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Camino por la oscuridad, mientras observo de lejos el rostro de Lea. Tengo que convencerla para que se aleje de Alice y Lilith como sea. Solo así podré vengarme de cómo me ha dejado mientras hablaba con ellas tan relajada.
Me cuelo por la fila trasera de los asientos y me detengo detrás de ella. Me siento y le doy un toque en el hombro con el propósito de que se dé la vuelta. De inmediato, Leandrior gira la cabeza y me mira directamente a los ojos. Es la primera vez que me ve así, aunque no estoy seguro de que me reconozca.
—Hola, disculpa... ¿Eres amiga de una tal Melinna? —se lo susurro, para que las demás no escuchen y no se entrometan.
—¿Quién lo pregunta? —me dice alzando una ceja, con cierta desconfianza. Bien, eso significa que no me reconoce.
—No me conoces, pero la he visto indispuesta en el baño y me ha dicho que necesitaba ayuda. Que te buscara. A juzgar por tus características, intuí que eras tú.
Sus ojos analizan todo mi rostro. Pasan de un iris morado al otro, bajan por mi nariz, mira mis labios, estudia mis pómulos y mi mandíbula. Sigue descendiendo y mira mi chaqueta de cuero, justo encima de una camiseta de tirantes blanca. De seguido, continúa su recorrido por mi tatuaje de un rayo que comienza en mi esternón, y se transforma en una telaraña gigantesca de electricidad hasta subir a mi mandíbula.
—¿Buscarme a mí? —pregunta con su característico tono seductor—. ¿Por qué querría eso?
—Yo no lo sé, es tu amiga. —Muevo la cabeza hacia la dirección del baño—. Me ha dicho que te espera allí. No sé nada más.
Echa un breve vistazo a mis amigas y luego al baño. Vuelve a conectar su mirada con la mía y me mira de arriba a abajo con arrogancia.
—Claro —afirma, y se levanta para salir de la fila.
Veo como se retira de los asientos de pétalos, y espero a que esté lo suficientemente lejos como para no levantar sospecha. Cuando su silueta se pierde, me levanto del asiento y sigo sus pasos.
Me aseguro de que nadie entre al baño, excepto nosotros dos, por lo que cuando Leandrior entra, cierro la puerta a mis espaldas. El sonido del cerrojo la alarma y se da la vuelta de sopetón. Yo le dedico una pequeña sonrisa.
—No te asustes, esto será divertido, te lo prometo.
Las manos de Leandrior se incendian con relámpagos púrpuras que la hacen brillar de arriba a abajo.
—Sí, eso parece —afirma, sin una pizca de miedo.
Entorno los ojos, esto es perder el tiempo. No quiero ponerme a discutir justo ahora. Con el fuego púrpura abro un portal que lleva a las caballerizas donde descansan los caballos y yeguas del resto de mis réplicas, la mía incluída. Esos compañeros que nos llevan en nuestras cacerías por Galvyr y las Kaláthidas desde que tengo uso de razón —desde que Kenai me creó—.
Cojo a Lea del cuello, y antes siquiera de que pueda hacer algo, la empujo dentro del vórtice del portal y éste se cierra detrás de nosotros.
—Mira, no quiero pegarte, más bien follarte así que guarda esos relámpagos de las manos y mejor sonríe.
—Pues no va a poder ser —afirma—. Tengo unas normas, nada de tirarme a alguien la primera vez que lo veo. Tenía que ver con la moral de mi antiguo yo, y aunque ahora ya no me importe demasiado, por encima de todo soy fiel a mí misma.
—Sí, claro, la lealtad a uno mismo es muy importante, pero... Vas a tener que romper esa norma.
Doy unos pasos hacia ella y muevo las manos. Las sogas de los caballos se elevan en el aire y rodean a Lea. Me encargo de que un hechizo las proteja para que no pueda soltarse, quemarlas o cualquier otra atrocidad de las suyas. Se aprietan en cada articulación y la levantan del suelo, atadas a las vigas de madera. Me lamo los labios al verla así y me retiro para buscar las fustas de los caballos.

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Por el Control
FantasyElara y Elisa son dos réplicas de Leandrior Elésscoltar, la verdadera reina del continente de Galvyr cuyo trono ha sido usurpado por la Bruja Negra. Ambas son mujeres de distinto físico y distinta personalidad, pero que proceden de una misma persona...