Capítulo 35

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Elara

—¡Quiero un dragón! —exclamo, dando patadas al aire sobre la silla.

Elisa niega la cabeza con una sonrisa.

—No es tan simple —dice Sirius, sentado con nosotras en la mesa, mientras nos zampamos el manjar que nos ha preparado Valtian de desayuno—. Ceiden lo ha hecho ver como si vincularse a un dragón de fuego de color fuera lo más fácil.

Elisa se inclina hacia atrás en la silla mientras se abre más de piernas.

—Ha sido una deducción suya, no el futuro —dice—. Sabemos que los Colosos del Apocalipsis vendrán, pero no si se vincularán a alguien. En fin, nunca lo han hecho, ¿por qué habrían de hacerlo ahora?

Sirius le da la razón señalándola con la mano.

—Ese tipo de dragones son demasiado peligrosos para formar un vínculo con ellos —explica—. Ya de por sí es complicado hacerlo con uno normal, para cuánto más con la especificidad de estos. Ni siquiera la Bruja Negra es capaz de hacerlo sola con unos cuantos dragones de fuego común, necesita de los Samura para domesticarlos.

Apoyo el mentón en la palma de la mano y suspiro.

—Ai... Pues a mí me encantaría tener a Thaldrin como amigo y aliado.

Elisa frunce el ceño mirándome.

—Elara, está loco —me suelta—. Katerina me ha dicho que ni siquiera sabe estar. A la mínima, hace estallar todo.

Vuelvo a suspirar como una enamorada. Sirius se sonríe de medio lado y me señala con la taza de café, justo antes de tomar un sorbo.

—Te pega.

—¿A que sí? —pregunto emocionada porque me de la razón.

Me levanto y corro hacia el respaldo de su silla para dar saltitos sobre él.

—¿Es que a ti no te gustaría ser escogida por uno de los grandes? —le pregunto a Lisa.

—Pues claro, sería un honor en mis mayores sueños.

—¿Cuál te gusta más? —le pregunto apoyándome en la mesa con los codos, sujetando mi mentón con las manos.

—No son juguetes coleccionables, Eli —me dice Valtian mientras sigue haciendo crepes de chocolate con arándanos y frambuesas.

—Ya lo sé —suspiro—. Pero jo, son distintos entre ellos, yo ya tengo mi favorito.

—Galrey —responde Elisa, llevándose un trozo caliente de crepe a la boca—. Me inclinaría ante él nada más verlo. Podría morir agusto después de haber mirado a ese rey a los ojos.

—Te pega —dice Aurora llegando a la cocina, vestida con un camisón plateado de seda y encaje. Su pelo está un poco revuelto porque acaba de despertarse, pero aún ahora, después de meses viviendo con ella, sigo sin entender cómo puede verse tan espléndida. Bosteza y se frota los ojos mientras va camino a tomar un plato de crepes—. Y a Leandrior le pega Skyamort.

—Una reina dragón para otra reina —afirma Sirius, jugueteando con el tenedor y el arándano de su plato. Lo hace saltar y lo capta en el aire entre sus fauces, como haría un tiburón con un pez.

—Tiene su elegancia —afirmo.

—¡¿Qué pasa, familia?! —exclama Denahi entrando en la cocina de un salto. Se mueve en un paso de baile y resbala con las plantas de los zapatos por el suelo hacia mí—. ¡Eli!

—¡Denis! —exclamo, ya subida en sus brazos de forma vertical. Le alboroto el pelo rojo y agita la cabeza como un perro.

—¿Ya estás mejor?

Asiento varias veces mirando sus pupilas estrelladas.

—Sí, podemos retomar la búsqueda dentro de unos días —afirmo.

—Podríamos ir todos los que quedamos, la próxima vez —dice Aurora, sentada al lado de Sirius.

—Sería una buena forma de adelantar —concuerda Elisa. Es la primera vez que la veo estando de acuerdo con Aurora—. Aunque yo iré igual, ya sabéis, órdenes.

—Pues claro, soldado —replica Lujuria en tono erótico, mientras la mira y se lleva el café a los labios—. Me encantaría verte a lomos de un dragón, creo que eso te sentaría muy bien. Aunque seguramente lo haga cuando vayas a por el Mandoble del Olvido en tu misión.

—He concordado en una estrategia contigo, tampoco te pases —le escupe rápido Elisa, mientras se levanta de la mesa.

Aurora la mira con una sonrisa que trata de camuflar su rabia, sin éxito. Sirius se ríe en voz baja y ella le pega una colleja. Lisa se acerca a mí una vez Denis me baja al suelo de nuevo, y me da un beso en la frente.

No me ha dejado sola ni un día estas últimas semanas que he pasado recuperándome psicológicamente de aquel club de las Profundidades. Ya ni recuerdo su nombre, y todo gracias a ella. Estoy encantada, porque nuestra amistad se ha fortalecido a niveles estratosféricos.

—Voy a ver a Katerina, pero si te pasa algo, no dudes que volveré enseguida, ¿vale? —me dice mientras me acaricia la mejilla.

Asiento con una sonrisa de oreja a oreja.

—Ahora ya me encuentro mejor, y quiero ver a mis amigos de nuevo.

—¿Los peluchitos malrrolleros? —pregunta Denahi, e imita un escalofrío por todo el cuerpo—. Me dan cosita. Seguro que en cualquier momento sacan una navaja y me la clavan en el riñón.

Elisa hace una cara de interrogación. Denahi la señala con el dedo.

—Tú espera y verás —afirma con determinación—. Son asesinos.

Me echo a reír a carcajadas y me caigo al suelo de la risa. Mientras tanto Elisa suspira y se va de la cocina.

—¡No te rías de mí! —Ahora me señala a mí, todo indignado, y me entra más la risa.

El cocinero se gira y nos mira a todos, uno por uno.

—Vale, pero ¿dónde está Darcy? —pregunta Valtian.

Por el ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora