Elisa
Elara y yo nos encontramos en el Mundo de los Locos, acabamos de aterrizar y ella vuelve a estar vestida como una princesita. Se gira para verme y abre la boca exageradamente como un dibujo animado.
—¿Qué? ¿Tan mal me veo? —pregunto, a sabiendas de que este lugar te cambia hasta la identidad, y ojalá fuera exageración.
Elara cierra la boca. Vuelve a abrirla para intentar hablar pero no le salen las palabras. Traga y vuelve a intentarlo, pero no funciona. Gruño de la impaciencia y empiezo a caminar para intentar buscar un río o lo que se que me permita ver mi reflejo.
—Pareces una guerrera diseñada por los dioses... —musita.
Me giro bruscamente hacia ella y pega un salto del susto, ahogando un gritito. Escucho el ondeo de una capa en mi espalda, y también oigo el tintineo de algo de mi cadera. Inclino la cabeza hacia abajo para ver un reloj de bolsillo colgando de un cinturón. Aprovecho para cogerlo, tirando de una cadena. Le doy la vuelta y lo utilizo de espejo.
Alzo las cejas al ver que mi pelo negro ya no es corto, sino que tengo media melena atada en un semirrecogido, con varios mechones cayendo por mi frente que se han soltado de la goma. Mis ojos parecen normales, a excepción de una línea horizontal sobre la pupila afilada, roja y vertical, que la cruza por la derecha.
—¡Se mueve! —exclama Elara, y se tapa la boca con las manos. Se pone de puntillas para verme mejor los ojos—. Es como un reloj, ¡cómo mola!
—Ya, bueno. —Guardo el reloj en su sitio de mi cinturón. Me acomodo por la zona de los hombros, me molesta este disfraz—. Vamos a por la siguiente prueba.
Elara no las tiene todas consigo, pero asiente y me conduce en silencio hasta el interior de un árbol. Pasamos un pasillo lleno de cristales y llegamos al interior que tanto he visto en los recuerdos de Elara y Denahi.
Una figura huesuda con un sombrero de copa cobra forma en mi hombro. Elara salta del susto mientras yo solo muevo mis párpados hacia él.
—Elara, ya has cumplido con tu papel de la Sota sin darte cuenta —suelta el Guardián de los Susurros, mientras expulsa vaho por la boca—. Anunciando el mensaje al resto de personajes que tendrán que venir aquí a formar parte de tu teatro, ya has interpretado al mensajero que conforma la sota.
—¡Genial! —exclama dando un brinco.
El Guardián flota a mi alrededor y tira de una correa ajustada que no me había dado cuenta que tenía. Sacude algo a mi espalda y giro mi cuello hacia él.
—Llevas una vaina considerablemente grande para el tamaño de un mandoble.
Alzo una ceja.
—¿Algo así como el Mandoble del Olvido? —pregunto con ironía.
—Sabía que ibas a pillarlo —suelta. Su sombrero gira en el aire—. Tu historia aún está incompleta, igual que la suya —dice señalando a Elara—. Lleváis poco tiempo en el mundo todavía.
—¿Eso quiere decir que la Sota aún no está desarrollada del todo? —pregunta Elara.
—Exacto. Su evolución la determinarás tú, únicamente.
Se mueve como una serpiente y hace tintinear mi reloj.
—Vaya, vaya, el tiempo está a tu favor... —canturrea con una sonrisa de oreja a oreja, mostrándome su hilera de grandes dientes.
—¿Eso qué significa? —pregunto con impaciencia.
—Ni yo puedo saberlo todavía. Es parte de tu desarrollo futuro, ¿recuerdas? —Ruedo los ojos y me cruzo de brazos—. Aunque sí puedo decirte que tu personaje es el Diez.
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Por el Control
FantasíaElara y Elisa son dos réplicas de Leandrior Elésscoltar, la verdadera reina del continente de Galvyr cuyo trono ha sido usurpado por la Bruja Negra. Ambas son mujeres de distinto físico y distinta personalidad, pero que proceden de una misma persona...