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Way to go, tiger



🤍◦ ✨ . . ✒️ ೃ࿔ 📜 • ༄





— ¿Segura que estas bien? — preguntó Spencer, preocupado — Estás muy pálida.

Emma solo asintió mientras el molesto repiqueteo de su pierna no cesaba, cosa que era normal en ella cuando estaba en situaciones como las de ahora: en la sala de espera del veterinario porque Robin había recaído de un momento a otro.

— Descuida, me pondré bien cuando sepamos que Robin está fuera de peligro — negó suspirando con miedo mientras mordía sus uñas y era reprendida por Spencer, que las quitaba de su boca — Ey, déjame.

— Es un mal hábito y la mejor manera de cambiarlo es esta — explicó el genio, a lo que ella rodó los ojos enojada como si fuera una niña de cinco años — Robin estará bien.

— Son demasiadas consultas en un año, Spence… — negó preocupada. Ella amaba a su gato, era parte de su día a día, le dolía dejarlo cuando iba a trabajar y llamaba cada vez que podía a la niñera para saber que todo estaba en orden, y le preocupaba el hecho de que en lo que iba del año, su pequeño garito había pisado más esa clínica veterinaria que en todos los años anteriores juntos — Eso jamas es buena señal.

Spencer lo sabía, y justamente por eso, solo la atrajo hasta él, recostandola en su hombro para que pudiera descansar un poco siquiera.
La clínica estaba vacía, eran solo ellos, y era de esperarse ya que eran cerca de las diez de la noche.

Robin había estado con los veterinarios desde las ocho, y no les decían nada, Spencer se había cansado de preguntar por él.

— ¿Qué tal si voy por algo de comer para ti? — preguntó el castaño, porque le preocupaba lo pálida que la chica se había puesto — No has comido nada desde el mediodía.

— ¿Prometes no tardar?

— Lo prometo.

(...)

— ¿Pudieron saber que tiene? — preguntó Emma una vez que los médicos la dejaron pasar a donde su pequeño gatito estaba.

Ya tenía lágrimas en los ojos cuando lo observó. Robin estaba acostado sobre una fina manta en una camilla de metal conectado a un suero, y le faltaba el pelo justo donde tenía la aguja incrustada.
La llamarían loca pero podía jurar que su pequeño gatito había estado llorando, porque veía los costados de su rostro mojados.

— No sabemos — respondió el veterinario con cansancio — Sus riñones no están funcionando bien y sus pulmones tampoco, pero no sabemos qué lo causa.

Spencer se posicionó detrás de Emma al escuchar aquello, preparado.

— Pero se pondrá bien ¿Cierto? — preguntó la chica, sosteniendo ambas manos como si estuviera rezando y por dentro lo estaba haciendo cuando no hubo respuesta — ¿Cierto?

— No pasará la noche de hoy — negó el hombre.

Emma negó frenéticamente mientras su espalda chocaba contra la del genio. — Miente.

— Señorita Winslet…

— ¡Miente! — gritó, y supo que Robin estaba mal porque usualmente hubiera saltado del susto — ¡Miente! ¡Robin se pondrá bien! ¡Solo tiene tres años!

𝑨𝒍𝒍 𝒊𝒔 𝒇𝒂𝒊𝒓 𝒊𝒏 𝑳𝒐𝒗𝒆 𝒂𝒏𝒅 𝑷𝒐𝒆𝒕𝒓𝒚 | Spencer Reid Donde viven las historias. Descúbrelo ahora