Kenai
Tengo a las criaturas más poderosas del mundo enfrente de mí.
Se tratan de siete dragones adultos de fuego común que ya han sido domados por su Iskra de la familia Samura. Todos ellos disfrutan en el aire como si hubieran nacido para ello, cómo si no supieran que necesitaban volar para sentirse completos. Supongo que es la consecuencia de que se hubieran desconectado tanto con los dragones de los que proceden.
Su magnificencia me hace sentir en igualdad de condiciones, como si al fin hubiera encontrado a alguien de mi nivel en este continente de mierda. Sus escamas brillan al sol, y sus bocas repletas de colmillos afilados rebelan rugidos ensordecedores por el cielo. Los Iskras de esta familia los montan con sillas especializadas, bien sujetos y confiados a la hora del vuelo como si llevaran toda la vida haciéndolo.
Las grandes alas de los dragones baten en el cielo, agitando la arena una vez despegan, formando grandes olas capaces de cegar la vista. Cada uno posee un color apagado distinto, como azul claro o difuminado con el gris, pues todos ellos son de fuego común. De haber un solo dragón de fuego de color, sus escamas brillarían más intensas y coloridas que ningún otro, no cabría ninguna duda de su tipo de llama. Por no mencionar, que a estos dragones se les pudo poner una silla de montar, y a los indomables es misión perdida.
En plan de Vellum va sobre ruedas, no como el tuyo, por desgracia. No has vuelto a contactar con Elara, ni ella ha vuelto a ti, al igual que Sirius con nosotros. Lo he estado buscando por todas partes, y he tratado de oirlo por el vínculo, pero sabe muy bien como esconderse.
Es la primera vez que hace algo así durante tanto tiempo, y me jode no poder remediarlo. Será mi réplica, pero tiene la suficiente conciencia propia como para ser una bomba de relojería que solo Denahi podía controlar. Solo se me ocurren dos posibles opciones: que vaya a liarla, o que espere a desintegrarse.
Honestamente, jamás creí que estos dos llegarían a separarse. Han tenido broncas y discusiones incluso antes de llevarse así de bien, pero ¿como la de ahora? Ni de coña. Denahi tampoco ha vuelto, porque permanece refugiado con Elara y Anthor Smith, el jefe de mercenarios del continente y gobernante de Dellavel.
La Bruja Negra lleva días con ojeras, el pelo blanquecino sin brillo y la piel blanca como la luz de la luna, apagada. No parece estar bien desde las bombas que soltó Elara sobre los templos de su dios, intuyo que eso le influyó en la energía. Parece una muerta viviente mientras contempla cómo los dragones vuelan en el cielo.
—Fue ella, ¿verdad? —me pregunta.
La miro de reojo.
—¿Quién?
—Ya sabes quién —gruñe mirándome.
Me tomo mi tiempo para responder.
—Sí y no.
—¿Cómo que sí y no? Solo hay una posible respuesta. Leandrior ha destruido los templos como señal para iniciar la revolución, o no lo ha hecho. Es muy simple.
—En ese caso, ella no ha sido. —Mis ojos conectan con sus iris grises—. Tienes más enemigos poderosos a parte de ella, sólo estás obsesionada con Leandrior.
Tensa la mandíbula y tuerce el gesto.
—Si no ha sido ella, ¿entonces quién ha sido?
—El miedo —respondo.
—Claro. —Suelta una risa sarcástica y pone los ojos en blanco. Se da la vuelta y da unos pasos alejándose de mí—. Abre un portal para regresar a la Capital, estoy cansada.
Obedezco y lo hago. Vellum lo cruza y yo echo un breve vistazo a los dragones y a sus rugidos antes de irme también. Ella camina despacio, cruza el medio de sus guardias Nyxigorns y sube las escaleras hacia el trono de Reina del Continente. Algunos de mis hermanos me miran con envidia, otros con miedo, pero yo no cruzo la mirada con ninguno de ellos; incluso mis sombras sacan su prepotencia frente a las suyas.
Por mucho que lo intenten, jamás estarán a mi nivel.
Vellum se apoya en el trono cuando tropieza, y con dificultad compensa la fuerza de la pierna con la cadera para lograr ponerse recta, y sentarse en el trono. Puedo ver bajo los pliegues de su vestido blanco los hematomas de su piel, algunos más graves y otros menos. Ha decidido usar manga larga hoy, y ya me imagino por qué.
He visto formas y formas de cómo alguien se puede desintegrar por perder energía, y sí suelen haber algunos moratones, pero no tantos y no tan de golpe, como si hubiera sido de un día para otro. Por desgracia, yo también lo viví, y sé lo que eso significa.
—¿Mi padre te ha hecho todo eso? —le pregunto, mi voz hace vibrar las paredes y todos sus frágiles huesos.
Traga saliva y se arma de valor para seguir mirándome a los ojos, pero no me responde.
—¿Llevas así desde el ataque a los templos?
Asiente mirando hacia abajo.
Suelto un gruñido y niego con la cabeza. Avanzo hasta ella, cuatro de sus guardias me apuntan con sus armas por osar a tener esa cercanía, pero lanzo a todos los Príncipes Oscuros hasta su correspondiente pared con un aleteo de mis alas, y sin decir nada, me acerco a ella y la cargo en brazos.
Su peso es similar al de una pluma, no me hace falta preguntarle para saber que lleva días sin probar un bocado. No la miro a los ojos y permanezco en silencio mientras me la llevo escaleras arriba.
Una vez en sus aposentos, la dejo en su cama con delicadeza mientras noto su mirada en mí. Jamás la había visto tan... Vulnerable. Me acerco al cuarto de baño y le preparo la bañera con agua caliente y dulces aromas a crisantemos. Salgo a su habitación de nuevo y le cojo ropa del armario sin pedirle permiso. Agarro un par de toallas y un camisón para dejarlo en un mueble.
Vuelvo a por ella y la vuelvo a cargar. Vellum se deja sin problemas, no dice ni pío. La poso de pié sobre la alfombra del baño y agarro los bordes de su vestido mientras me mira con los labios entreabiertos. Subo las telas y ella levanta los brazos para permitir que la deje desnuda.
Su cuerpo está absolutamente lleno de moratones y heridas que todavía no han cicatrizado. Hago una mueca y le doy la vuelta por las zonas de los hombros en las que está mejor para deshacer su peinado con cuidado, saco todos los adornos y los dejo sobre un mueble, y luego la agarro por las axilas para meterla en la bañera. Ella se agacha para sentarse y suelta un gemido cuando se cubre del agua, no lo suficientemente caliente como para que se queje por las heridas, pero sí para que relaje los músculos.
Mis sombras hacen aparecer una crema medicinal de Valtian sobre su ropa y retrocedo un par de pasos de la bañera.
—Cuando acabes, te estará esperando un plato de comida caliente en tu habitación. Cómetelo todo.
—Gracias —musita con la voz entrecortada por las lágrimas que se niega a mostrarme.
No digo nada más y desaparezco de la habitación.
Como no tenga ya a mi hijo esperándome en la puerta de casa...

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Por el Control
FantasyElara y Elisa son dos réplicas de Leandrior Elésscoltar, la verdadera reina del continente de Galvyr cuyo trono ha sido usurpado por la Bruja Negra. Ambas son mujeres de distinto físico y distinta personalidad, pero que proceden de una misma persona...