Capítulo 45

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Leandrior

No he podido evitar hincar mi rodilla en el suelo. Me falló sola al darme cuenta del dios que tengo enfrente de mí, y lo vi tan claro que en el momento en el que cruzamos nuestras miradas, una muralla en mi interior se hizo añicos, y todas mis emociones regresaron a mí como imanes.

Aunque ahora mismo, tan solo soy capaz de sentir un miedo que jamás he experimentado en toda mi vida. Su mera presencia ha bastado para romper el hechizo del rostro falso que Elisa y yo llevábamos, así como ser capaz de hacerme controlar la maldición. Una maldición que él ni siquiera ha creado, como para poder deshacerla.

Supongo que ha llegado la hora de mi muerte, así que moriré con honor, arrodillándome frente el Rey de los Dragones. Entonces, escucho unos pasos resonar en la arena que no pertenecen a un dragón, y que se acercan cada vez más a mí.

—Ponte de pié —me dice una voz que desconozco.

Me giro hacia la izquierda y abro mucho los ojos. Se trata de una bella mujer que podría tener mi edad perfectamente. Su rostro es desafiante y firme como el de una guerrera que ha presenciado demasiadas batallas, y ha ganado todas ellas.

Su pelo es largo y castaño, repleto de mechas doradas que están trenzadas desde la raíz, mientras que el resto de su pelo liso cae en cascada por su espalda. Tiene algunas marcas en el rostro hechas con pintura negra, como si todo el tiempo estuviera lista para librar una guerra. La vestimenta de cuero se ciñe a ella como una segunda piel, y su cinturón está lleno de cuchillas y dagas. Logro distinguir alguna más camuflada en su pierna y su tobillo, aunque seguramente haya más que no logro ver.

Sus ojos púrpuras se clavan en los míos con decisión, y como sigo arrodillada en el suelo, me indica con la mano que me levante.

—No va a matarte —me aclara.

Galrey suelta vapor por las fosas nasales y agita la arena. Me levanto muy lentamente, no sé ni siquiera por qué confío en su palabra, pero me pongo de pié. Vuelvo a mirar al dragón frente a mí y se me vuelve a poner la carne de gallina. Mi altura es el suelo de su boca. Mi cabeza acaba donde comienza su fila de dientes inferiores.

—¿Qué es todo esto? —gruñe Elisa.

La guerrera pasa su mirada hacia ella.

—Galrey se acaba de vincular con tu amiga. Eso pasa.

Frunzo el ceño y me pongo lo más recta que puedo, con el mentón bien alzado.

—¿Cómo es eso posible? —le pregunto.

—Te ha elegido, eso es lo único que sé —responde—. Nos ha guiado a Skyamort y a mí hasta aquí, sin saber dónde pararíamos.

Elisa la señala con el dedo.

—Eres la Elésscoltar perdida, apareciste en el cuadro de la mansión hace poco.

La mujer frunce el ceño y agita la cabeza.

—A la mierda la privacidad —suspira—. Sí, pertenecí a esa familia hace años, pero ya no. Mi lugar está con los dragones.

—Con los dioses, dirás —suelto—. Y con los de fuego de color, nada menos.

—Dame tu nombre y yo te daré el mío.

Respiro hondo y doy varios pasos hacia ella de forma pacífica.

—Leandrior Elésscoltar. —Le tiendo mi mano.

Separa los labios, pero su sorpresa solo dura unas milésimas de segundo.

—Sylvana Elésscoltar —responde, y me estrecha la mano con firmeza—. Soy la hermana de Arnor Elésscoltar. O lo era hasta que lo asesinaron.

Unos fantasmas del pasado cruzan su mirada. Ahora soy yo la sorprendida, pero más aún por la tristeza repentina que inunda todo mi ser, ahogando cada centímetro de mi cuerpo. No me puedo permitir derrumbarme ahora, pero sin duda lo haré cuando esté sola en mi habitación. Lloraré todo lo que no he llorado en meses.

Por el ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora