capítulo 41

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Capítulo 41
Red
Balcanes. 



Llegamos a los Balcanes con la sensación de haber cruzado medio mundo, aunque en realidad el viaje no fue tan largo. La pista de aterrizaje era un caos de tierra y piedras, pero dadas las circunstancias, era lo mejor que podíamos encontrar en esta región. No teníamos otra opción; necesitábamos un lugar aislado y seguro.
Me aseguré de que el hospital de la ciudad estuviera cerrado solo para nosotros. No podía permitirme ningún error en este operativo. Athenea estaba en una situación crítica, y cualquier factor externo podía complicarlo todo aún más. Ordené la instalación de un tomógrafo especialmente para ella. El edema cerebral que estaba sufriendo necesitaba un control constante.
El avión aterrizó con un sobresalto mayor de lo que me habría gustado. Sentí el temblor resonar en mis huesos mientras observaba cómo bajaban a Athenea del avión. Seguía conectada al ventilador, su fragilidad se veía amplificada por todas esas máquinas que la mantenían con vida. La seguridad que había dispuesto era impresionante; una verdadera barrera humana que no dejaba ningún espacio sin vigilancia.
Caminé junto a ellos, mis ojos fijamente observando cada movimiento del médico y la enfermera que la llevaban. No podía dejar que mi mente divagara siquiera un segundo. Entraron en la ambulancia con un movimiento sincronizado que demostraba la precisión con la que habíamos planeado todo esto.
Mientras la ambulancia se adentraba en la pequeña ciudad de los Balcanes, la coordinación de cada paso me daba un respiro leve de alivio. Todo estaba saliendo como lo habíamos planeado. El camino era estrecho y accidentado, pero después del recorrido en la pista de aterrizaje nada nos parecía complicado.
Sujete la mano de Athenea, su calor me invadió, me anclo a tierra. No podía perder el foco.
Ya dentro del hospital, el personal se movilizó rápido. No había tiempo que perder. Se instaló a Athenea en la UCI, con todos los equipos necesarios a su lado. El tomógrafo estaba listo y operativo. Mantener su estado bajo control era nuestra prioridad absoluta.
Supervisé cada detalle, sin dejar lugar a errores. No sabíamos cuánto tiempo estaríamos aquí, ni qué nos depararían los siguientes días. Pero una cosa era segura: haría todo lo necesario para mantener a Athenea con vida y enfrentar cada desafío que viniera.
El hospital, aunque modesto, estaba perfectamente adecuado en este momento gracias a los equipos que trajimos. Cada rincón había sido transformado para adaptarse a las necesidades de Athenea. Mientras el personal médico trabajaba, me mantuve a cierta distancia, observando con atención y alerta.
No podía despegar mi mirada de ella, sabía cada cuanto el respirador llenaba sus pulmones, y a qué hora le tocaban los medicamentos.
No tuvimos mucho tiempo para este traslado pero se cuidó cada detalle, y ahora todo estaba en manos de estos médicos que bajo amenaza cuidan a quien más amo. Era difícil confiar completamente en ellos, pero no tenía otra opción. Debía concentrarme en otros aspectos críticos.
Decidí hacer un recorrido por el perímetro asegurado, verificando a la guardia. Los hombres estaban en sus puestos, atentos, listos para cualquier imprevisto. No dejábamos nada al azar. Cada entrada y salida estaba vigilada, cada pasillo interior patrullado.
El hospital tenía un área pequeña de juegos de niños, y allí estaban ellos con la niñera disfrutándola, seguí de largo.
Balcanes es una península que estaba rodeada de montañas, era difícil llegar a ella, y sabríamos si intentasen algo.
Trone mi cuello agotado, acumulaba tensión. Mis ojos ardían y todo mi cuerpo también.
──Señor… ──la voz de Sara llegó a mi oídos, interrumpiendo mi momento.
──Habla.
──Se le preparo una de las habitación, tiene ropa, y agua caliente también. ──no digo nada. ──. Yo podría ayudarlo a instalarse, si así lo desea. Ayudarle a relajarse.
Su tono es sugerente. Me giro a verla.
──Soy un asesino mentiroso y mafioso pero no soy infiel, mi esposa esta en una cama en la UCI. Respeta a tu jefa, y ama y señora de mi vida. ──gruño pasándole por un lado.
Escuché por radio como  que Athenea estaba siendo estabilizada. Di la vuelta y regresé al centro de operaciones. Consulté con Ronin sobre sobre el estatus del recinto. Todo parecía marchar sin problemas, pero no bajé la guardia.
──Todo está en orden. La cordillera nos protege. Él se irá a Italia.
──Entonces debemos prepararnos.
De regreso a la unidad de cuidados intensivos, observé desde el cristal de la puerta. Athenea estaba rodeada por equipos, monitores y profesionales dedicados, trabajando como una máquina bien engrasada. Me detuve un momento para recolocar mis pensamientos. ¿Cuándo fue la última vez que descansé? No podía recordarlo.
El médico salió de la sala, y me dirigí a él. Necesitaba un reporte detallado.
──Ya hemos hecho la tomografía. ──dice con una pausa que me hace contener el aliento. ──. Los resultados son positivos. El edema cerebral está reduciéndose, y la presión intracraneal ha disminuido.
La noticia me golpea como una ola tibia, llenando mi pecho de un alivio que no sentía desde hace demasiados días.
──¿Está fuera de peligro? ──pregunto, intentando mantener mi voz firme.
──Podríamos decir que está mejorando significativamente. ──responde él. ──. Aún necesitamos seguir monitorizándola de cerca, pero esto es un muy buen indicio.
No suelo mostrar mis emociones, pero es imposible no sentir una sonrisa ligera formarse en mis labios.
Asiento y lo veo marcharse.
Regresé a la sala de reuniones improvisada donde teníamos el centro de operaciones. Los mapas de la región estaban desplegados, y las comunicaciones abiertas con todos los puntos de interés. Revisé las rutas de evacuación y las provisiones, pasando mis dedos por encima de los marcadores y líneas trazadas.
──Señor, Redgar. ──la niñera aparece en mi campo de visión.
Tony iba a interponerse y negué.
──¿Podría hablar con usted en privado?
──Déjennos solos. ──ordené con firmeza, todos salieron, tomé asiento y observar el nerviosismo de la mujer.
──La señora… ──susurra, carraspea y prosigue. ──. La señora Athenea, ella planeo con tiempo el escape de los niños, y dio instrucciones, entre esas… ──saca un papel doblado de su bolsillo, se acerca a mi y me lo extiende.
──¿Qué es esto?
──Un esquema de rutas y corredores para el tráfico de armas de Gambi. Ella me encargó que se lo entregará sólo a usted, en un buen momento, y creo que es ahora.
Abro la hoja, y son todas las rutas nuevas de Alessandro, todas.
Me levanto.
──Ella dijo que usted; La salvaría y los salvaría a ellos también matando a Alessandro. 
Se marcha sin más.
──¡Tony!
Entra y me observa.
──Lo tenemos. ──le extiendo la hoja.
La abre y sonríe de oreja a oreja, teníamos un ataque en New York que fue interrumpido por lo del galpón pero ahora podíamos seguir con el plan y con esto.
──Es de seguir con todo.
No había manera de predecir qué podría salir mal, pero tenía que estar listo para cualquier eventualidad.
Las horas parecían deslizarse lentamente. Cada tic-tac del reloj era un eco de mi preocupación. El hospital, ahora más que nunca, se había convertido en un bullicio de actividad vigorizante. Los informes y datos pasaban por mis manos, y mi mente analizaba cada posibilidad con rapidez mecánica.
No iba a equivocarme.
Yo mismo destruiría cada una de sus rutas.



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