La tarde estaba llegando a su fin cuando nos adentramos en el bosque, dejando atrás la casa. Las nubes grises se arremolinaban en el cielo, dejando caer una suave llovizna que empapaba la tierra bajo nuestros pies. Caminábamos en silencio, rodeados por los árboles altos y frondosos, mientras la humedad del bosque se mezclaba con el aire fresco de Forks.
Ian iba adelante, cargando una mochila de lona que se balanceaba con cada paso. Thea y yo lo seguíamos de cerca, con nuestros zapatos chapoteando en el suelo. A pesar del ambiente tranquilo del bosque, podía sentir una tensión en el aire. Los eventos recientes seguían rondando mi mente: la confusión en la puerta con Paul, la conversación sobre vampiros y lobos, y la forma en que Thea y Ian habían reaccionado. Había tantas preguntas sin respuesta que flotaban en mi cabeza, pero por ahora, decidí concentrarme en lo que íbamos a hacer.
Finalmente, llegamos a un pequeño claro en medio del bosque. El lugar estaba rodeado de árboles altos y musgo verde, y a pesar de la llovizna, la atmósfera era acogedora. Ian se detuvo en el centro del claro y dejó caer la mochila al suelo con un suave ruido sordo. Luego comenzó a sacar varias latas vacías de la mochila, colocándolas en fila sobre un tronco caído a unos veinte metros de distancia.
—Muy bien, Roxy, vamos a practicar tu puntería —dijo Ian, con una sonrisa que no alcanzaba a ocultar su preocupación.
Me entregó mi pistola, sorprendida de que la haya encontrado. La sostuve con cuidado, sintiendo el peso en mis manos mientras miraba las latas alineadas frente a mí.
—¿Dónde la encontraste? —pregunté, con una mezcla de sorpresa y gratitud.
—En tu habitación, debajo de la cama —respondió Ian con una leve sonrisa—. Charlie dijo que solo en caso de emergencia, pero quiero intentar algo.
—¿Intentar algo? —repetí, mirándolo con más atención.
—Quiero ver hasta qué punto se desarrollan tus sentidos. —dijo Ian, sin apartar la mirada de las latas—. Primero vamos a calentar con estas latas.
Thea asintió a su lado, cruzando los brazos y observándome con ojos calculadores. Parecía aprobar la idea, aunque no podía decir si estaba completamente de acuerdo.
—¿Qué quieres decir con eso de mis sentidos? —pregunté, tratando de mantener la voz firme, aunque la inquietud empezaba a instalarse en mi pecho.
Antes de que Ian pudiera responder, fue Thea quien intervino, cruzando los brazos mientras me miraba con esos ojos que parecían ver más allá de lo obvio.
—Lo que Ian quiere decir —dijo Thea, con su tono seguro y firme—. Algunos de tus sentidos deberían ser más agudos que los de una persona normal. —Hizo una pausa, observándome con atención—. Pero por ahora, lo que buscamos es que se desarrollen al menos un poquito más. No estamos hablando de superpoderes, sino de una percepción un poco más afinada, una respuesta mejoradas... Esto seria una prueba sencilla.
Asentí con la cabeza medio entendiendo lo que habia dicho.
—Dispara —me dijo Thea, su voz firme, pero con una extraña calidez que me instó a confiar en ella.
Respiré hondo, centrando mi mirada en la primera lata. Sentí el peso de la pistola en mis manos, y traté de calmar los latidos de mi corazón, que retumbaban en mis oídos. Justo cuando estaba a punto de disparar, escuché un crujido de ramas a mi izquierda. Me congelé. Giré lentamente la cabeza y lo vi.
Un lobo.
Era enorme, más grande que cualquier lobo que hubiera visto en fotos o en libros. Su pelaje era negro como la noche, y sus ojos brillaban con una inteligencia inquietante. Antes de que pudiera reaccionar, Thea se movió rápidamente, tomándome por el brazo y tirándome detrás de ella. Su postura cambió de inmediato; sus hombros se tensaron, y su cuerpo se inclinó ligeramente hacia adelante, como si estuviera lista para protegerme a toda costa.
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DRIADES || EMMETT CULLEN
FanfictionToda mi vida había sido un completo desastre, Pero cuando llegué a Forks, un lugar donde los árboles parecían susurrar secretos, algo cambió. Era como si algo me esperase, Emmett Cullen irrumpió en mi vida como un rayo de luz en la oscuridad. Pero m...