Capítulo 48

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Aurora

Hoy es una de esas noches en las que mi casa de las Profundidades se encuentra repleta de presas frescas para mí y mis chicos. Las hadas oscuras que viven en Erinea son una mezcla entre hadas y demonios, así como los principales aperitivos de los demonios más depravados. Los seres oscuros que forman parte de mi harén tienen terminantemente prohibido alimentarse de ellas, pues Melinna es más una hada oscura que un demonio.

Claro que, en la Isla de Natureza no todas las hadas oscuras temen las atrocidades de los demonios. Al menos no de los míos. Es más, cada cierto tiempo vienen a darnos una visita nocturna para saciar su lujuria, como esta noche. Algunas sirenas y tritones que ya conocen nuestra reputación cambian sus colas por piernas y también se unen a la fiesta.

Las trillizas Kyra, Selenne y Asterin corretean de un lado a otro envueltas en murciélagos, cada una con una presa distinta aunque al final acaben compartiéndolas entre ellas. Están acostumbradas a probar de todo juntas desde que trabajaron hace siglos para los Elésscoltar.

Las tres formaban parte de los rituales que la familia llevaba a cabo. Los antepasados de Leandrior, Elara y Elisa siempre han tenido otro objetivo además de crear a un ser perfecto, y ese era dar caza a la gente malvada que habita en el mundo para crear un lugar mejor. Leónidas practicaba magia de sangre con Siren, bruja de sangre por naturaleza de su aquelarre. Sacrificaban los cuerpos de sus malvadas víctimas para nosotros y Kenai, los Orígenes del Mal, como ofrenda para ganarse nuestra disculpa ante su traición hace mucho tiempo.

Sí, Kenai traicionó a Leandrior, pero los Elésscoltar nos habían traicionado antes a nosotros.

Por aquel entonces, el hambre, la guerra y la muerte acechaban las tierras. El Imperio del Norte había comenzado a planear acabar con el Imperio del Sur, regido por los Elésscoltar. Es por ello que firmaron un pacto con el diablo; no para que este les concediera riquezas o poder, sino para que cuando llegara su caída, que pronto sería, el otro imperio cayera tras él como fichas de dominó. A cambio, esta arcaica familia debería rendirles culto a las fuerzas oscuras.

Como cumplimiento del trato, la Muerte, encarnada por Kenai, se encargó de llenar el mundo con nueve plagas mortíferas que desmoronaron al continente entero. Tal fue la destrucción masiva que los Elésscoltar se vieron obligados a renunciar a sus creencias para modificar su reputación.

Al fin y al cabo, nadie quería una familia practicante de las artes oscuras como gobernantes.

A cambio, nosotros maldecimos a los Elésscoltar para vengarnos de su deslealtad, creando así la maldición que los perseguirá hasta el fin de los tiempos. Y antes de que os lo preguntéis, no, no podemos eliminarla aunque queramos. Nuestro papel es joderlo todo, no arreglarlo. Os convendría tenerlo en cuenta.

Claro que, para nuestra sorpresa nos devolvieron el golpe. Nos hicieron estar pendientes de ellos por los sacrificios que nos ofrecían, pero en realidad todo estaba calculado. No era tan solo una disculpa, o una forma de rejuvenecer y ser bellos hasta su muerte. Predijeron que uno de sus sucesores se reencarnaría en nuestra llama oscura, y engañaron a Kenai para aceptar el pacto de los sacrificios. De esa forma, estaría alerta de recibir sus "adoraciones", cuando en realidad solo estaban esperando a que se diera de bruces con la mitad de su alma.

Los conocíamos a todos, a cada uno de ellos, siempre lo hicimos. Pero no descubrimos hasta mucho más tarde que estaban esperando a que nos condenásemos solos por lo que les habíamos hecho.

Leandrior podría haber vivido toda su vida sin que nos conociera, podría reencarnarse en otra persona y que con un poco de suerte nos encontráramos pronto, pero Kenai la encontró en esta vida y en este cuerpo, con todo lo que su maldición implica. De esta forma, su maldición la destruye, pero también nos destruye a todos. Su perdición es la nuestra, como una serpiente que se muerde la cola.

Por el ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora