Capítulo 39

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Elisa

Hace ya varias semanas que me he ido a la mansión de los Elésscoltar a vivir con Leandrior y Ceiden. No podía soportar regresar a mi habitación y recordar que la de Elara está vacía al lado.

Gracias al vínculo telepático, o más bien, por culpa de él, pude llegar a saber cómo les afectó la muerte de Elara a todos, sobre todo a Denahi. Directamente ha dejado de sonreír. He decidido darles la oportunidad de merecerse mi perdón únicamente por Eli, por la promesa que le hice.

Ceiden ha sido la única en esta casa que me ha consolado y ha empatizado conmigo, como siempre lo ha hecho. Leandrior no me ha incordiado, pero es gélida como el acero, incluso cuando está de pié en frente de la gigantesca hoguera del piso subterráneo, con las abrasantes llamas a pocos metros de nosotras.

Las tres tenemos la vista perdida en el fuego.

—¿Así llevas el fracaso? —le suelto de golpe y la miro directamente.

Su rostro ni se inmuta.

—¿Qué me recomiendas hacer? ¿Que salga al tejado y grite a los cuatro vientos que tenía el mejor plan que jamás he creado, que las cosas se han torcido y que ahora no tengo nada?

Tuerzo el gesto y vuelvo a mirar a las llamas.

—¿Eres capaz de sentir vergüenza? —le pregunta Ceiden.

Además del fuego, también se escucha de fondo el ronroneo de Victoria caminando elegantemente entre nuestros pies, acariciándonos con su cola peluda y negra. Ceiden no duda en agarrarla y yo no soporto la tentación de acariciarla una vez está en su regazo. Estoy todo el día así, me desestresa.

—Creo que sí. Llevo semanas saboreando la humillación —suspira y junta las manos tras su espalda—. Necesitaba que Elara tuviera el Arco de la Justicia, y que ella estuviera de mi bando. Pero no he logrado ni una cosa ni la otra.

Trago saliva y me centro en que las llamas se coman mi dolor. Trato de visitar a Katerina, pero últimamente está más ocupada de lo normal en asuntos de brujería, por lo que apenas la veo desde hace semanas.

Ceiden me pasa la mano por el hombro.

—Todavía quedas tú —me dice mi réplica—. Con tu búsqueda del Mandoble del Olvido.

Leandrior clava sus ojos en los míos, luego se gira hacia mí sin pestañear.

—¿Sigo contando contigo para ello? —me pregunta.

Asiento una vez, firme.

—Tienes mi palabra.

—Bien.

Asiente de vuelta y se aleja del fuego, intuyo que se irá a la gran terraza que da al acantilado y al infinito mar que lo continúa, donde normalmente suele pasar parte de las noches mirando las estrellas. Ceiden se queda conmigo, su vestido de brocado verde y dorado brilla con el resplandor de las llamas.

—¿Alguna vez te hizo algo? —le pregunto.

Frunce el ceño y me mira.

—¿Que si Lea me ha hecho daño? —aclara—. No. Lo más hiriente que he recibido ha sido estar llorando, no recibir su consuelo y que pasara de mí como la mierda. A parte de eso... —Se encoge de hombros.

—Bueno, ahora ya estoy yo aquí —afirmo—. Si necesitas abrirte con alguien, aquí me tienes. Ya has tenido bastante conmigo estas últimas semanas. Comienzo a creer que eres una esponja —digo con una sonrisa.

Ella suelta una risita y me agarra del brazo para engancharlo con el suyo.

—Algo así —me responde—. He hecho brownie de chocolate, ¿quieres?

Por el ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora