𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟕

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El sol se asomó tímidamente por el horizonte, pintando el cielo de tonos suaves que contrastaban con la oscuridad de mi ánimo. A pesar de que la noche había sido larga y atormentada, la llegada del día no traía consuelo alguno. Cada minuto sin noticias de Emmett era una daga que se clavaba más profundo en mi corazón, haciéndome sentir más sola y traicionada.

Había pasado el resto de la noche abrazada a Bella, buscando consuelo en la compañía silenciosa de mi prima, pero el sueño había sido esquivo y fragmentado. Mis pensamientos volvieron una y otra vez a Emmett. ¿Dónde estaba? ¿Por qué no había dicho nada? ¿Por qué me había dejado sin una sola palabra?

Con el corazón pesado, me levanté de la cama. Sentía cada músculo entumecido, como si el dolor emocional se hubiera convertido en una carga física. Me miré en el espejo del baño; mis ojos estaban hinchados y enrojecidos por el llanto, y mi piel pálida reflejaba la desolación que sentía por dentro. No me reconocía en mi propio reflejo.

El día avanzó lentamente, como si el tiempo se hubiera confabulado para alargar mi sufrimiento. Cada tarea que intentaba realizar, cada intento de distraerme, era inútil. La ausencia de Emmett era un vacío que lo consumía todo, dejándome solo con mis pensamientos torturados. Su promesa resonaba en mi mente, una y otra vez, como un eco cruel: "Siempre estaré aquí para ti, Roxy. Nunca te dejaré."

Las palabras que una vez me habían llenado de esperanza y seguridad ahora eran cuchillos afilados que desgarraban mi corazón. Me había permitido creer en él, confiar en sus promesas, y ahora me encontraba abandonada, usada y desechada como si nunca hubiera importado... otra vez. Otra vez había dejado que me usaran.

—Roxy, ¿quieres desayunar algo? —La voz de Charlie me sacó de mis pensamientos, pero no lograba aliviar el peso que sentía en el pecho.

—No, gracias —respondí, mi voz sonaba apagada incluso a mis propios oídos.

Charlie me miró con preocupación, pero no insistió. Sabía que cualquier intento de consolarme sería inútil. Volví a subir a mi habitación, buscando refugio en el único lugar donde podía permitirme ser vulnerable sin miedo a ser juzgada.

Me dejé caer en el sofá azul, sintiendo cómo la tristeza y la desesperación me envolvían una vez más. Los recuerdos de Emmett se arremolinaban en mi mente, sus sonrisas, sus abrazos, las risas compartidas. Cada momento que habíamos pasado juntos parecía ahora una cruel mentira.

—¿Cómo pudiste, Emmett? —susurré al vacío, mi voz se quebraba con el peso del dolor—. ¿Cómo pudiste prometerme que siempre estarías aquí y luego desaparecer sin una palabra? ¿Tan poco valgo para el? M-me estaba e-enamorando....

Las lágrimas comenzaron a caer de nuevo, y no hice nada por detenerlas. Dejé que la tristeza me arrasara, permitiéndome sentir cada fragmento de dolor que su ausencia había dejado en mí. Había confiado en él más que en nadie, había creído en sus promesas, y ahora me encontraba sola, traicionada por el hombre que me había prometido que nunca me dejaría.

El día avanzaba y la sensación de abandono solo se intensificaba. Me sentía usada otra vez, como si todos mis esfuerzos, mi amor y mi confianza no hubieran significado nada para él. La esperanza que había albergado se desvanecía con cada minuto que pasaba sin noticias suyas. El dolor era una constante, una presencia implacable que no me daba tregua.

Mi teléfono vibró, y mi corazón dio un brinco. Lo agarré con manos temblorosas, esperando ver su nombre en la pantalla, pero la decepción fue inmediata cuando vi que era solo una notificación de redes sociales. Solté el teléfono con un suspiro tembloroso, sintiendo cómo la esperanza se desvanecía una vez más.

¿Por qué todos los hombres en mi vida parecían seguir el mismo patrón? Hacerme daño de algún modo. Había creído que Emmett era diferente, que su amor era genuino. Pero ahora, con su ausencia, se había demostrado que no era más que otra mentira, otra decepción.

DRIADES || EMMETT CULLENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora