𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑

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El sol comenzaba a filtrarse a través de las cortinas, iluminando la habitación en un suave resplandor dorado. Ian y yo estábamos tumbados en mi cama, ambos mirando fijamente al techo como si estuviera lleno de respuestas a las preguntas que flotaban en nuestras cabezas. Había pasado un día entero desde el encuentro con los Cullen, pero la sensación de extrañeza y tensión aún no se había desvanecido del todo.

-¿Crees que se van a acostumbrar a ti algún día? -pregunté, rompiendo el silencio que había durado demasiado tiempo.

Ian soltó un suspiro leve, aún mirando el techo, sus manos descansando detrás de su cabeza en una postura completamente relajada.

-¿Acostumbrarse a mí? -respondió con una sonrisa que podía sentir, aunque no lo mirara-. Oh, no lo sé. Mi encanto es un poco... intenso para algunos.

No pude evitar reír ante su arrogancia despreocupada. Había algo en su manera de ver el mundo que hacía que cualquier cosa pareciera más simple, incluso cuando las cosas eran todo menos simples.

-¿Y qué hay de Rosalie? -pregunté, girando la cabeza ligeramente hacia él, aunque seguía sin apartar la vista del techo.

Ian se quedó en silencio por un momento, sus ojos recorriendo las sombras que las luces matutinas proyectaban en las paredes.

-Es... diferente -dijo finalmente, su voz más suave de lo habitual-. No lo sé, Roxy. No es como con cualquier otra persona.

Me quedé callada por un momento, recordando la electricidad en el aire cuando la vio por primera vez. Esa sensación familiar, como la que había visto entre Thea y Charlie, que me había dejado claro que algo estaba ocurriendo.

-¿Diferente cómo? -insistí, queriendo saber más.

Ian giró su cabeza hacia mí, con una expresión que me decía que ni siquiera él sabía la respuesta exacta.

-Simplemente lo es. Es como si... no sé, como si nos conociéramos de antes, pero no en el sentido literal. Es raro.

Me quedé mirando el techo, procesando lo que me acababa de decir. Si bien Ian nunca era alguien que se tomara las cosas muy en serio, esto parecía algo que lo había dejado sin palabras. Algo que era nuevo para él. Sabía que esa conexión no era algo común.

-Tal vez es porque son almas gemelas -dije en voz baja, sintiendo el peso de esas palabras colgar en el aire entre nosotros.

Ian no dijo nada por un rato, pero eventualmente soltó un suspiro y rodó sobre su costado para mirarme más de cerca.

-¿Crees que eso tiene algún sentido? -preguntó, su tono mezclando seriedad con curiosidad genuina.

Lo miré de vuelta, el techo olvidado por completo.

-Lo tiene para mí -respondí sinceramente.

Ian sonrió, pero no fue la sonrisa arrogante que siempre mostraba al mundo. Esta era más suave, más real, y por un momento todo el caos de los últimos días pareció desvanecerse.

-Bueno, entonces supongo que tendremos que ver cómo se desenvuelven las cosas, ¿no? -dijo, volviendo a recostarse.

El silencio cayó entre nosotros nuevamente, pero esta vez no era incómodo. Ambos seguimos mirando el techo, aunque ahora el aire a nuestro alrededor se sentía un poco más ligero.

Ian permaneció en silencio unos segundos más, pero luego rompió el momento de calma con una pregunta inesperada, su voz resonando con la misma despreocupación de siempre, aunque con una pizca de interés.

-La mujer sexy de tu cuadro... -dijo, girando ligeramente la cabeza para mirarme de reojo-. Es ella, ¿verdad? Rosalie.

Me quedé quieta. El cuadro que el tanto quería que yo había enviado al concurso.

DRIADES || EMMETT CULLENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora