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❝ This ultraviolet morning light below
Tells me this love is worth the fight ❞




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La rubia frunció el ceño al escuchar ruido en la planta baja, así que rápidamente tomó a su hijo al ver que comenzaba a despertarse.

Su bebé ya tenía tres meses y medio, y a ella solo le quedaba una última semana fuera del trabajo, pero Spencer había tenido que volver.
Nadie los preparó para lo duro que era aquello.

Spencer amaba su trabajo y sin embargo, desde que fue padre, solo rogaba que los casos terminaran rápido para volver corriendo a su casa y pasar tiempo con ambos.

Y Emma sufría con la ansiedad de ver al castaño salir siempre por aquella puerta después de darle un beso de despedida a ella y a Ollie, rogando que nada le pase y vuelva a casa a salvo.

Era duro.

Desde la llegada del bebé en lo único que pueden pensar es en estar a salvo para su hijo.

Emma no quería ser paranoica, pero cuando escuchó los ruidos de la escalera, tomó el arma qué yacía en la mesa de luz, porque se suponía que Spencer había volado con el equipo a Arizona, y no volvería hasta dentro de dos días.

Lo del arma en el cajón fue idea del castaño, pero en esos momentos lo agradecía.

Levantó el arma al segundo que vio la puerta abrirse despacio, con el corazón latiendo con fuerza, pero suspiró al ver al castaño entrando.

— ¿Quieres matarme de un susto? — se quejó en un susurro — ¿No venias en dos días?

— El caso terminó antes de lo esperado — respondió mientras comenzaba a desabotonar su corbata y prepararse para dormir — Además, con la pierna así no puedo hacer demasiado, ya me estaba aburriendo.

Ella asintió y sonrió al ver como el castaño corría hasta quedar en la cama y tomarla de las mejillas para dejar un beso largo y pausado como los que siempre tenían cuando él volvía.

— Hola… — habló el castaño en un susurro cuando se separaron, y dejó un rápido beso en la frente de Ollie, que dormía agazapado en el pecho de ella — Los extrañé.

— Nosotros también — asintió ella, sonriendo al ver como el castaño acariciaba la mejilla de su hijo, como cada vez que volvía de trabajar — Quizás es porque está creciendo, pero es casi automático, tu te vas y se que me esperan diez minutos de Ollie llorando…

— No me digas eso, por favor — negó el castaño, sin que su rostro se aparte de su bebé — Ya es suficientemente doloroso tener que irme y dejarlos. Irme sabiendo que llora mi ausencia… Me hará renunciar.

— Lo siento, Spence… No sabía.

Él negó, dejando al pequeño por unos segundos para meterse dentro de las colchas y abrazarla, sonriendo calor de su cuerpo como a él le gustaba.

— ¿Preparada para volver?

Ella solo negó, suspirando — No quiero alejarme de él, solo pensar en irme por días… Spence yo no creo ser capaz de hacerlo.

— ¿Quieres renunciar? — preguntó el castaño, y hubo silencio — Emma ¿En verdad piensas renunciar?

— Bueno, necesitamos el dinero — negó ella, mordiendo su labio, evitando su mirada — Pero Spencer… con los dos fuera, sería como si él se criara solo. A veces nos vamos semanas. No se si soy capaz de hacer mi trabajo sí pienso que mi bebé de tres meses está con una niñera o en la guardería de la uac.

𝑨𝒍𝒍 𝒊𝒔 𝒇𝒂𝒊𝒓 𝒊𝒏 𝑳𝒐𝒗𝒆 𝒂𝒏𝒅 𝑷𝒐𝒆𝒕𝒓𝒚 | Spencer Reid Donde viven las historias. Descúbrelo ahora