𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟐

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Ian tomó mi mano con una firmeza sorprendente y, sin darme tiempo a reaccionar, me arrastró fuera de la casa. Mi corazón comenzó a latir con fuerza mientras cruzábamos el jardín y nos adentrábamos en el bosque cercano. Aunque el bosque estaba envuelto en sombras, el suelo crujía suavemente bajo nuestros pies, y el aire fresco era una bienvenida oportuna a la tensión acumulada.

Después de unos minutos caminando entre los árboles, Ian finalmente soltó mi mano. Me quedé allí, en medio del bosque, observando el entorno con una mezcla de curiosidad y nerviosismo. Los árboles eran altos y oscuros, sus ramas entrelazadas creando un dosel sobre nuestras cabezas. La luz del atardecer apenas lograba filtrarse entre las hojas, creando un ambiente casi mágico.

De repente, una voz melodiosa y suave, como una canción antigua, se dirigió a mí desde atrás. Me giré rápidamente, mi corazón latiendo en un ritmo acelerado. Allí, a unos pocos pasos de distancia, estaba una mujer que parecía sacada de un sueño.

Ella tenía el cabello de un rojo profundo, con mechones largos y sedosos que caían en cascada hasta la mitad de su espalda. Su piel era de un blanco inmaculado, tan pálida que contrastaba con la oscuridad del bosque y reflejaba la luz de una manera casi sobrenatural. Sus ojos, dorados y brillantes, capturaban la luz de una forma que los hacía parecer casi líquidos, como dos orbes de sol atrapados en su mirada.

La mujer se movía con una gracia etérea, cada paso parecía estar envuelto en una elegante danza. Su rostro, de rasgos delicados y perfectamente esculpidos, exhibía una belleza que iba más allá de lo humano, como si cada aspecto de su ser estuviera hecho para deslumbrar. Sus labios se curvaban en una sonrisa tranquila, que tenía el poder de iluminar incluso el rincón más oscuro del bosque.

Ian, al ver a la mujer, soltó una exclamación de alegría y corrió hacia ella con una rapidez que solo los vampiros pueden tener. La mujer también avanzó hacia él, y cuando se encontraron, se abrazaron con una familiaridad y calidez que reflejaban un profundo vínculo. El abrazo era tan natural y afectuoso que transmitía una sensación de pertenencia y amor fraternal.

Vi cómo sus cuerpos se unían en un abrazo que parecía abarcar todo el tiempo que habían pasado separados. La expresión en el rostro de Ian era de alivio y felicidad, mientras que la de la mujer era de pura satisfacción y ternura.

Finalmente, Ian se separó ligeramente y le hizo una seña hacia mí, que estaba observando desde un poco más lejos.

—Roxy, esta es Thea —dijo Ian, su voz llena de afecto y respeto.

Thea, con su mirada dorada y su sonrisa acogedora, se giró hacia mí. El resplandor en sus ojos parecía iluminar aún más el bosque, haciendo que su presencia fuera aún más impactante.

—Hola, Roxy —dijo Thea, su voz era un susurro encantador que parecía resonar en el corazón. —He oído mucho sobre ti.

La calidez en sus palabras y la amabilidad en su mirada hicieron que me sintiera más cómoda, a pesar de la sorpresa y el asombro que sentía. Thea extendió su mano hacia mí en un gesto de bienvenida, y yo la tomé con una mezcla de respeto y curiosidad.

—Hola, Thea —respondí, intentando mantener la compostura mientras admiraba la belleza y gracia de la mujer frente a mí.

Ian nos observaba con una sonrisa de satisfacción, claramente feliz de vernos juntos. La presencia de Thea en el bosque parecía llenar el aire con una energía nueva, y aunque aún no entendía del todo la magnitud de todo lo que estaba ocurriendo, sentía que había dado un paso importante hacia descubrirlo.

Thea se acercó a mí con movimientos fluidos, casi como si estuviera deslizándose sobre el suelo. Su mirada era profunda y observadora, y noté que se detenía en cada detalle de mi apariencia. Con cuidado, tomó uno de los mechones rosas de mi cabello entre sus dedos, y su expresión cambió a una de intensa concentración.

DRIADES || EMMETT CULLENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora