Capítulo 40

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Sirius

Esta mierda no se cura. Las magia oscura trata de sanar nuestras heridas, aunque todas dejarán cicatriz porque nuestra querida Elara se ha transformado en un serafín justiciero. No recuerdo la última vez que he salido herido por un jodido ser de luz.

Al único que no ha herido de gravedad ha sido a Denahi. Ella se tomó un par de segundos para lanzarle la flecha a ras del brazo, y sé perfectamente que ha fallado a propósito. A mí me ha dado en el muslo y ahora no puedo andar apenas, aunque las sombras me ayudan, y sobre todo mis alas que cargan mi peso.

Me giro hacia la derecha para ver a una cabeza de color azul salir por la puerta. El pelo de Denahi sólo se cambia a ese color cuando está triste o desolado, y a morado en caso de que esté nostálgico o caliente.

Me apoyo en las paredes mientras camino a duras penas hacia la salida de nuestra casa. Abro la puerta y agito con fuerza mis alas para que me ayuden a sobrellevar el dolor, y lo sigo a través de la lluvia que cae a cántaros.

—¿A dónde vas? —le pregunto, con mis pies rozando el suelo.

Denahi no detiene su camino.

—¡Denahi! —grito.

Se detiene y se da la vuelta. Tensa la mandíbula, las gotas de lluvia caen por su hermoso rostro, por cada ángulo que parece cincelado por los mismísimos dioses.

—Con ella.

—¿Con Elara?

Me ignora y continúa su camino.

—¡No es ella! —exclamo—. Puede matarte, no es seguro estar cerca de...

—¡Ni se te ocurra impedírmelo! —me grita. Se gira sobre los charcos de tierra mojada y me señala con el dedo índice—. Ya me has silenciado una vez, no dejaré que vuelvas a hacerlo.

—Denahi, ya sabes por qué lo hicimos.

—Sí, claro, por nuestra diosa —dice en tono sarcástico—. La misma que ha dejado morir a Elara. Tan solo quiere vernos sufrir, eso es todo, y me niego a seguirle el jueguito más. Si tan poderosa es, ¿por qué no le ha devuelto las emociones a Leandrior? ¿O por qué no ha acabado con la maldición de los Elésscoltar? Disfruta del caos, de ver el mundo arder, ¿no te das cuenta?

Trato de apoyarme en el suelo y tenso todos mis músculos. Las sombras me crean un bastón a mi lado para ayudarme, suelto un quejido y hago una mueca de dolor al posar mi pierna herida.

—Tiene unas formas peculiares de conducirnos, pero eso no significa que tengamos que dejar de seguirla. Ella es el futuro.

—Me importa una mierda el futuro —gruñe—. Lo único bueno que me ha pasado estos últimos meses ha sido Eli, lo único que me ha hecho sonreír y ser feliz a pesar de esta puta pesadilla.

—¿Yo no entro dentro de tu felicidad, entonces? —gruño entre dientes.

Cierra la boca y se me queda mirando fijamente. Un trueno cruza por encima de nosotros, iluminándolo todo por unos breves instantes.

—Eso depende, ¿piensas seguir rindiéndole culto a la diosa?

Tenso la mandíbula, trago saliva.

—Denahi...

—¿Sí o no? —insiste.

—Sí.

—Entonces, no formas parte de mi felicidad —sentencia.

El corazón se me sube a la garganta, ¿qué mierda de despedida es esta? Hoy por la mañana me levanté tranquilo creyendo que sería otro día más, no que mi alma gemela me fuera a dejar tirado en el medio del bosque.

—Piensa lo que dices, hazme el favor —gruño—. Hablas como si fuera un adiós.

—Porque puede que lo sea —afirma—. No para siempre, pero tenemos ideales distintos. Quizás sea hora de separar nuestros caminos.

—¿Por qué? —gruño—. Nunca lo hemos hecho, ¿por qué ahora?

—Ven conmigo —me pide, veo el movimiento de su nuez al tragar.

Se me cae el alma a los pies.

—¿Y entonces qué? ¿Seremos tú, yo y un serafín contra el mundo?

—Mejor eso que seguir viviendo en una pesadilla. Ya bastante he hecho por esa diosa, y no he recibido nada a cambio. Se acabó.

—¿Y qué hay de los demás? ¿También vas a abandonarlos?

Veo todas las imágenes que pasan por su cabeza.

—Si es necesario. Emprenderé mi propio camino con ella.

—Ni siquiera sabes si se lo pensará mejor y volverá a intentar matarte cuando te vea.

—Si ese es el precio de la libertad, estoy dispuesto a pagarlo.

Camina hacia mí, sus botines resuenan en el agua. Se pone cerca y me extiende la mano.

—¿Vienes?

Un trueno vuelve a sonar en medio de la lluvia. Mi palma se resbala del bastón y lo agarro con fuerza. Lo miro a los ojos.

—Te deseo todo lo mejor, Denahi —suelto, finalmente.

Alza las cejas en un gesto casi imperceptible. Sus ojos se vuelven tan vidriosos como los míos, pero las gotas de lluvia camuflan nuestras lágrimas.

—La próxima vez que nos veamos, será en el campo de batalla —afirma y se da media vuelta para abrir un portal y desaparecer de mi vista.

Resbalo del bastón y caigo de rodillas al agua, me mancho completamente de tierra mojada. Doy un quejido de dolor, pero de otro tipo de agonía más fuerte. Choco los puños contra el barro y me salpico con él, aprieto tan fuerte la mandíbula que podría quebrarme una jodida muela. Estrujo la tierra entre mis manos mientras suelto rugidos de rabia y de dolor.

Si él se va de mi vida, entonces ya no me queda nada. No tengo motivos para regresar a casa, junto a los demás. Nadie jamás me ha entendido como lo hace él, y nadie más lo hará, porque Denahi es único y mi pilar más poderoso.

Estoy perdido, solo bajo la lluvia.

Todas las demás réplicas agonizan de dolor dentro de la casa, a tal punto que nadie se ha enterado de esto. Hago fuerza para impulsarme de nuevo sobre el bastón y camino cojeando hasta un tronco cercano, que al menos me sirva para resguardarme un poco de la lluvia.

Me dejo caer en el suelo de nuevo con un quejido de dolor, tengo el pelo pegado al rostro pero ya ni lo noto. Apoyo la cabeza en el tronco a mis espaldas y dejo el bastón a mi lado.

Supongo que solo me queda esperar a que una bestia hambrienta y de alma caritativa, venga a matarme.

Por el ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora