostro reflejaban un conflicto tan antiguo como el poder mismo.
──No olvides lo que prometiste. ──le recordé, mi voz ahora fría. ──. Cada movimiento que hagas a partir de ahora será vigilado.
Athenea y yo salimos del salón dejando atrás más que un simple aviso. Dejamos una marca indeleble en el curso de los acontecimientos, una que resonaría más allá de las paredes de esa casa.
──Siempre tuviste un plan.
──Siempre…
──¿Por qué no me dijiste? ──inquiere viéndome a los ojos.
──Porque quería estar seguro de que funcionaría. Tú seguridad, y la de los niños es mi prioridad.
──¿No los ves como unos Gambi?
──No son Gambi, son Kane. Tuyos y míos. 
Sonríe. Quiero enseñarle todo…
La casa en Dublín es más grande de lo que había anticipado. No es solo una nueva residencia; es un refugio, un bastión que promete seguridad y tranquilidad en medio del caos que siempre nos rodea. Mientras camino por el pasillo, Athenea está a mi lado. Sus pasos son silenciosos, pero su presencia es fuerte. Puedo sentirlo.
──Vamos, te mostraré todo. ──digo, consciente de cuánto significa este lugar para nuestro futuro.
Comenzamos el recorrido. Las ventanas son grandes, dejando entrar la luz del atardecer, pero todas están reforzadas.
──Ronin se aseguró de eso. Nadie entrará sin que lo sepamos y lo permitamos. ──explico. La seguridad que Ronin ha instalado es de otro nivel, cada rincón está monitoreado; una auténtica fortaleza. Estas precauciones me permiten liderar con tranquilidad, sabiendo que ella está a salvo.
Continuamos por la sala principal. El mobiliario es elegante pero cómodo.
──Aquí podremos recibir a quien necesitemos, o simplemente disfrutar de una copa al terminar el día. ──Athenea asiente, sus ojos recorriendo cada detalle. La veo más segura de lo que jamás había pensado posible.
Pasamos a la cocina y luego a los dormitorios. En cada espacio, ella entiende lo que representa, no solo para nosotros, sino para nuestra posición.
──Este lugar es todo un símbolo. ──digo en voz baja, más para mí mismo que para ella. ──. Aquí, en Irlanda, construiremos algo que nadie podrá derribar.
Observo su rostro mientras nos detenemos frente a las ventanas que dan al jardín trasero. Hay algo diferente en ella. Tal vez sea su postura, la forma en que mira todo con una mezcla de aprecio y propiedad. Es como si, al fin, sintiera que todo esto también es parte de ella. Y lo es.
──Estás lista para esto. ──digo, Siempre supe que Athenea era fuerte, pero verla así, segura y decidida, reafirma que será una digna ama y señora de todo lo que tengo.

Ella me sonríe, una sonrisa que me dice que está lista para enfrentar juntos lo que venga. Aquí, en esta casa, en esta ciudad, encontraremos nuestro lugar. Y con ella a mi lado, sé que Irlanda es nuestro imperio. 
──Comencemos.

****
Sus manos me recorren con familiaridad, ella me conoce mejor que nadie, pasea sus manos por las cicatrices que me recuerdan que luche por ella hasta volver a tenerla entre mis brazos, volvería a hacerlo todo de nuevo y peor.
Sus marcas son poco visibles pero la han cambiado de maneras.
Se sube sobre mi cuerpo, su cabello está larguísimo y le cae a un costado de su cuerpo desnudo, la detallo y me apodero de sus labios sediento de ella, estar dentro de mi esposo sacia mi  adicción hacia ella.
Jadeo mientras se mueve, entierro mis dedos en su piel pálida dejando marcas de mi paso por ella… 
──Sigue, Nena. Así. ──gruño viendo cómo se mueve. Es mi mujer. Mi condenada mujer.
Sólo mía. 
Jadea y cierra los ojos dejando que si cabello caiga hacia atrás, la tomo de las caderas y la giro haciendo que quede acostada en la cama, me hundo en ella con fuerza, una y otra vez, duro, me recibe con gusto, y sin pudor, acuna sus pechos y los acaricia.
──Te amo. ¿Eres mío?
──Todo tuyo… ──caigo sobre su cuerpo, acaricio su nariz con la mía y muerde sus labios. Cierra sus piernas detrás de mi espalda, y su cuerpo empieza a tensarse. Está por correrse.
Su vagina hace presión alrededor de mi polla haciendo mucho más placentero el salir y entrar en ella, se siente como el infierno. El calor nos abruma a ambos mientras nos entregamos.
Ella me entrega hasta su alma con cada caricia, fuimos hechos para estar juntos, nada e casualidad en esta puta vida. Jadea mi nombre con un desgarro, y hunde sus uñas en mi espalda, me lleva con ella al éxtasis. 
Athenea acaricia mi rostro.
──Ya podemos vivir.
──Ya podemos hacerlo. ──susurro.




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