𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟎

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Había pasado otro día más y Bella aún no aparecía. Charlie estaba en una jornada larga, patrullando más horas de lo normal, y eso me dejaba sola en la casa, acompañada únicamente por el ruido del viento moviendo las hojas de los árboles y mis propios pensamientos.

Me senté en el porche delantero, envuelta en una sudadera demasiado grande para el frío de la noche, pero no lo suficiente para calmar el nudo que tenía en el pecho. Había pasado el día entero dándole vueltas a absolutamente todo lo que había ocurrido, preguntándome donde estaba Bella, que estaba haciendo y con quién. Tenía mis sospechas, pero no quería confirmarlas. A veces, la ignorancia era más soportable. Con el teléfono en la mano, marqué el número de la Dra. Hartman. Mi voz temblaba un poco cuando hablé. No sabía si hablar con ella era lo que necesitaba, pero era algo.

—Hola... Necesito una cita, lo antes posible —le dije, tratando de mantener el control.

—¿Te sientes bien, Roxy? —preguntó con su tono calmado, el que usaba cuando quería que me abriera.

—No lo sé —admití, frotándome la frente con la mano libre—. Hay muchas cosas pasando y... no estoy segura de cómo manejarlas. Solo... necesito hablar con alguien.

La Dra. Hartman me ofreció un par de fechas para que pudiera verla, pero mi atención comenzó a desviarse cuando algo llamó mi atención en la calle.

Un auto plateado.

Se estacionó frente a la casa, y mi cuerpo se tensó al instante, como si una alarma interna se activara. El motor se apagó, y por un momento, el silencio fue absoluto. Dejé de escuchar las palabras de la Dra. Hartman, todo a mi alrededor se desvaneció, excepto lo que estaba viendo.

La puerta del conductor se abrió lentamente, y entonces lo vi. Edward. Primero él. Salió con la misma elegancia fría que siempre lo acompañaba, su rostro serio y distante. La sombra de la luna lo bañaba, y su presencia llenó el espacio con algo que no podía describir, pero que me inquietaba profundamente.

Y luego, la puerta del acompañante se abrió. Bella.

Mi corazón dio un vuelco, y el teléfono casi se me cayó de las manos. Bella bajó del auto como si todo estuviera bien, como si no hubiera desaparecido durante días, como si no hubiera pasado nada. Mi mandíbula se apretó, y el nudo en mi pecho se hizo más grande, casi insoportable.

No pude apartar la vista de ellos. Edward, alto, oscuro, caminando con paso seguro hacia la puerta de la casa. Bella lo seguía de cerca, pero su rostro no mostraba la misma expresión de desafío que había tenido cuando discutimos. Parecía... tranquila, pero también decidida. ¿Decidida a qué? No lo sabía.

—Roxy... ¿Roxy, sigues ahí? —la voz de la Dra. Hartman resonó en mi oído, sacándome momentáneamente de mi estado de shock.

—Tengo que colgar —dije rápidamente, apenas consciente de que mis palabras salían más ásperas de lo que pretendía—. Lo siento.

Sin esperar su respuesta, terminé la llamada y bajé lentamente el teléfono. Todo mi cuerpo estaba tenso, mi corazón latía con fuerza y mis manos temblaban levemente. Los vi avanzar hacia la puerta, sin siquiera notar mi presencia en el porche, como si yo fuera una sombra en la oscuridad.

No podía moverme. Ni siquiera sabía si quería que lo hicieran. Cuando llegaron al pie del porche, Bella levantó la vista y sus ojos se encontraron con los míos. El silencio entre nosotras era ensordecedor.

Edward se quedó a su lado, inmóvil, como una sombra protectora... parecía medio muerto si era sincera, aunque realmente estaba medio muerto.

Yo me quedé quieta, sin saber si debía hablar o simplemente levantarme y entrar. La tensión en el aire era palpable, casi sofocante, y sabía que lo que venía después cambiaría todo, para bien o para mal.

DRIADES || EMMETT CULLENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora