Strahl y Vari subían trabajosamente los escalones. Como estaban hechos de puro sonido, era imposible verlos, por lo cual siempre se estaban tropezando sin saber bien qué altura tenían los escalones en total. De pronto, al levantar sus pies por última vez, no pudieron sentir que los escalones siguieran subiendo.
Vari: creo que llegamos a la parte más alta de donde sea que nos trajo ese loco.
Strahl: pero, ¿donde está? -preguntó buscando a Bruyant con la vista-, no lo veo por ningún lado.
Vari: no tengo idea -respondió, buscándolo también-. Las nubes que creaste son bastante densas como para ver algo.
Strahl: lo sé, pero no puedo hacer que se vayan y ya. Solo el viento puede llevarselas ahora...
Tras dar un par de pasos, sintieron que chocaban contra algo, y al chocar un fuerte sonido similar al grito desgarrador de una mujer al perder a su niño recién nacido se escuchó.
Vari: mierda, así solo le facilitamos las cosas al ciego loco -dijo flotando cerca de Strahl.
Claro, como solo Strahl era tangible, era él quien había chocado. Sin embargo, el Titán no quería hacer sentir mal al niño.
Strahl: debe de haber una forma, algo para ver cómo él lo hace... -dijo pensando
Bruyant: ¿hmmm? ¿Ver? -su voz se escuchó detrás de ellos- Pero si tan sólo soy un ciego. Ah, pobre de mi, oh, pobre de mi...
Mientras strahl se sobresalto, Vari se preguntaba cómo los había encontrado tan rápido. Al voltear, pudieron ver a Bruyant sentado en un asiento invisible.
Bruyant: pobre de mi, oh pobre de mi, hmmm~... -sus lamentos sonaban sinceros, pero había algo en el tono que usaba que haría sospechar a cualquiera.
Strahl: ¿qué trata de hacer? -dijo empuñando el látigo
Vari: ni idea, pero no es algo buena -dijo preparando su Katana.
Bruyant: hmmmm~ oh, pobre, pobre cieguito...
De los ojos vacíos de Bruyant comenzaron a caer lágrimas. Una primero, luego dos. Al chocar contra el piso inviable, parecía que cada lagrima emitía un pequeño gemido de dolor y tristeza. Se esforzaba por llorar, se esforzaba por sentirse mal.
Strahl: ¿será un truco?
Vari: ¡No seas tan patético, diácono! ¡Al menos ten un poco de dignidad y muere con el honor de un Guerrero! -gritó irritado
Bruyant no parecía hacerles caso, solo se sentaba en su dolor. De pronto, la silueta como de una mano se posó en el hombro del ciego.
Strahl: espera, está haciendo algo -dijo al notarlo-. Desde hace un rato no hay sonido que no sea un lamento.
Vari: ¡es verdad! -dijo al darse cuenta-. ¿Pero qué está...?
Strahl notó que Bruyant mantenía sus vacíos ojos cerrados, y entonces probó en poner en práctica aquel molesto truco.
Desde que obtuvo el poder del Titán del Rayo, es capaz de escuchar todo en un área cercana, basándose solo en las vibraciones del aire. Si se centraba, si intentaba escuchar hasta el más mínimo sonido era capaz de imaginar las formas que producían dichos sonidos. Sin embargo, eso era algo que no podía controlar.
El niño pasaba noches enteras sin dormir, pues los sonidos eran especialmente agudos y molestos para sus sencillos oídos. Siempre escuchaba a algún animal salvaje aullando, a algún pobre viejo muriendo, o a algún niño siendo concebido o naciendo. Escuchar todo sin querer escuchar nada era una condenada tortura, pero no tenía opción en éste momento.
Cerró los ojos, respiró profundo y se concentró. Y lo vió. Todo el lugar en el que estaba. Era capaz de apreciar el relieve del santuario oriental en el cual se encontraban. Un gran patio interno con una fuente de la cual brotaba una luz blanquecina, las paredes de "madera" y el techo a dos aguas, las "puertas" corredizas y las lámparas que supuestamente iluminaban el lugar. Todo eso... Y el trono enorme hecho de "cráneos" en el cual estaba sentado Bruyant.
Vió todo eso, y vió a una enorme figura que poco a poco iba tomando forma mientras consolaba al diácono en su amargura.
Bruyant: ¿hmmm? ¿Aprendiste a ver, no con tus ojos, si no con tus oídos? -dijo al notar la respiración de Strahl agitarse levemente-. Interesante, aprendes a un ritmo espléndido niño. Bienvenido, éste es mi "Santuario de las lamentaciones, Shiramine".
Vari: ¿de qué habla éste loco? -preguntó viendo a Strahl.
Strahl: ci-cierra tus ojos y lo verás -dijo tragando saliva y agarrando el lazo electrico con más fuerza.
Bruyant: noté que estas viendo a mi amigo aquí a mi lado -dijo aún derramando algunas lágrimas-. Tú amigo también podría verlo aunque no pudiera ver con sus oídos como nosotros...
Las lágrimas del diácono iban flotando hacia la figura a su lado y dándole forma. Era otro hombre- pájaro, pero era distinto al anterior. Éste tenía una armadura, manos y pies de hombre, alas brotando de su espalda, cabeza de ave y cabello humano peinado al estilo de la era Edo. La criatura no podía abrir los ojos ni dejar de llorar, y tenía una espada en la mano.
Bruyant: nacido del dolor, su alimento son las lágrimas y la tristeza de las Ánimas que forman mi Santuario, Tengu: Sagamibō de Shiramine.
Y con un desgarrador gritó y agudo llanto, el ave del eterno tormento se lanzó contra el niño que empuñaba un látigo eléctrico
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La ultima sombra de estos tiempos
FantasyEn un mundo donde abundan la magia elemental; como el viento y las plantas para uso diario, la tierra para usos agrícolas, el fuego para los Caballeros, el rayo para la élite, el agua para los nobles, y la Sombra y la Luz para muy pocos; un chico qu...