capítulo 44

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Capítulo 44
Athenea Kane.



Desperté en un lugar desconocido, la confusión y el dolor nublaban mi mente. La habitación estaba a oscuras, solo la tenue luz de las máquinas médicas rompía la negrura. Sentía la opresión en mi pecho, el tubo en mi boca silenciaba cualquier intento de expresión. Pánico. La máquina comenzó a emitir pitidos frenéticos, aumentando mi desesperación.
Fue entonces cuando un hombre se acercó a mí, su figura borrosa se esforzaba por despejarse en mi visión aturdida. Decía algo, pero las palabras se mezclaban en un eco lejano.
──Relájate, estás bien. Estás en un hospital. Necesito que te calmes para poder extubarte. ──entendí al fin. Con un esfuerzo sobrehumano, intenté seguir sus instrucciones.
El médico y un par de enfermeras trabajaban a mi alrededor, sus gestos rápidos y precisos. Mi corazón martilleaba en mi pecho mientras cerraba mis manos en puños, aferrándome a la sábana con fuerza. Seguí cada indicación, tosiendo con la intensidad que me pedían. En un instante, el tubo fue retirado de mi boca, una arcada involuntaria sacudió mi cuerpo. El alivio de poder respirar por mi cuenta fue abrumador.
Me ayudaron a sentarme, la habitación giraba a mi alrededor, pero me mantuve firme. Las preguntas y las revisiones empezaron, pero mi mente solo podía articular un nombre en medio del caos: Redgar.
──¿Dónde está? ──exigí con urgencia, mi voz aún débil pero llena de determinación.
Un hombre irrumpió en la habitación, su figura reconocible al instante. Era Ronin. Mis recuerdos se agolparon, choques dolorosos y angustiosos que pugnaban por resurgir. Cerré los ojos, el dolor amenazaba con atormentarme. Sentí una mano en mi hombro, el médico evitando que ejerciera presión en mi cabeza.
──No, tuvo una fractura. No hagas eso ──advirtió el médico, su tono serio.
──¿Dónde está Redgar? ──pregunté de nuevo, necesitando respuestas que me aliviara la inquietud.
Ronin me miró con una mezcla de compasión y determinación.
──Va camino a Verona. ──respondió con calma.
Mis pensamientos se aclararon de golpe. Recordé la foto de los planos, las rutas. Los niños. Una ola de desesperación me inundó.
──¿Los niños? ──mi voz temblaba con la angustia──. ¿Los sacaste?
La afirmación de Ronin fue como un bálsamo para mi alma atribulada. Un respiro de alivio en medio de la tormenta. Mis ojos se alzaron hacia el hombre frente a mí, buscando consuelo en sus palabras. La certeza de que, aunque herida y aturdida, mi misión se había cumplido.
Mis ojos se fijaron en el médico mientras él ajustaba los tubos y cables a mi alrededor. Su rostro mostraba un cansancio que solo alguien que trabaja turnos largos en un hospital podría tener.
──En su última tomografía, vimos que su cerebro está desinflamando, gracias a los medicamentos que se le han proporcionado y los bueno equipos que trajeron.—me informó con una voz medida y profesional──.  decidimos quitarte la sedación. Era solo cuestión de tiempo para que despertaras, pero aún necesitas seguir en observación.
Sacudí la cabeza, desafiante. No podían mantenerme aquí. Intenté moverme, pero cada músculo protestó. Bajé una pierna de la cama con esfuerzo, aún con la mente nublada por la sedación residual. La habitación comenzó a girar.
──Athenea, cálmate ──Ronin estaba junto a mí en un instante, su mano firme pero gentil en mi brazo.
──No… ──traté de decir, pero mi voz era apenas un susurro. El mareo me golpeó de lleno. Imágenes y sonidos se arremolinaban en mi cabeza: la mirada fría de Alessandro al disparar, la voz de Redgar resonando en medio del caos.
Mi cuerpo no podía más y caí de regreso en la cama. Respiré con dificultad, sintiendo la presión en mi cabeza como si hubiera un peso enorme sobre mí.
──Necesito… necesito hablar con Redgar… ──dije, cada palabra era un esfuerzo titánico.
Ronin se acercó más, sus ojos mostraban una mezcla de compasión y resolución.
──Descansa, Athenea. Prometo que cuando tenga contacto con él, le diré que despertaste.
No podía aceptarlo. La desesperación burbujeó desde lo más profundo de mí ser. Necesitaba escuchar la voz de Redgar, asegurarme de que todo iba a estar bien.
──¡Necesito hablar con él! ──grité con todas mis fuerzas, pero la energía se disipó pronto. Mi cuerpo temblaba, agotado.
Ronin retrocedió levemente, sorprendido por la ferocidad de mi súplica. Todo estaba ardiendo en mi mente, pero su expresión no cambió.
──Lo sé, Athenea ──susurró──. Ahora, por favor, descansa.
No quería hacerlo pero mi cuerpo me lo exigía a gritos.
La oscuridad del agotamiento empezó a envolverme de nuevo, mi cuerpo se rindió mientras mis pensamientos aún luchaban. La promesa de Ronin era lo único a lo que podía aferrarme.

****

Abrí los ojos lentamente, sintiendo un dolor profundo y agotador en cada rincón de mi cuerpo. Mi cabeza palpitaba con una intensidad constante y desgarradora, como si mi cerebro estuviera envuelto en una niebla espesa de sufrimiento.
Todos se aglomeraba y el dolor era intenso en mi pecho. Los golpes de Alessandro los revivo con intensidad.
Una mano cálida y familiar me mantenía en la cama. Giré lentamente el rostro y vi a la niñera de los niños, Hela, sentada a mi lado. Las lágrimas brotaron sin poder contenerlas, y sus ojos también se llenaron de lágrimas que empezaron a rodar por sus mejillas.
──Ellos están bien, están durmiendo justo ahora… están bien, él nos rescató ──dijo en un susurro tranquilizador.
Sollozando, miré hacia el techo, intentando procesar sus palabras. La nube de desesperación y dolor seguía envolviéndome.
──¿Me vieron así? ──pregunté, mi voz apenas un murmullo.
──Sí, dormían en esta cama con usted ──respondió Hela, su voz rota pero firme.

Asentí, dejando que las lágrimas fluyeran libremente. El recuerdo de Gianni, mi guardaespaldas, llenó mi mente. Lo había visto caer, impotente para salvarlo. No había podido hacer nada mientras lo mataban.
──No pude evitar que mataran a Gianni ──dije entre sollozos──. Era él o los niños, Hela.
Ella apretó mi mano con fuerza, buscando ofrecerme un consuelo que yo creía inalcanzable.
──Lo sé, Señora. Lo sé… ──respondió, su voz llena de comprensión y dolor compartido.
Nos quedamos así, en silencio un rato. Las enfermeras venían cada rato a examinarme, note que era la única en la unidad, y que me vigilaban como si su vida dependiera de ello.
──El señor movió cielo, mar y tierra para traerla hasta aquí. Trajo a lo mejores médicos y los mejores equipos. Sólo la cuidan a usted. ──dice Hela a mi lado. ──. Le entregué lo que me pidió.
Lo observo.
──Necesito hablar con él.
──Está delicada aún, aunque haya despertado su condición sigue siendo inestable. Debe recuperarse primero.
Niego.
──Necesito verlo.  
──Llamaré al señor Ronin. ──dice Hela, me da un apretón de mano pero yo la sujeto con más fuerza.
──No lo llamarás, vas a llevarme hasta donde se encuentra.
──Señora… ──traga grueso al ver mi determinación. Estoy muy decidida en salir de esta cama como sea, aunque mi cuerpo me implora que me quedé más tiempo en ella.
Llama a las enfermeras, y les indica mi decisión, todas se niega pero saben que aunque insistan no voy a ceder, una de ellas sale corriendo a llamar al doctor.
──Si quieren seguir vivas… sigan mi orden.
Tratan de moverme con una delicadeza que agradezco, pero me duele todo el cuerpo. Con mucha suavidad, Hela y las enfermeras logran levantarme de la cama y pasarme cuidadosamente a una silla de ruedas. Mientras lo hacen, una de las enfermeras me susurra al oído.
──No deberías dejar la UCI, puede colapsar nuevamente.
La miro con determinación. No puedo quedarme aquí, no cuando Redgar puede necesitarme.
──Llévema al salón de operaciones.
Las enfermeras intercambian miradas nerviosas pero obedecen. La determinación en mi voz deja claro que no estoy dispuesta a aceptar un no por respuesta. Ajustan los aparatos y tubos con pericia, asegurándose de que todo quede en su lugar mientras me trasladan. Me colocan mantas encimas.
Apretando los dientes, cierro los ojos con fuerza. Todo me duele, pero ignoro el ardor en mis manos y la inflamación en mi rostro. No importa el dolor. Necesito saber de Redgar, necesito asegurarme de que está a salvo.
Las enfermeras y Hela empujan la silla con cuidado pero decididas. Avanzamos por los pasillos iluminados con luces frías, cada vez más cerca del lugar que puede brindarme las respuestas que tanto necesito.
Abren dos puertas que dan con una sala de sutura, y allí está instalado Ronin con todo el equipo de seguridad, todo queda en silencio cuando entro, la luz me molesta un poco, y para ser sincera creo que estoy por desmayarme pero tomo una fuerte bocanada de aire fuerte.
Ronin se levanta con prisa.
──¿Qué haces aquí?
──Redgar…
──La comunicación fue cortada hace horas para que nadie logré detectarlo. Solo cuando llegue a una zona segura puedo tener contacto nuevamente.
Noto la pantalla.
──El dron…
Se gira y ve la pantalla que llama mi atención.
──Esta sobrevolando.
──¿Cuánto tiempo tardaría en llegar a Verona? 
──1 hora.
──Haz que sea menos que eso. ──susurro, Ronin se acerca a quien pilotea el dron y lo quita tomando el control. ──. Búscalo.
Ronin mueve los controles, Hela me acerca y observo la imagen que nos muestra el dron mientras se eleva.
La maquina pita, la enfermera la revisa y me observa con mala cara.
──Sus niveles.
──No. ──ignoro lo que me dice. ──. Ronin cuando estés en Verona, me das el control.
──¿Sabes…?
──Alessandro no sólo me manipulaba, me enseñaba a ser como él. Y me enseñó muchas cosas… Así que si.



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