𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟗

1.3K 193 15
                                    

Habían pasado dos días desde que Bella se había ido. Dos días de silencio opresivo en la casa, como si su ausencia hubiera dejado un vacío imposible de llenar. Charlie no mencionaba su nombre, pero su mirada perdida y los suspiros pesados decían más de lo que las palabras podrían.

Ese Cullen no había vuelto a aparecer por aquí, lo cual agradecía un montón. Al menos, por ahora, podía respirar un poco. Charlie no había ido al trabajo ayer estaba demasiado afectado, pero hoy no le quedaba otra opción. Así que me levanté temprano para prepararle el desayuno. Necesitaba que tuviera algo cálido en el estómago antes de enfrentarse a un día más, especialmente con todo lo que tenía sobre los hombros.

Yo, por suerte, no tenía clases hoy. Las clases las habían cancelado por hoy y mañana porque una tubería explotó y dejó un desastre. Un pequeño respiro para mí, aunque mi mente no se detenía ni un segundo.

El olor del café y el bacon llenaba la cocina cuando mi teléfono vibró sobre la mesa. Thea me había llamado desde temprano, ansiosa por hablar. Habíamos estado en una videollamada desde hacía un buen rato, ella en su cuarto con el pelo despeinado, pero aun así parecía una diosa pelirroja.

—Roxy, ¿estás escuchando? —preguntó, con una mezcla de exasperación y preocupación—. Estás distraída otra vez.

—Sí, sí, te escucho —respondí, aunque no podía recordar qué había dicho en los últimos minutos. Mi mente seguía volviendo a la imagen de Bella, de Charlie, de todo lo que había cambiado en tan poco tiempo.

Thea se acomodó en la cama, acercándose más a la cámara. Podía ver la preocupación reflejada en sus ojos, aunque intentaba disfrazarla con su tono habitual.

—No me mientas —dijo suavemente—. ¿Cómo está Charlie? ¿Y tú? ¿Cómo estás tú?

Suspiré, sintiendo el peso de la pregunta. No estaba bien, pero tampoco sabía cómo describir lo que sentía. Era como si el suelo bajo mis pies hubiera cambiado, como si todo estuviera fuera de lugar, y yo apenas podía mantenerme en pie.

—Estamos... sobreviviendo —admití finalmente—. No sé qué más decirte. Él volvió y me gustaría que no me afectara.

Ella asintió y se acomodó en la cama, acercándose más a la cámara, pero sus ojos dorados se desviaron, algo que me desconcertó por un segundo. Su atención ya no estaba en mí. Fruncí el ceño y miré por encima de mi hombro, siguiendo su mirada.

Charlie estaba en la cocina, con su traje de sheriff medio abotonado, buscando algo en los cajones. Sus movimientos eran lentos y cansados, como si el peso de los últimos días lo aplastara.

No pude evitar sonreír un poco, sabiendo perfectamente lo que había capturado la atención de Thea. Giré de nuevo hacia la pantalla y vi cómo sus ojos intentaban disimular la curiosidad, aunque no lo hacía muy bien. Su expresión había cambiado sutilmente, sus labios apenas curvados en una sonrisa cómplice.

—Oh, por favor —murmuré, divertida—. Ni siquiera lo estás intentando.

—¿Qué? —respondió ella, volviendo a centrarse en la cámara, pero sus mejillas se sonrojaron apenas perceptiblemente—. No sé de qué hablas.

—Claro que no —dije, rodando los ojos, pero sin poder evitar reírme un poco.

Thea dejó escapar una pequeña risa nerviosa, un sonido que no escuchaba mucho de ella. Justo en ese momento, escuché a Charlie revolviendo algo en la cocina.

—¿Has visto mis esposas? —preguntó, su tono cansado mientras seguía rebuscando entre los cajones.

Intenté contener la risa. Sabía perfectamente que Thea seguía pendiente de cada movimiento de Charlie, y estaba segura de que la situación solo aumentaba su curiosidad.

DRIADES || EMMETT CULLENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora