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❝Sometimes you just don't know the answer❞







🤍◦ ✨ . . ✒️ ೃ࿔ 📜 • ༄






— ¿Si sabes que no tienes que hacer eso, no? — preguntó Spencer. — Ellos solo hacen su trabajo.

Emma asintió mientras empacaba aquella caja que había comprado especialmente para colocar las galletas.

— Lo sé, Spence pero han estado haciendo guardia desde ayer en la noche — respondió ella mientras escribía la etiqueta con una frase linda para agradecer a los oficiales que ahora montaban guardia en la entrada del edificio — Merecen un desayuno con algo rico.

Spencer llevaba ya diez años de la par de Emma, y quieras o no, hay algunas facetas de las personas que cuando compartes tanto tiempo con ellas las normalizas. Para él, que ella cocinara algo rico, o que armara paquetes con cartitas para llevar a la oficina y que coman todos era algo normal, porque eran familia, pero esa mañana cuando se levantó y no la vio, primero casi le da un infarto, y luego murió de ternura al escucharla decir que se levantó antes para cocinarle a los oficiales unas galletas para llevarles cuando hicieran el cambio de turno.

No muchas personas hacían algo así, pero si su prometida, y supo que había elegido bien con quien quería compartir su vida.

— ¿Estas lista? — preguntó.

Emma asintió mientras dejaba una caricia en su vientre bien cubierto por las capas de ropa de invierno. — Listos.

Spencer tomó su mano y bajaron directamente hacia la patrulla donde justamente cuatro oficiales cambiaban de turno.

— ¿Todo en orden, chicos? — preguntó Ronan, y ambos asintieron — Con Cooper estamos por irnos, pero Northwest y Keely se quedaran vigilando el departamento.

— Gracias, Ronan, son los mejores — asintió Emma y él pelirrojo negó — Les traje una caja de galletas a cada uno, ya sabes, algo dulce para acompañar la jornada.

— Reid, tú te has ganado el cielo — asintió el oficial, y aunque Spencer no era demasiado fanatico de cuando hacen esos comentarios, sabía que él tenía razón — Gracias, Emma, no tenías porqué.

Ella negó — Ustedes pasan noches y días aquí para cuidarnos, es lo menos que puedo hacer, además me ayuda a sacarme el estrés.

Una vez entregadas las cajas para los oficiales, siguieron su camino hasta el auto.

— ¿Y esa caja que sobra es para nosotros? — preguntó Spencer. Ella se la entregó y el castaño leyó la inscripción — “Para mi prometido, el genio de un coeficiente intelectual de ciento ochenta y siete que se pondrá celoso si no hago galletas para él”... No me puse celoso.

La rubia se cruzó de brazos, mirándolo interrogante — ¿En serio?

— No son celos, de hecho me encanta que seas tan buena persona — negó el, nervioso ante la mirada que su prometida le estaba dando — Solo que ellos a veces malinterpretan tu bondad.

— Todo el mundo en el trabajo sabe que estamos juntos ¿Recuerdas? — preguntó — Strauss casi que nos echa y si no fuera porque convencimos a sus jefes, tú y yo estaríamos fuera.

— Sabes qué fue lo mejor — discutió el castaño — No podíamos seguir sin hacerlo oficial ahora que estamos esperando un hijo.

— Lo sé, Spence, y no me estoy quejando — explicó ella en respuesta mientras entraban al auto — Lo que digo es que, ya todos saben que estoy contigo, no hay confusiones.

𝑨𝒍𝒍 𝒊𝒔 𝒇𝒂𝒊𝒓 𝒊𝒏 𝑳𝒐𝒗𝒆 𝒂𝒏𝒅 𝑷𝒐𝒆𝒕𝒓𝒚 | Spencer Reid Donde viven las historias. Descúbrelo ahora