Capítulo 18

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Kenai

Aparezco en forma de oscuridad y llamas moradas en el salón de la casa de Aurora, en las Profundidades del mar de su isla. Las trillizas Kyra, Selenne y Asterin se levantan rápidamente de los cómodos sofás de cuero para ponerse en fila delante de mí, separándose de la calidez del cuerpo de Aurora.

-¿Sí, señor? -pregunta Kyra.

-¿Hay algo que podamos hacer por usted? -pregunta Selenne.

Todavía sigo enfadado con ellas por lo que le hicieron a nuestra querida Elisa, y eso que ya las he castigado como he considerado. Solo que para mi sorpresa, estas tres demonios no han sufrido nada de lo que les he hecho, sino todo lo contrario. Supongo que eso le gusta a mi lado sádico, es decir, Aurora.

Tampoco quise excederme, sé lo importantes que son para mi réplica, y estoy acostumbrado a ver cómo hacen lo que quieren con los nuevos juguetes que atrapan, pero no podía permitirlo con Elisa por ahora, hasta que tú o ella queráis.

-¿Dónde están ellos? -gruño.

-Buscándola, señor -afirma Selenne agachando la cabeza en una reverencia.

-Hace poco que salieron -ronronea Aurora, girando el cinto de su bata de satén en el aire.

-Han salido con muchas ganas -añade Asterin.

-¡Es cierto! -exclama Selenne-. No se aguantaban la emoción.

-Han estado preparando monólogos frente al espejo -dice Kyra entre risas.

-Scar se retocó el pelo como unas cincuenta veces antes de irse -añade Selenne. Aurora asiente desde el sofá con una pequeña sonrisa en sus perfectos labios.

Suspiro cerrando los párpados.

-Ya, los conozco lo suficiente como para hacerme a la idea -respondo.

Y doy un paso que para ellas sería una zancada gigantesca, hasta colocar mi mano brevemente sobre cada una de sus cabezas -que me llegan hasta la parte más alta de mis abdominales- a modo de despedida. Las tres se ponen rojas de los pies a la cabeza y comienzan a sudar. Me doy la vuelta para abrir un portal que conduce a un lugar nevado.

-Portaos bien, ¿vale? -digo por encima del hombro, justo antes de cruzar el portal sin esperar respuesta.



Todo frente a mí está cubierto de nieve, aunque ya no hay tanta como hace meses, pues ya estamos llegando a la primavera. Pese a ello, no has querido esperar a la buena temporada para cultivar, y ya tienes tu pequeño huerto mágico en el jardín trasero de tu mansión.

Aunque conmigo ya sabes que puedes abrirte y contarme la verdad, y es que sabías que con el aura de esa mansión era imposible que creciera vida sin ayuda de magia. Pero te las has apañado para tener varios tipos de frutas y verduras que has hecho crecer con magia de Natureza, y que posteriormente cocinas y transformas en deliciosos manjares para Ceiden, porque te encanta tenerla mimada.

Bueno, no es como si sintieras aprecio, pero actúas como sabes que te gustaría hacerlo cuando recuperes tus emociones.

Otro de los principales motivos por los que le tengo envidia a esa pelirroja, es porque cuando lo está pasando mal por culpa de su maldición de Banshee, basta de uno de tus cánticos que hacen eco por toda la mansión para tranquilizarla.

¿Sabías que Ceiden Feir sabe que has vuelto a casa cuando siente que su ansiedad desaparece? Qué suerte tiene la muy cabrona.

Cada poco tiempo, vas al pueblo en busca de un poco de carne y pescado fresco para que a tu querida protectora Feir no le falte de nada. Nadie te reconoce, claro, te has aprendido bien el hechizo prohibido de camuflaje para que el reino entero no se dé cuenta de que la princesa anda suelta por las calles.

Por el ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora