Capítulo 26

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Darcy

Mi águila se apoya en un árbol del bosque, con vistas a la cascada en la que Valtian y Leandrior estuvieron ayer. Yo me apoyo contra el tronco de brazos cruzados. Como es de día y brilla el sol, mi pelo es dorado y mis ojos siguen brillando con los mismos colores de la noche.

Mi ave ha viajado hasta aquí para ser mis ojos y mis oídos. Me ha mostrado cómo Leandrior se despertó temprano y fue hacia este mismo lago en pleno amanecer. Está volviendo a dejar su ropa encima de las piedras. Mete su pié en el agua, pero esta no se tiñe de color porque su extremidad tampoco ha traspasado el líquido.

Camina por la superficie del agua como si se tratara de suelo llano y llega a la cascada. Una vez allí, mete su cabeza debajo y se moja todo el cuerpo, como si fuera inmune a las temperaturas gélidas o a la potencia del agua. En lugar de preocuparse por eso, levanta sus manos y pasa ambas por su pelo negro y mojado.

Balancea los brazos en el aire, de un lado a otro de su cuerpo, y mueve las caderas. Su silueta comienza a iluminarse con los primeros rayos de luz del amanecer. El sol parece inundado por fuego rojo, iluminando las nubes y la isla entera se luz carmín. Contemplo cada detalle de ella, como no lo hago en meses desde la última vez que nos vimos.

Leandrior mueve sus pies en el agua, los movimientos de su danza salpican en diversas direcciones mientras ella flota sobre el agua. La cascada cae con fuerza detrás de ella, pero en vez de incomodarla con las ondas que provoca en el lago, ella las acompaña con su baile.

Lo hace de manera tan natural y metódica, que comienzo a creer que se trata de una meditación matutina para ella. Se desliza en el agua como una bailarina de ballet con sus zapatillas, con tal gracia y delicadeza que parece una Dama del Lago.

Paso unos buenos minutos observándola hasta que termina y vuelve a caminar hacia la orilla, mientras estruja el agua de su pelo con las manos. El sol ha dejado de ser tan intenso, ahora se hace de día.

—No se espía a una dama mientras se baña —dice sin mirarme, y decido que es momento de salir de entre las sombras.

—Kenai me ha pedido que viniera, porque él va a estar ocupado los próximos días con la Bruja Negra. Me ha dicho que te actualice de las nuevas noticias.

—Adelante —ordena mientras se comienza a vestir un traje granate.

No tiene el título de reina, pero ya suena como una.

—Vellum y Kenai se dirigen a Hasland. La reina ha leído acerca de los Samura.

Frunce el ceño mientras se pone un sujetador negro de encaje.

—¿La familia real? —pregunta.

—Exacto. Provienen de dragones, aunque ahora son más humanos que otra cosa. Hace milenios Hasland fue el País de los Dragones, y a Vellum le interesa hacerse con esas criaturas para la guerra.

—¿El rey conserva dragones?

—No, no hay dragones en Galvyr, pero sí aquí.

Levanta su mirada hacia mí, completamente seria.

—¿Piensa robarlos de estas tierras?

Asiento.

—¿Y cómo va a domesticar a semejantes criaturas? No merece tomar a uno como jinete, ni ella ni nadie que los doblegue a su voluntad.

—Cree que, con los Samura suficientes que puedan comunicarse con dragones, podrá formar un ejército. Sabe que estás viva, y seguramente sospeche de que te estás preparando para la guerra contra ella.

Traga saliva y asiente. Da varios pasos hacia mí con sus tacones negros.

—¿Hay alguna forma de impedírselo?

—No. —Mira al suelo, maquinando—. Pero sí que te convendría estudiar sobre ellos. Si Vellum es capaz de ponerlos de su lado, tú también.

—Ella someterá tanto a los Samura como a los propios dragones. Yo no tengo ningún tipo de conocimiento o vínculo con esas criaturas, y aunque lo tuviera no los querría como soldados de guerra, sino como compañeros que han decidido apoyarme por su propia voluntad.

Alzo una ceja. Ella sonríe de medio lado.

—No tendré emociones, pero sé a quién respetar y a quién no. Y no dudaría en hincar mi rodilla en el suelo ante el Rey de los Dragones, Galrey.

Mis mejillas se tiñen de rojo al escucharla. Trago saliva y me libero de su profundo contacto visual, ya bastante he aguantado hasta ahora sin titubear.

—Sirius te irá a buscar a la tarde —afirmo mientras me doy la vuelta para comenzar a alejarme de ella con el mentón más alto que puedo.

Mi águila sale volando y yo extiendo mis alas para ir por el cielo, necesito despejarme.

—¿Qué? ¿Por qué? —pregunta confundida por mi repentino arrebato.

—Él será tu guía de dragones —le digo por encima del hombro, y justo después despego hacia el cielo a toda velocidad, provocando un pequeño huracán que agita todo el bosque.

Por el ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora