𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟕

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Me senté en el sofá de la Dra. Hartman, sintiendo una familiaridad extraña en la incomodidad. Llevaba varias sesiones, pero había días en los que el peso de lo que discutíamos hacía que me sintiera como si fuera la primera vez. Hoy era uno de esos días.

La Dra. Hartman, con su mirada calmada y su postura relajada, me observaba desde su silla. Sus ojos, siempre atentos, se fijaron en mí con esa mezcla de compasión y profesionalismo que había llegado a valorar tanto.

—Roxanne —comenzó con su voz suave, pero firme—, quiero recordarte algo importante: no estamos aquí para justificar las acciones de los demás, especialmente cuando esas acciones te han lastimado.

Asentí, aunque una parte de mí seguía resistiéndose a dejar de intentar entender, de encontrar una explicación para lo que Renée había hecho. Había pasado dias tratando de darle sentido a sus actos, buscando alguna razón que pudiera justificar lo injustificable.

—Sé que es difícil —continuó la Dra. Hartman, como si leyera mis pensamientos—. Es natural que, cuando alguien que queremos nos hiere, intentemos encontrarle una explicación, un motivo que lo haga más soportable. Pero no es tu responsabilidad justificar las acciones de Renée. No es tu responsabilidad encontrar excusas para su comportamiento.

Sentí un nudo en la garganta mientras escuchaba sus palabras. Había estado atrapada en un ciclo interminable de preguntas y respuestas que nunca llegaban a satisfacerme. ¿Por qué Renée había hecho lo que hizo? ¿Había algo que yo hubiera podido hacer para evitarlo?

—Roxanne, tus sentimientos son completamente válidos —dijo la Dra. Hartman, sacándome de mis pensamientos—. Lo que sientes, esa mezcla de dolor, confusión y rabia, es real. No tienes que justificar nada. No tienes que encontrarle un sentido a lo que Renée hizo para permitirte sentir lo que sientes.

—A veces pienso que si puedo entender por qué lo hizo, podría perdonarla —murmuré, bajando la mirada—. Pero cada vez que lo intento, termino sintiéndome aún más perdida.

—Perdonar no significa olvidar lo que pasó ni justificar sus acciones —respondió la Dra. Hartman con suavidad—. Y tampoco es algo que debas hacer de inmediato, o incluso nunca, si no es lo que necesitas para sanar. El perdón es algo que tiene que venir desde un lugar de paz interior, no de una necesidad de justificar el daño.

Suavemente, levanté la vista y la miré a los ojos. Sabía que tenía razón, pero había algo en mí que no podía dejar de intentar entender, como si al hacerlo pudiera recuperar algo de control sobre la situación.

—Es normal que sientas esa necesidad de entender —continuó la Dra. Hartman—. A veces pensamos que si encontramos una razón, el dolor se hará más llevadero. Pero no siempre es así. A veces, simplemente tenemos que aceptar que algunas personas toman decisiones que nos lastiman, y eso no está bajo nuestro control.

—Entonces, ¿qué debo hacer? —pregunté, sintiendo que estaba en un punto muerto.

—Concéntrate en ti, en cómo te sientes, y en lo que necesitas para sanar. No te preocupes por justificar o entender las acciones de Renée. Permítete sentir el dolor, la confusión, y la ira si es necesario. Esos sentimientos son tuyos, y merecen ser reconocidos y procesados.

Asentí, sintiendo cómo sus palabras se asentaban en mi interior. Tal vez era hora de dejar de buscar respuestas que nunca llegarían y, en cambio, enfocarme en mi propio proceso de curación.

—No tienes que resolver todo de una vez, Roxanne —añadió la Dra. Hartman—. Tómate el tiempo que necesites. Este es un proceso, y es importante que te permitas vivirlo a tu propio ritmo.

Cuando salí de la consulta, mis pensamientos seguían atrapados en un torbellino. La Dra. Hartman tenía razón al decir que no podía justificar las acciones de Renée, pero no podía evitarlo. ¿Por qué mentiría sobre algo tan fundamental como su familia paterna? ¿Y por qué inventar una historia tan macabra, diciendo que estaba muerta y que había donado su cuerpo a la ciencia?

DRIADES || EMMETT CULLENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora