Capítulo 19

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Sirius

Acabamos de llegar a casa, otro día más con las manos vacías. Lo estamos llevando como mejor podemos, pero es muy duro no tener apoyo. Las dos personas más importantes de nuestra vida no están a nuestro lado, y todos echamos muy en falta tanto a Sitka como Leandrior.

No llevo bien eso de esperar el buen comportamiento Kenai. Ojalá consiga liarla tan vastamente que tengan que soltar a Sitka a la fuerza. Por otro lado, no puedo evitar mosquearme con Leandrior. Lo sé, tiene motivos para estar como está con nosotros, pero no sabe la verdadera razón de la elección de Kenai y las órdenes que debe seguir. Me da tanta impotencia que me encantaría ir a su dichosa casita a gritar a los siete vientos: ¡Kenai está siguiendo las órdenes de tu puta diosa!

Y, por supuesto, también estoy enfadado con la diosa. Me parece muy injusto y totalmente innecesario. ¿Qué coño gana ella haciéndonos pasarlas putas? Joder. Si por mí fuera todo esto estaría ya arreglado.

De puertas para adentro, la mirada de Denahi se ha apagado. Las estrellas de sus pupilas no brillan, está sin vida, ni siquiera marca un poco sus hoyuelos, y eso me preocupa más todavía. Si él se viene abajo, si la alegría de la casa está triste, entonces todos lo estamos. Y yo más.

Sabéis que Denahi y yo formamos un dúo bastante interesante, pero lo cierto es que él es mi principal amigo. Y yo el suyo. Me fastidió que tardase tanto en aparecer en la vida de Leandrior, eligió vivir su vida de pirata en un bando distinto a los demás, y luego le tocó pagar las consecuencias. De mi bando ya no hablo, porque no tengo, a menos que exista uno que se base en liarla parda.

Mi réplica pasa por delante de mí y comienza a subir las escaleras, desanimado. Su pelo está más morado de lo habitual, y ahora que ha entrado en casa, parece azul.

—Voy a ver las estrellas —anuncia.

Ai, no.

Que Denahi vaya a ver las estrellas puede significar nostalgia o una tristeza muy profunda, y ahora está más que claro que está de bajón. Y yo no pienso dejarlo solo, igual que nunca lo he hecho. Mi vínculo con él es más fuerte que con cualquier otra réplica, y viceversa. Esa es la verdad, al igual que Aurora y Melinna se llevan especialmente bien, o el buen entendimiento de Darcy y Valtian, mi relación con Denahi es única.

Subo detrás de él saltando los escalones de dos en dos. Para cuando entro en su habitación y subo al tejado de encima de su ventana de un salto, él ya está arrodillado con la cara enterrada entre sus piernas. Las estrellas nos miran como fieles amigas de toda la vida, escuchando los sollozos de Denahi. De inmediato me siento a su lado.

—Yo... no puedo más. Mi hijo... Eli... —solloza—. La mujer a la que amo finge empatía por mí, porque me está utilizando.

Levanta la mirada enrojecida hacia mí.

—Mátame, por favor —suplica en un hilo de voz.

Me aproximo más a él, rozando mi nariz contra su pómulo. Mi pelo rosado le hace cosquillas en la frente, y yo agarro sus mejillas con toda la suavidad que puedo permitirme para deslizar mi lengua por sus lágrimas. Denahi gime por el calor de mi saliva, su mano se dirige a mi pelo y aprieta las mechas fucsias entre sus dedos.

Su respiración se agita, su pena se relaja. Mi mano baja por su abdomen y se detiene en su entrepierna. Desciendo mi cuello al hueco entre su cuello y hombro para morderlo con brusquedad, él deja escapar un silbido.

—Más fuerte. —Vuelve a suplicar.

Mis colmillos atraviesan su carne, puedo saborear su sangre, dándole el estímulo doloroso que siempre necesita. Porque él está forjado por dolor, por inocencia hecha añicos.

Por el ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora