Capítulo 22

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Denahi

Me abalanzo sobre el diminuto cuerpo de Elara en su especie de "cama" de la celda. Comienzo a llenarla de besos por toda la cara y la abrazo con tanta intensidad que seguramente le estoy aplastando la caja torácica. Ella decide que no le importa y me envuelve la espalda entre sus piernas.

Me estrecha con toda la fuerza que puede y busca mis labios para besarme. Le correspondo metiendo mi lengua con ansiedad y desesperación en su boca. Mis mechones morados le hacen cosquillas en la frente, ya estoy caliente. Gimo en voz alta y unido a ella, provocando vibraciones en sus labios —ambos—.

—Te acompaño —jadeo cuando al fin nos separamos, dejando un pequeño puente de saliva en el ínfimo espacio entre nuestras bocas.

—Yupiii —chilla, y le tapo la boca justo antes de que lo haga ella. Pongo el dedo índice sobre mis labios para indicarle que se calle y se echa a reír silenciosamente, mientras ve la sonrisa en mi boca.

—No quiero dejarte tanto tiempo sola, no puedo soportarlo —admito—. Así que, te guste o no, dejaré que esos espíritus me atrapen.

—Vale, sí —acepta levantándose de la cama—. ¡Me encantaría presentarte a mis nuevos amigos! —susurra dando saltitos.

—¡¿Cómo que amigos?! —exclamo entre susurros, la mar de dolido—. Esos somos nosotros y punto, tú no puedes tener más amigos —digo con el bien mentón alzado, lo giro a un lado y cierro los ojos con indignación.

—Pero seguro que te caen bien, ya verás —afirma agarrándolo de las manos.

—Bueno, vale —digo, y marco mis hoyuelos al sonreír.

Entonces escuchamos los susurros fantasmales. El ambiente se vuelve gélido y aparece la bruma del mar en el que estamos sumergidos. Elara me agarra con más fuerza la mano y espero a que pasen por delante de nosotros, por el pasillo.

Cuando aparecen en frente de la celda, avanzo llevando a Elara conmigo, como si fuera una muñeca. Extiendo ambos brazos, levantando el suyo de paso y digo:

—Oh, queridos espíritus, soy todo vuestro —digo en tono teatral mirándolos a los ojos–. Venid a por este culito sabrosón —añado con una sonrisa que muestra mis colmillos relucientes.

Los seres espectrales nos secuestran al instante. Elara pega un chillido por la brutalidad con la que nos han agarrado. Luego me mira en el aire, estoy cargado por los fantasmas y con las manos tras la cabeza, riéndome a carcajadas. Esto es la hostia, ahora puedo presumir de que unos fantasmas me han cargado cuál sacrificio.

Verme así parece que relaja a Elara, así que le contagio la risa.

Traspasamos la pared y ya no hay espacio, estrellas o planetas como los recuerdos anteriores de Elara. Su madre no está esperando para verla, no hay nada más que un abismo absoluto, y los dos caemos directamente en ese vacío negro. Yo disfruto de la caída y ella gira en el aire, todavía temblando por el vértigo.

Agarro su muñeca y la traigo hacia mi cuerpo. Espero que note mi calidez aún con el aire gélido de la velocidad y eso le reconforta un poco. Miramos hacia abajo y vemos la luz del Laberinto de Ensueño.

La vestimenta y el peinado de Elara cambian en el aire, y vuelve a aterrizar flotando con su vestido rosa pastel y blanco de encaje, lazos y perlas. Suspira cuando toca el suelo con sus zapatitos y me mira a sus espaldas. Miro un momento a las mías, y antes siquiera de que pueda asimilar qué está pasando, paso corriendo a su lado y solo me da tiempo a agarrarla de la cintura para llevármela conmigo.

Ella comienza a correr conmigo, miro hacia atrás y veo varios atacantes que nos persiguen por todo el bosque, lanzándonos flechas a diestro y siniestro. Me entra la risa, pero por mi boca no sale ningún sonido. Supongo que no puedo oirme por el ajetreo y el ruido afilado de las flechas.

Por el ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora