𝑨𝒍𝒍 𝒊𝒔 𝒇𝒂𝒊𝒓 𝒊𝒏 𝑳𝒐𝒗𝒆 𝒂𝒏𝒅 𝑷𝒐𝒆𝒕𝒓𝒚 | Spencer Reid

° 10 °

❝There's a chain 'round your throat, piece of paper where I wrote
"I'll wait for you"❞

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— ¿Es una broma? ¿Cierto?

Emma miraba a aquel castaño de ojos verdes frente a ella, ayer sostenía una inmensidad de papeles y le sonreía con calma.

Calma que ella definitivamente no tenía al enterarse que el señor Thomas la había hecho dueña de su librería, así de como todo lo que había dentro.
Una librería que contaba con una inmensidad de libros que estaban desordenados por todos lados, y que era de dos pisos. Todo era de ella.

— No, James, esto debe ser una confusión… — negó la rubia, apenada.

— No lo es — negó el castaño, pasándole el papel original del testamento — Está firmado por el escribano y todo… La propiedad te pertenece.

Ella se sentía fuera de lugar ¿Por qué el hombre habría de hacer algo así?
¿Era posible de que la quisiera tanto? Ella no estaba acostumbrada a semejantes muestras de afecto.

— Oye lo siento yo…

— Emma, mi padre te adoraba y es obvio que te dejó su posesión más preciada, que eran esos libros — cortó el británico, y ella se perdió un poco en la forma en que pronunciaba las palabras — Creo que, si te ha elegido a ti es por algo.

— Pero es tu padre — negó la chica, dándole un sorbo a aquel café que estaban desayunado ambos — No se siente correcto aparecer allí como propietaria.

— Oye, creo que es lo más justo, después de todo tu pasaste más tiempo con el que yo — apuntó el chico — Además, y no quiero sonar banal pero tampoco es como si me hubiera dejado sin nada, el resto de sus posesiones están a mi nombre…

Emma rió ante lo apenado que él lucía al decir aquello, temiendo ser juzgado. Si supiera que no había chance de que ella lo juzgará por algo cuando se consideraba a sí misma un desastre.

— Tranquilo, no juzgamos en esta mesa — afirmó para darle algo más de seguridad — Aún así, si te soy sincera y aunque ame los libros… No sabría qué hacer con semejante lugar, mi trabajo no deja mucho tiempo libre.

James asintió, entendiendo aquello — Supongo que el FBI debe ser algo demandante.

Ella asintió. En esos días que habían pasado, no hubo uno en el que no estuvieran en contacto, ya sea por el testamento o porque increíblemente habían congeniado perfecto, pero habían estado en constante comunicación, y eso llevó a que él supiera ya varias cosas de la rubia. Una de ellas, su trabajo.

— No tienes idea — se quejó ella, dejando salir una exhalación mientras se recostaba contra el respaldo de su asiento — Lo único que hago en mis ratos libres es leer, pintar, y dormir.

— ¿Pintas? — preguntó el británico, mostrando interés al descubrir algo nuevo de ella — ¿Puedes mostrarme alguna vez una de tus pinturas?

Emma asintió — Solo lo hago para pasar el rato… No soy muy buena de todas formas.

— Oye, que yo no sé ni siquiera dibujar un perro o yo que sé… pero se me da terrible — negó él, riéndose — ¿Qué es lo que más te gusta pintar?

— El océano — respondió rápidamente — De pequeña me obsesione con él así que es de mis cosas favoritas, pero naturaleza en general.

— Debes pintar genial — afirmó él.