Capítulo 30

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Leandrior

Hace varios meses, a principios de año:

Los días van pasando, y yo me voy acostumbrando a mis Orígenes cada vez más, alcanzando un nivel de felicidad que jamás creí posible. Uno para cada día, y ahora incluso más de uno. De verdad, no tenéis ni idea de la inmensidad con la que los quiero a todos y a cada uno de ellos.

Me he adaptado tan bien que ahora soy capaz de trabajar, estar con ellos y continuar con mis lecturas en el mismo día, como la que me encuentro leyendo ahora mismo. Entonces, sin previo aviso, las ventanas de mi habitación se abren de golpe dándome un susto de muerte, y entra una criatura colosal que llega casi al techo.

Está... respirando. Como si le faltara el aire que no necesita.

Me mira directamente a los ojos, su pelo ónix está revuelto sobre su frente, tiene los labios carnosos e hinchados y el rostro cubierto de lágrimas que bajan de sus ojos abismales, negros como los míos. Inmediatamente me alarmo, jamás creí posible ver a un Matadioses llorando.

—¿Qué ha pasado?

—No sabía a dónde ir —dice Kenai en un hilo de voz.

Me levanto de la cama y me acerco a él. Retengo el impulso de tocarlo, de cogerle de la mano, de acariciarle, de cualquier forma de consuelo que implique el contacto físico porque sé que no debo tocarlo. Me arden las entrañas al no saber qué hacer para ayudarlo.

—Lo han encerrado —desvela, y nuevas lágrimas empapan su rostro—. Se han llevado a mi hijo.

No sabía ni que tenía un hijo, pero a la mierda.

Lo abrazo con todas mis fuerzas y él no se resiste a mancharme todo el pijama de su llanto que se desliza por mi ropa. Me aprieta con fuerza, como si tuviera miedo de que yo también me desvaneciera. Paso mis manos por su pelo para tranquilizarlo, mientras él abraza cada centímetro de mi piel, consolándose en cada rincón de mi cuerpo.

Lo agarro de las muñecas con suavidad y lo conduzco a la cama, donde los sentamos uno enfrente del otro. No me puedo ni imaginar lo devastada que me sentiría si tuviéramos el vínculo desbloqueado, y pudiera sentir lo mismo que él siente ahora mismo, aunque una parte de mí sufre todavía más al no poder compartir el dolor con él. Con mi todo.

—¿Quién lo ha encerrado? —pregunto suavemente.

—Mi padre.

Se pasa las manos por el pelo y tira de él, como si de alguna manera pudiera aliviar la agonía que siente dentro.

—Yo no tenía ni idea de esto —gruñe—. Sabía que Vellum había sido invocada por Arnor para protegerse de ti, pero ahora mi padre ha aprovechado la situación para robarme a Sitka.

Niego con la cabeza.

—¿Por qué haría algo así?

—Porque me quiere bajo su control. No puede utilizarme bien como arma en la guerra si tengo vínculos emocionales.

—Madre mía —suspiro—. ¿Y no hay ninguna forma de sacar a tu hijo?

—Lo ha encerrado mi padre. En cuanto me enteré estuve a punto de destruir el mundo, hasta que Bielea intervino y fortaleció más su atadura. Sitka está atado por los dos, y por mucho que incendie todo en llamas, eso no me lo devolverá, aún menos con las dos entidades supremas como ataduras. Y si no he conseguido desbloquear nuestro propio vínculo en todos estos años, esto no será más fácil.

Siento que el alma se me cae a pedazos.

—Ya no sé qué más hacer, Leandrior. La vida no deja oportunidad a la muerte de disfrutarla.

Por el ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora