Extraña propuesta

10 0 9
                                    

Lentamente, muy lentamente, Zakharov abrió los ojos. Confundido, se encontró con un techo de madera que no había visto nunca en su vida. Desde cierto incidente cuando era niño, se había acostumbrado a dormir en cuevas o en agujeros en el suelo que él mismo había hecho la noche anterior con su guadaña.

Intento incorporarse, o al menos sentarse, pero el dolor era tan punzante que lo empujó otra vez al sofá. Un momento, ¿sofá?, se preguntó. Tanteó la superficie sobre la que estaba y se sorprendió al notar lo mullido de la misma.

Tras un segundo intento logró sentarse, pero seguía extremadamente débil. Claro, eso era algo normal ya que su ánima había quedado hecha mil pedazos tras intentar matar a Yūzai. Por suerte, el ánima es algo que no se puede matar ni destruir por completo, así que solo necesitari un par de días o tal vez semanas para recuperarse por completo, y un poco más para volver a invocar su guadaña. Hasta entonces, estaría tan débil que ya de por sí es un milagro que pueda sentarse.

Zakharov paseó la vista por toda la Sala viendo las distintas cosas que contenía: el sofá en el cual el mismo estaba sentado y que podía albergar a tres o más personas, dos sofás individuales, varias estanterías llenas de frascos de cristal con líquidos de varios colores con etiquetas extrañas, y lo que más saltaba a la vista eran libros y más libros. Libros en los estantes, libros en los muebles, libros tirados en el suelo... Quien viva ahí era amante de los libros.

Se notaba que el lugar en donde estaba era una torre de piedra construida circularmente. El suelo estaba cubierto en su mayoría con una alfombra de color azul oscuro con detalles negros y amarillos, y había varios tapices con detallea similares en las paredes. Los marcos de las ventanas eran de roca Lisa con acabados, y había una enorme cama en un extremo con algunas muñecas y peluches, la cama de una niña. De pronto, los ojos de enano se detuvieron cuando se topó con Kirai.

Kirai: despertaste -dijo con tono indiferente.

Zakharov no dijo ni una palabra, solo lo observaba con cautela. Kirai tampoco dijo nada, solo se quedó ahí apoyado en la pared con los brazos cruzados. Al enano se le antojó extraño que aquel ilustre desconocido se cubriera solo un brazo con un guantelete metálico.

Zakharov rompió el silencio.

Zakharov: ¿tienes idea... De los años que pasé entrenando?

Kirai arqueó una ceja con ligera curiosidad.

Zakharov: ¿a caso sabes todos los días que pasé llevando mi cuerpo al límite, con el único propósito de destruir a ese tipo? Y el con solo dos dedos logra dejarme inconciente -dijo decepcionado de si mismo.

Kirai: no seas tan duro contigo, idiota -dijo sin sacarle la vista de encima-. Él está en un nivel muy distinto al tuyo.

Zakharov: no es más que un sucio asesino -dijo con odio.

Kirai: pues... Ese asesino se encargó de ti cuando estabas inconsciente -lo miró con desdén un poco más y luego le dió la espalda para bajar por unas escaleras en forma de caracol-. Cuando dejes de ser u  imbécil, baja aquí con los demás -dijo antes de desaparecer de su vista.

Al principio, Zakharov no entendió a qué se refería Kirai. Luego, al sentir una fría brisa cruzando por su pecho, bajó la vista para encontrarse con que tenía el torso desnudo y una extraña marca dibujada sobre su pecho. Era la misma marca que Yūzai había dibujado en Balder momentos antes. La marca brilló momentos antes de desaparecer. El enano volteó  a un lado, encontró sus ropas y volvió a vestirse antes de bajar.

Todo el gremio volteó a verlo con actitud algo hostil, con la excepción de una pequeña niña-perro.

Astrid: ¡Al fin despertaste! ¡Bienvenido! -dijo moviendo la colita alegremente.

La ultima sombra de estos tiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora