Capítulo 2

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Elara

He perdido por completo el rastro del zorro, pero teniendo en cuenta que ha desaparecido ahora, frente a una casa gigantesca en un lugar oscuro y tenebroso, intuyo que es aquí a donde debo ir.

Hemos pasado de unas luminosas tierras repletas de flores y mariposas, a la zona donde se imaginan los niños que vive el diablo. Llamo a la puerta dando unos toquecitos. El cielo está repleto de estrellas, reflejadas en él en forma de galaxia. Sin duda este es un muy buen sitio para contemplar los astros, aunque al mismo tiempo, el lugar da tan mal rollo que me arrugo los bordes del vestido por la emoción, y por la humedad que se comienza a acumular entre mis piernas al pensar en qué me deparará el interior.

Las puertas se abren. El interior no es tan gótico como me imaginaba, sino más bien moderno. Pongo un pié dentro, y al instante percibo una clara tensión en el aire que me hace respirar con dificultad.

-Bienvenida a tu nuevo hogar -gruñe algo entre las sombras.

-¿Kenai? -pregunto.

Su colosal figura aparece entre la oscuridad y sus ojos brillan por encima de cualquier cosa bajo su pelo negro, robándome todo el aire. Su cuerpo triplica al mío y su ropa negra se pega a él como una segunda piel. Sus alas acaparan gran parte del pasillo, extendidas frente a mí como una barrera que me impide pasar.

Recuerdo lo que hizo, lo recuerdo todo. Por su culpa, Leandrior ha perdido la capacidad de controlar su maldición, pero gracias a él, estoy viva, porque ha sido quién me ha creado. En mi corazón se forma una lucha, porque yo quería mucho a papi y a mami, y si no hubiera detenido a Leandrior aquel día, seguirían vivos.

Sin embargo, una extraña conexión me une a él tan intensamente que me impide enfadarme por lo que ha sucedido, como si formara parte de él, como si mi vida dependiese que lo que él dicta.

Creo que está mal lo que voy a hacer, pero no puedo evitar caminar hasta su figura y abrazar su cintura con todas mis fuerzas. Estampo mi cara con las montañas de sus abdominales, duros como piedras, y me froto contra ellos.

-Gracias por traerme a la vida, pero estoy enfadada por lo que le has hecho a mis papis -sollozo.

-No he sido yo quien los ha matado, tan solo he decidido salvar a mi hijo -gruñe.

-Pero a mí me has abandonado.

Las lágrimas empañan mi rostro sin remedio. Al ser la parte sensitiva de Leandrior, puedo sentir todo su dolor. Él me aparta, y el pequeño empujón que me da es suficiente para tirarme al suelo. Se acerca y se agacha frente a mí, apoyando sus brazos en sus rodillas y mirándome intensamente con esos ojos negros como los de Lea que me leen el alma.

-No te he abandonado, y jamás lo haré, porque eres mía. Tu cuerpo y tu alma me pertenecen. Así que acatarás mis órdenes y disfrutarás de tu vida hasta que olvides lo mucho que me odias en el fondo, y lo reemplaces por tu amor por mí.

-Pero... he vivido dentro de ella desde que nació. Soy su maldición pero a ella también la quiero, no puedo ser solo tuya.

-A eso le llamo yo un vacío legal -dice con una sonrisa que muestra sus caninos-. Yo también soy suyo, tanto como tú, así que nos encargaremos de recuperarla cuando sea el momento. ¿Lo has entendido?

Limpio las lágrimas que corren mis mejillas y asiento, sorbiendo por la nariz. Él se levanta de nuevo y me tiende la mano educadamente, la cual no dudo en tomar pese a que él mismo ha sido el responsable de que acabara en el suelo. Además, me he hecho daño cuando me caí, me duele el trasero por su culpa.

-Creía que los dioses serían más misericordiosos -musito por lo bajo, con rabia mientras me froto la espalda baja.

-Repítelo más alto y quizás finja que es cierto -ronronea, el erotismo de su voz hace vibrar mis huesos.

Por el ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora