capítulo 14

77 23 0
                                    

Capítulo 14
Red
Mírame, Nena.



Deseaba este encuentro cuerpo a cuerpo con Alessandro, cada músculo de mi ser tensado al máximo, la adrenalina fluyendo tan ferozmente que cada latido de mi corazón parecía un trueno en mis oídos. Athenea había disparado al aire y desaparecido en un instante, sus pasos perdidos entre el caos que se desataba. Pero yo no podía seguirla todavía; Alessandro se interponía entre ella y yo, con su mirada fija y decidida, bloqueando cada uno de mis movimientos con una destreza que rozaba lo sobrenatural.
──Muero por volverte mierda. ──Gruño.
──Ven maldito.
El golpea y yo bloqueo, mis brazos ya resintiendo el impacto de su fuerza bruta. Él es rápido, más de lo que recordaba, y cada encontronazo entre nosotros es un recordatorio del odio que nos tenemos.
──Athenea es mi mujer, es Athenea Gambi ahora. Solo mía… no sabe quién eres. ──escupe entre dientes durante un forcejeo, sus palabras como cuchillas que buscan desgarrar mi concentración.
La furia se enciende en mi pecho, más ardiente que el fuego mismo. No por las palabras en sí, sino por la verdad que posiblemente encierran. Con un rugido gutural, desato un golpe que finalmente lo hace retroceder. Las cosas podrían haber seguido así, golpe tras golpe pero entonces Tony aparece.
──¡Red, ve tras Athenea! ──grita, mientras se lanza sobre Alessandro, sujetándolo con una fuerza que solo Tony podría conjurar. No me lo pienso dos veces; mi cuerpo actúa solo, mis piernas me impulsan hacia adelante mientras esquivo, golpeo y neutralizo a cualquiera que intente detenerme. La imagen de Athenea, con su mirada oscura y perdida, es todo lo que veo ante mí. Necesito llegar a ella, necesito entender qué ha pasado.
Finalmente, me enfrento al último hombre que bloquea mi camino, un guardaespaldas leal hasta el final. Un disparo rápido, el cuerpo cayendo al suelo, y ya no hay nadie entre Athenea y yo. Corro los últimos metros que nos separan, mi corazón golpeando contra mi pecho, cada paso resonando con mi creciente desesperación.
──Ella está ahí, tan cerca. ──susurro para mí mismo mientras nuestra mirada se cruza. Pero los ojos que encuentro no son los mi mujer. Son oscuros, vacíos, como si las memorias de lo que fuimos se hubieran esfumado en el aire que aún olía a pólvora.
──Por favor, mírame. ──la voz me sale rota, suplicante, pero ella solo sacude la cabeza, confundida, perdida. Y entonces, el mundo se detiene cuando ella levanta el arma, su dedo sobre el gatillo. No hay tiempo para reacciones, solo el sonido sordo de un disparo que luego se convierte en un ardiente dolor en mi abdomen.
Ella me ha disparado.
Mi Athenea.
──¡Red! ──gritan con fuerza, despierto recuperando el aire.
Desperté con el eco de disparos resonando en mis oídos, un zumbido sordo que me desorientaba más con cada segundo que pasaba. El caos se había desatado en el auditorio apenas unos momentos antes, y ahora todo era un torbellino de pánico. Confusión. Ruido. Gritos perforaban el aire mientras un helicóptero se alejaba en la distancia, su ruido se mezclaba con el caos general.
Intenté ponerme de pie pero algo no estaba bien. Mi abdomen ardía en agonía. Llevé una mano a la zona y sentí bajo mis dedos la tela gruesa empapada. “Ella te disparó”, fue el primer pensamiento claro que logré formar en mi mente nublada. Athenea, mi Athenea. La misma mujer a la que había estado buscando durante todo un año, había intentado matarme.
En medio del tumulto, Tony, más alerta y consciente, me agarró del brazo y me guió con firmeza.
──Vamos, tenemos que salir de aquí. ──dijo con voz tensa, mirando constantemente por encima del hombro. Cada paso que dábamos era una mezcla de dolor y urgencia. A cada momento esperaba sentir otro balazo, otra herida, pero por suerte nada llegaba. 
Los gritos y disparos seguían al fondo, oscureciendo aún más la escena. Mientras nos movíamos, las palabras de Alessandro martillaban mi mente una y otra vez: “Ella ahora es mi esposa, es mi mujer… es Athenea Gambi”. Eso sumado al shock de la traición era demasiado para procesar.
Avanzábamos, alejándonos del peligro inmediato, pero el verdadero tormento apenas comenzaba. La traición de Athenea no solo era un disparo físico, sino que también había destrozado algo dentro de mí. ¿Cómo podía lidiar con la realidad de que la persona que más me importaba en el mundo ahora estaba en el bando opuesto? ¿Y cómo reconciliarme con el hecho de que ella ni siquiera recordaba quién era yo?
Tony me arrastró hacia un pasillo lateral, alejándonos de la multitud enloquecida del auditorio. Cada paso retumbaba en mi cabeza como un martillazo, exacerbando el dolor en mi abdomen, aunque agradecía en silencio la protección del chaleco antibalas. La expresión de Tony era de urgencia y preocupación mientras nos zigzagueábamos a través de puertas y corredores oscuros, buscando una salida segura.
──Tenemos que mantenernos en movimiento, Red. No es seguro aquí, y ese helicóptero que se fue… podría ser el inicio de algo peor. ──susurró Tony, casi sin aliento. Sabía que tenía razón; el peligro todavía no había pasado. ──.  Ronin guíanos. ──siseo Tony.
Yo había perdido mi auricular hace rato.
A cada paso que dábamos, mi mente seguía atormentada por imágenes de Athenea.  la mujer que no solo había olvidado quién era yo, sino que ahora llevaba una nueva identidad a cuestas, impuesta por Alessandro Gambi.
Finalmente, llegamos a una puerta trasera que daba a un callejón oscuro y desolado. Tony miró hacia ambos lados antes de asomarse, asegurándose de que el camino estuviera libre de amenazas. Con un gesto me indicó que era seguro avanzar. La frescura de la noche golpeó mi rostro, una mezcla de dolor y alivio mientras nos alejábamos del edificio que había sido testigo de la traición más dolorosa.
Una vez afuera y relativo espacio, el miedo y la adrenalina disminuyeron un poco, dejando espacio para el cansancio y el dolor emocional. Mi corazón estaba pesado, como si cada latido me recordara lo solo que estaba en este juego. Sin Athenea, sin la única persona que había creído sería mi apoyo en todo esto.
──¿Qué vamos a hacer ahora, Tony? Ella no me recuerda. ──pregunté con una voz que apenas reconocí como mía, ahogada por la desesperación.
Tony, con su habitual semblante sereno interrumpido solo por arrugas de preocupación, clavó sus ojos en los míos.
──Primero, nos ponemos a salvo. Luego planeamos el próximo paso. Necesitas estar a salvo, Red. Y necesitamos averiguar más sobre por qué no te recuerda.
Asentí, sabiendo que tenía razón. Cada parte de mí quería correr de vuelta al auditorio, enfrentar a Athenea y exigir respuestas. Pero ahora no era el momento. Ahora era el momento de sanar, de planificar y de enfrentar una verdad que nunca imaginé posible: que mi amor podría ser ahora mi mayor enemigo.
Nos adentramos en las sinuosas calles de la ciudad, cada sombra parecía oscilar con peligro potencial, cada esquina un nuevo desafío. El alumbrado público titilaba esporádicamente, proyectando una lúgubre luz sobre nuestro camino. Tony lideraba con determinación, su postura rígida y alerta, mientras yo me esforzaba por mantener el paso, mi cuerpo aún resonando con cada latido doloroso de mi traicionado corazón.
──Vamos a encontrar un lugar seguro donde puedas descansar un poco, evaluar tu estado y pensar con claridad. ──dijo Tony, su voz raspando la quietud de la noche. El plan sonaba bien, pero mi mente era un torbellino de pensamientos sobre Athenea. La imagen de ella apuntándome con el arma no se desvanecía, como una estampa permanente en mi visión.
Tomamos varias vueltas, para asegurarnos de no ser seguidos o interceptados. Finalmente, Tony se detuvo frente a un edificio de aspecto desgastado, su fachada erosionada por el tiempo y el abandono. Ronin cuidando todo desde la distancia. No podíamos llegar a al punto aún, cualquiera podría estar siguiéndonos.
──Es seguro. ──afirmó, antes de ayudarme a entrar por una puerta lateral que rechinó ligeramente al abrirse. El interior era oscuro y frío, desprovisto de cualquier signo de vida reciente. Tony encendió una pequeña linterna, iluminando un camino hacia un pequeño sótano que parecía haber sido utilizado como refugio en algún momento. Viejas mantas y algunas provisiones aún estaban allí, evidencia de visitantes anteriores que también buscaban refugio del caos del mundo exterior.
Me dejé caer en uno de los colchones con un suspiro de alivio, el dolor y el cansancio finalmente alcanzándome. Tony se sentó a mi lado, su expresión era una mezcla de preocupación y resolución.
──Ella me disparó. ──susurro.
──Pensemos con calma.
Asentí débilmente, aunque el sueño era lo último en mi mente. Cerré los ojos, intentando ordenar mis pensamientos. ¿Cómo pudo haber ocurrido esto? Athenea, la persona en quien más confiaba, ahora era parte del clan Gambi, aliados de mis más feroces enemigos. Y peor aún, no tenía recuerdo alguno de nuestra historia juntos. ¿Era posible rescatarla de esta situación, o ya estaba demasiado perdida para mí?
El eco de las palabras de Alessandro regresó a mí: “Ella ahora es mi esposa, es mi mujer”. Un puñal al corazón cada vez que las recordaba. En la penumbra del escondite, la soledad y la traición se hacían más palpables, más difíciles de soportar. Sabía que el camino adelante sería arduo y quizás doloroso, pero también sabía que no descansaría hasta descubrir la verdad detrás de la transformación de Athenea y, si fuera posible, recuperar al amor de mi vida, no importa qué costos personales debiera enfrentar.

Athenea Donde viven las historias. Descúbrelo ahora