Capítulo 63

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Elisa

Necesito comprobar que su casa no es verdad. Necesito ver que todo era una mentira con mis propios ojos para acabar de creérmelo. Cruzo el portal de la Isla Central que lleva a la Isla de Lume, a la Ciudad de Valeria. Paso entre la muchedumbre, hoy el mercado parece estar especialmente activo, aunque no reparo en él y voy directa al bosque.

Llego a la cabaña de Katerina y abro la puerta de una patada, en mis deseos más profundos sí que está aquí dentro y se asustó al verme entrar de esta manera, pero la realidad es otra. Todo sigue como siempre, cada bote de hechizos y vela en su lugar correspondiente, y cómo no, la casa está vacía esperando a que la zorra de mi réplica se vuelva a quedar dormida para venir a interpretarla.

Me apoyo en una pared y me muerdo el labio para retener las lágrimas, aunque no puedo frenar el llanto mucho tiempo. Nada de esto era real, nunca lo fue. Ceiden se ha ido y a parte de Elara, no tengo a nadie más. Lloré delante de Kate para nada, todo era producto de mi imaginación.

Escucho un escándalo al otro lado de estas paredes. Salgo de nuevo por la entrada y me acerco a la ciudad, donde los gritos me golpean como una ola. La gente corre en todas direcciones, el pánico está dibujado en sus rostros. Miro alrededor, intentando entender qué está pasando. En medio de la multitud, un hada se choca contra mí y me tira al suelo, sus alas brillan con una intensidad sobrenatural en medio de la avalancha.

—¿Qué está pasando? —le pregunto sujetándola de la muñeca antes de que se vaya.

—El Heraldo de la Destrucción ha arrasando con los puentes que conectan todas las islas —explica, con su voz temblorosa al igual que el resto de su cuerpo—. Desde Trono hasta Natureza y de Terra a Auga. ¡Y ahora lo está quemando todo!

El horror se instala en mi estómago. Él ha venido a reclamarla. Han secuestrado a Leandrior y Galrey responde con furia ante la pérdida de su Iskra, aunque sea durante el transcurso de una maldita hora. Cada rugido que resuena en el aire es un grito de venganza, una declaración de guerra.

Las llamas rojas iluminan el horizonte, y el calor llega incluso aquí. No puedo quedarme quieta. Los Orígenes del Mal y el Original deben liberar a Leandrior antes de que las Kaláthidas sean consumidas por el fuego ensangrentado. Las vidas de todos en estas islas dependen de ello, no quedarán personajes de los cuentos si esto continúa.

Un torrente de fuego se acerca por mi flanco y corro en dirección contraria antes de que sus llamas me abrasen como los están haciendo sobre la cabaña de Katerina. Esa era la confirmación que necesitaba para despertar de una puta vez.

El calor es sofocante, y el aire huele a ceniza y a miedo. Desde mi escondite, veo al Coloso del Apocalipsis surcar el cielo con sus enormes alas, cuyas membranas degradan al borgoña con la luz de la luna, la cual eclipsa con su magnitud. La tormenta lo acompaña en su rabia a medida que se acerca. Su rugido resuena como un trueno, y cada vez que abre la boca, una ráfaga de fuego inunda el paisaje, reduciendo todo a escombros y llamas sobrenaturales. Ya no queda rastro de la Ciudad de Valeria que tanto se ha empeñado Katerina en mostrarme, así como Leandrior en escribir.

Las casas, los árboles, incluso las piedras parecen derretirse bajo su aliento ardiente. La gente corre despavorida, gritando por ayuda, pero no hay refugio seguro. Galrey no se detendrá hasta que Leandrior le sea devuelta.

Mis manos tiemblan mientras me aferro a la esperanza de que alguien, en algún lugar, pueda detener esta locura. Pero por ahora, solo puedo observar, impotente, cómo el mundo arde bajo la furia de un dios.

El rugido de Galrey se intensifica, y el cielo se tiñe de destellos ominosos del color de su fuego. Las llamas se elevan, devorando todo a su paso. Puedo sentir el calor abrasador incluso desde donde permanezco más o menos oculta, si es que eso me salvará. El sudor corre por mi frente y la desesperación se apodera de mí mientras veo a una familia intentar escapar, solo para ser atrapada por el fuego implacable que atraviesa los callejones y toma cada ruta como un atajo mortal.

Por el ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora