Capítulo 65

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Kenai

He tardado más de lo que creía en recuperarme de las lesiones perforantes que me ha causado Leandrior. Y sí, como lo oís, no le hablo a ella, y no volveré a hacerlo hasta que se comporte como una persona normal conmigo. Estoy completamente seguro de que ella no os narra hacia mi persona como yo lo hago, ¿a que no? Pues suficiente.

Ha ido justo a las zonas más débiles para que tardase en recuperarme de la hemorragia. Es una maldita zorra. Y sí, me considero con todo el maldito derecho de este mundo a llamárselo, puesto que su alma es la mitad de la mía.

Mis sombras se han anclado a mi hombro. Ya no tengo mi brazo de siempre, ahora es un manojo de oscuridad que imita la forma exacta de mi extremidad. La curación rápida me ha curado el ala derecha y me ha cerrado la herida del brazo, aunque no me lo ha devuelto al fin y al cabo. Es el regalito que me ha dejado ese dragoncito asesino que tiene. Me cago en todos sus muertos.

Unos golpes llaman a la puerta. Mi hijo la abre y al instante me levanto de la cama de recuperación, donde días antes ha estado Valtian para que le reformase el cerebro tras el ataque del fuego ensangrentado. Esta vez le ha tocado a él curarme.

Avanzo hasta Sitka y lo envuelvo en mis brazos con toda la fuerza que puedo, mis sombras imitan el movimiento en mi brazo derecho. Su olor a amanecer y a lavandas me invade el pecho y me bajan lágrimas por los ojos. Aprieto su pelo rubio entre mis dedos, la calidez de su cuerpo es el único sol que quiero en mi vida.

—¿Te duele? —me pregunta con cautela, cuidando el esfuerzo con el que me abraza el cuello, de forma que su mano roza el miembro amputado.

—No, tranquilo. Ya no siento dolor.

Me estrecha con mucho más vigor, noto cómo su cuerpo se aferra al mío sin soltarse ni un centímetro, como lo hacía cuando era un niño y todavía no tenía un cuerpo entrenado de guerrero y yo lo protegía de los monstruos.

—¿Ya he cumplido mi condena? —le pregunto separándome.

Sus ojos azules están empapados en lágrimas que bajan por sus mejillas como rayos de sol. Parece que el haber estado encerrado en el limbo durante tanto tiempo le ha robado el brillo dorado de su piel.

—No exactamente, pero no tendrás que volver a ella por mí, los dioses me necesitan aquí.

—¿Qué les ha hecho cambiar de parecer?

Sonríe de forma amable y ladea la cabeza.

—Leandrior... —adivino—. Galrey y ella han asustado a los dioses, y ahora te envían a ti para frenarla cuando sea necesario.

—Sí, aunque no sé cómo la soportaré después de lo que te ha hecho.

Suspiro y agito la cabeza. Comienzo a caminar hacia la terraza con vistas a la galaxia de estrellas que se contemplan desde cualquier cielo del Reino de las Hadas. Un mosaico de colores morados, azules y rosas se plasma con varios destellos y alguna que otra estrella fugaz. Mi hijo se apoya a mi lado con las palmas sobre el mármol frío, mientras yo me apoyo en los codos.

—Me lo merecía, en realidad —admito.

—Ya me han puesto al día ahí abajo —dice señalando con la cabeza el piso inferior—. Igualmente, no la conozco, pero por lo que me habéis dicho y he visto, no me cae bien. Me da igual lo que tú le hicieras, si te tocan a ti ahí está el problema. Ella me da lo mismo.

—Es mi llama oscura, ¿sabes?

—Eso no se le hace a una llama. Ni siquiera los Lumínigorns que he conocido que han encontrado a su llama clara serían capaces de atacarse así entre ellos. Lo que ella te hizo debería haberlo sentido.

—No puede, el vínculo está bloqueado. Yo tampoco puedo sentirla.

—Me da lo mismo. Ojalá le doliera así e incluso más.

Suelto una risotada que resuena en las estrellas.

—Estuve a punto de hacerla sufrir aquí con nosotros para vengarme de su intento de asesinato, pero al final el mío fue un intento de secuestro. —Me encojo de hombros—. En fin, ya me da lo mismo. Si el destino no quiere desbloquearnos el vínculo de llamas oscuras, pues que no lo haga. Suficientes faltas de respeto he recibido por su parte hacia toda nuestra familia. Se acabó.

—No te vale la pena vigilarla, ya lo haré yo y me joderé como nadie. Es lo único que tengo que hacer. —Se apoya hacia delante imitando mi pose. Sus facciones definidas se marcan con el resplandor de las estrellas. No es mi hijo biológico, pero la grandeza con la que está hecho me hace sentir que sí—. Es más, ahora mismo ya estoy con ella. Duerme con su dragón.

Una oleada de ternura me inunda hasta que agito la cabeza y vuelvo a tener el semblante gélido como la muerte.

—Imagino que empezará con la conquista del continente en breves.

—Has dejado bastante herido a ese dios, no puede volar, así que intuyo que aún esperará un poco a empezar.

—Me imagino.

Gira el cuello hacia mí.

—Los Orígenes me dijeron que no le sacabas el ojo de encima, ¿quieres que te informe de lo que vea de ella o...?

—No —respondo al instante. Una estrella fugaz cruza el cielo—. Por mi bien, no.

—Entendido. —Asiente con la cabeza una vez—. ¿Entonces en qué bando lucharás? Porque tú y mis padres y madres estáis con Noxos, y a mí Bielea me ha mandado junto a Leandrior.

Tenso la mandíbula, no había pensado en ello.

—Actuaré si así debo hacerlo, pero desde luego eso no será en tu contra. Te lo garantizo. No volveré a perderte.

—Yo tampoco quiero separarme, pero si consideras a Leandrior también tu enemiga, por muchas razones que tengas, entonces yo también soy tu enemigo a mi pesar.

—En ese caso, elijo no tener bando, solo os quiero tener a vosotros —sentencio—. Ya no pueden alejarte de mi lado. Ellos que hagan lo que quieran, pero yo no volveré junto a Vellum. Ya veré qué le depara la vida a la Muerte.

Sitka me sonríe y asiente. Paso mi mano por su nuca y se la acaricio. Me pregunto cómo habría sido mi vida si Noxos hubiera sido así de cariñoso y cuidadoso conmigo, tal y como yo lo fui siempre con Sitka. Me aterroriza ser un mal padre para él, pero lo más complicado ya ha pasado, así que tengo que asimilar de una vez por todas que yo lo he hecho bien.

Por el ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora