Capítulo 32

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Melinna

Abro los ojos, la luz del atardecer se refleja a través de la ventana gracias a la hora dorada. Bostezo y me froto los ojos, y al notar el movimiento, Aurora me abraza más fuerte desde la cintura y me pega más a ella.

Vuelvo a cerrar los párpados y me acurruco unos minutos más, hasta que decido que va siendo hora de levantarme para prepararme para la obra de teatro de hoy por la noche. Le acaricio el mentón y ella hace un quejido, con la voz ronca por culpa del sueño, todavía sin despertar.

Está preciosa dormida. Su pelo rosa claro, largo y ondulado brilla sin falta de luz. Su piel siempre parece la de una muñeca, y es suave a más no poder. Sus carnosos labios están entreabiertos, teñidos de un rosa ciertamente intenso y antinatural para alguien mortal, sin haberlos maquillado lo más mínimo. Siempre han sido mi parte favorita de ella, por lo que me quedo embobada mirando su arco de cupido.

Acerco mi mano a su boca y pongo mi pulgar justo encima del arco, paso mi yema por él dibujando el contorno, y es entonces cuando Aurora separa los párpados y me mira con esos ojos de un tono rosa tan claro que parece blanco.

—¿Ya te vas? —me pregunta, mientras me acaricia la espalda baja.

—Eso es trampa —me quejo.

Aurora, al ser Lujuria, tiene el poder de hacer que los efectos del orgasmo prevalezcan, de forma que, si te toca, su contacto hace que liberes una serie de hormonas que liberarías con el éxtasis.

¿Y qué os quiero decir con todo esto? Que Aurora provoca un efecto analgésico, y yo, como buena representante de Pereza, me encanta echar la siesta. Siempre trato de dormir con ella por ese motivo, aunque es recíproco. Según ella, abrazarme es como abrazar a un peluche.

Su mano sigue apoyada en mi espalda baja, tiene el peligro en los ojos.

—Suelta —le digo con una sonrisa igual de peligrosa.

Ella lo hace, pero vuelve a tocarme más abajo, de forma que me agarra una nalga por la parte inferior.

—Quieta.

Baja más sus dedos y me roza la entrepierna. Por instinto me muerdo el labio viendo su mirada felina clavada en la mía. Separa su mano, y al instante me da un azote que me arranca un gemido. Al oírme estira sus labios en una sonrisa lasciva, y desliza su mano desde mi nalga hasta mi vientre. Ahí comienza a dar círculos cada vez más bajos.

—Quietecita, Lu —le repito con las mejillas sonrosadas.

—Te he oído la primera vez —ronronea contra mis labios.

Abre la boca para sacar su lengua, y la pasa por mis labios de arriba a abajo. Por inercia separo los míos y ella aprovecha para pasar su mano detrás de mi cabeza, de forma que agarra repentinamente mi pelo morado desde la nuca, y me obliga a acercar mi boca a la suya.

Junta sus labios con los míos, y se separa deprisa. Me da besos cortos y sonoros, para tentarme a quedarme otro poco más. Me tira con más dominancia del pelo y mete su lengua en mi boca, al mismo tiempo que su mano se cuela en mi ropa interior y comienza a dar círculos sobre mi clítoris.

Gimo en su boca y ella gruñe en respuesta. Tira de mi labio inferior con una mordida y acelera el movimiento. Ya estoy completamente empapada, y eso puede notarlo ella también en su mano, al punto de arrancarle una sonrisa por tenerme así por ella siempre. Baja más sus dedos y me mete tres. No tarda nada en encontrar mi punto G y me lo maltrata con fuerza.

—¡Ah! —grito, y me aferro a su cuello, retorciéndome de placer.

Muevo mi cadera a favor de sus dedos, mientras su palma se encarga de presionarme el clítoris para darme más placer y presión. Hasta que poco después, pongo los ojos en blanco y gimo por todo lo alto mientras mis fluidos salen y empapan mi cama. Aurora profiere una seductora carcajada en mi oreja, y saca la mano de mi coño.

Por el ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora