capítulo 2

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Capital 2
Alessandro Gambi.
Fuego.



Me encuentro en la orilla de la playa, el sol apenas comienza a caer sobre el horizonte. Desde aquí puedo ver claramente la enorme casa, y los hombres encargados de vigilarla se mueven de un lado a otro con una mezcla de rigor y nerviosismo. Al lado del murmullo constante de las olas, llegan a mis oídos las risas lejanas de un par de niños jugando. Con un gesto decidido, lanzo el cigarrillo al mar y empiezo a caminar hacia la mansión.
A medida que me acerco, las risas de los niños se hacen más fuertes y audibles. Son sonidos que, en otra vida, tal vez habrían traído consuelo o alegría. Hoy solo remarcan lo mucho que está en juego. Sin detenerme, atravieso el umbral de la puerta principal y me dirijo directamente hacia mi oficina. La vista desde la ventana es impresionante; el mar extendiéndose.
Antes de sentarme, me acerco a la caja fuerte escondida detrás de un cuadro. Con precaución, giro la combinación y la abro. Aparte de los documentos y algunas otras posesiones valiosas, noto el brillo de un anillo con un inmenso zafiro al fondo. Ignorándolo por el momento, extraigo un fajo de billetes y cierro nuevamente la caja. Al girarme, me encuentro con uno de mis hombres esperándome.
──Quemaron todo. Hasta los viñedos. ──dice con un tono que intenta permanecer neutro, pero que revela una línea de tensión.
Mi mente quiere estallar, pero me mantengo controlado, la rabia contenida apenas unas horas antes en esta misma playa. El hombre continúa.
──Salimos a tiempo.
No respondo de inmediato, me siento en la gran silla de cuero de mi escritorio, permitiendo que el peso de sus palabras se asiente. Mis dedos juegan inconscientemente con la alianza en mi dedo anular.
──Busca un nuevo lugar. ──digo finalmente, la voz baja pero firme. ──Aún debemos permanecer escondidos, solo faltan unos meses más. Aún no es el momento.

──¿Señor? ──interrumpe, la incertidumbre clara en su voz. ──. ¿Y los demás propiedades?
──Deja que queme todo.
Él va a perder más que yo.
──Ok. Como usted ordene, jefe.
Le lanzo una mirada que no necesita traducción; desdén mezclado con un toque de enojo.  Mis manos se cierran en puños sobre el escritorio, cada músculo tensionado por la lucha continua.
──Busca un nuevo lugar. Compra varias propiedades. La ultima la pondrás a nombre de quien yo te diga. ──instruyo.
Todo lo que Red ha destruido en su búsqueda por arrebatarme lo que ahora es mío… no permitiré que suceda de nuevo. Muevo mis muñecas haciendo que suenen, la explosión hizo estragos en mi cuerpo pero sigo vivo, controlarme no ha sido fácil. Nada fácil. 
Pase por un largo proceso de sanación, y las cicatrices en mis manos lo demuestran.
Sentado en la soledad de mi despacho, el peso del silencio cae tanto como el atardecer afuera de la ventana. Los últimos meses han estado llenos de planificación meticulosa, noches en vela y decisiones difíciles. Cada movimiento, cada conversación ha sido un paso cuidadosamente coreografiado en un plan que podría alterar mi vida y la de aquellos que me rodean.
El maldito no ha desistido, y estoy seguro que no lo hará.
Mientras repaso mentalmente los detalles del plan, una voz familiar llega a mis oídos, rompiendo la monotonía de mis pensamientos. Es una voz que conozco bien, y a pesar de mis intentos por permanecer imperturbable, una media sonrisa se dibuja en mi rostro, aunque mis labios no llegan a elevarse del todo.
Me levanto de la silla con determinación  y salgo del despacho. Al final del pasillo, la veo. Está hablando con los niños, su ternura con ellos es evidente incluso a esta distancia. Les acaricia la mejilla y les manda a bañarse con una dulzura que trae un atisbo de paz a este lugar a menudo sombrío.
Nuestros ojos se encuentran en cuanto los niños corren hacia arriba, y en ese instante, un reconocimiento no verbal pero intenso se hace presente entre nosotros. Aunque me resisto a admitirlo, algo dentro de mí ha cambiado pero mi objetivo sigue siendo el mismo.
Aunque este sentimiento surge contra mi voluntad. Ella representa todo lo que he evitado durante años; la vulnerabilidad, la posibilidad de amar y ser amado. Es peligroso, es desconcertante, pero en su mirada encuentro un tipo de calma que no había previsto en mi meticuloso plan. Por un momento, todas mis estrategias y tácticas se sienten trivialidades ante la profundidad de lo que este nuevo sentimiento promete.
Debido a ello, sé que debo proceder con cautela. El plan debe seguir adelante, eso es innegable, pero ahora hay una nueva pieza en el juego que debe ser protegida a toda costa y usada en contra de él.
Me sonríe desde la distancia.
Veamos a quien destruye primero, si a él o a mi.


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