Melinna
Los días van pasando, y la luna cuelga baja en el cielo, bañando la mansión de los Elésscoltar en una luz plateada mientras llamo a la puerta del hogar de la familia que he maldito, como una pobre vagabunda en busca de limosna.
Las puertas de roble se abren poco después. Una corriente gélida infinitamente más fría que el viento helado de afuera me da de lleno y me baja la capucha. Este sitio da más mal rollo que el propio hogar de la muerte.
Entro decidida dando grandes pasos por el pasillo hasta encontrarme a lo lejos la figura de la que un día fue mi novia, como si ya supiera que iba a venir. Está sentada en el trono de sus antepasados con una pierna cruzada sobre la otra, vestida de rojo con detalles dorados y negros. Su pelo negro y ondulado descansa pasando por sus hombros, brillando ciertamente azulado con la luz de las velas. Sujeta una copa de sangre como quien agarra una copa de vino, con sus uñas largas y afiladas del mismo color que podrían arrancarme el corazón de cuajo.
No debería decir esto, pero la maldición le sienta muy bien.
Mi llama oscura levanta la vista hacia mí, sus ojos negros se me hacen demasiado familiares.
-Tú dirás -dice simplemente con su voz que, aunque serena, no puede ocultar una nota de curiosidad.
Doy un paso adelante.
-He venido a pedirte perdón. -Pone los ojos en blanco-. Y a entender los planes que te han llevado a alejarte de todo lo que alguna vez amamos juntas.
-Déjate de discursos moralistas, Mel. -Mi corazón late más rápido al oír mi diminutivo de sus labios.
-No lo sabes todo -gruño entre dientes.
-Perfecto, más secretos. Con vosotros nunca se sabe, ¿eh? -dice con sorna bebiendo un trago de sangre.
-Estamos obligados a no decírtelo -suelto.
~Melinna, joder, estate callada -gruñe Kenai lleno de rabia a través del vínculo. -No estamos capacitados para contarlo todavía.
Lo ignoro y encierro el vínculo en un rincón profundo de mi mente. Leandrior asiente con lentitud.
-¿Y quién os ha obligado?
-No puedo decírtelo, pero tan solo quería que lo supieras y que lo tuvieras en cuenta, al menos. Puede que te ocultásemos información, pero de asuntos importantes nunca te hemos mentido desde que descubriste quienes somos.
-¿Y qué quieres que haga con esa información?
-Te lo he dicho. Quiero que la tengas en cuenta antes de llevar a cabo cualquier atrocidad contra nosotros.
-Mis planes no son asunto tuyo -escupe con gracia y crueldad por iguales.
Pero yo doy un paso más.
-No puedo creer que la mujer que conocí se haya perdido en la sed de venganza y rencor. Dime, ¿hay algo de la Leandrior que amé que aún permanezca?
-Es complicado saberlo cuando me habéis obligado a no encontrar el control de mi maldición jamás.
-No es imposible, solo más costoso.
-Cinco puntos por optimismo.
-Pero nos tienes a nosotros. Sabes que podremos ayudarte con ello.
-Llámame terca, pero prefiero morirme así de asesina psicótica antes que volver a pediros ayuda.
~¿Qué esperabas?
Asiento, y antes de que ella lo aprecie, me limpio una lágrima brillando por mi mejilla. Y a riesgo de que me hunda más profundo, digo:
-Entonces, al menos permíteme acompañarte esta noche, no como amantes, sino como dos almas que una vez se conocieron bien.
Me pongo en alerta cuando se levanta de su trono, y con sus tacones resonando por toda la sala, comienza a caminar hacia mí moviéndose con la gracia de un felino. Entonces, una vez está a un metro de distancia de mí por primera vez en demasiado tiempo, me extiende la mano con la palma hacia arriba.
-¿Qué te parece un baile?
Las dos nos miramos, dos mitades de un alma entrelazadas en un baile de secretos y traiciones. La mansión Elésscoltar parece contener su aliento, esperando el desenlace de esta danza mortal.
Dejo caer mi capa. Mi pelo morado se agita con las corrientes de viento fantasmales.
Y junto mi palma con la suya.
Leandrior me agarra de la cintura hacia ella, pegando su cuerpo al mío, y juntas, comenzamos a movernos al ritmo de la canción que emanan las paredes de la casa encantada.
Nuestros movimientos son una sincronía perfecta, cada paso y giro es un reflejo del otro. Me desvanezco, me dejo llevar con una elegancia que desafía la gravedad, mis alas extendiéndose como si pudieran abrazar las estrellas mismas. Leandrior, por su parte, baila con precisión; cada movimiento suyo es medido y lleno de intención.
Quizás beba mi sangre esta noche, no lo sé.
Averigüémoslo.
La tensión entre nosotras es palpable, amenazando con incendiar el mundo entero, mostrando cómo dos fuerzas poderosas pueden moverse juntas en armonía o en conflicto.
-Hay fuerzas en movimiento, fuerzas que amenazan a todos nosotros -ronronea-. El mundo está al borde de la destrucción, y yo he elegido mi bando.
-¿Y cuál es ese bando?
Leandrior se inclina hacia adelante mientras giramos, su mirada penetrante atraviesa la mía. Definitivamente es una Elésscoltar.
-No lo sabrás, por ahora. Pero puedo decirte esto: mi objetivo es la supervivencia, la perpetuación de mi especie. Si eso significa que debo gobernar desde las sombras, entonces así será.
-¿Te refieres a perpetuar tu linaje?
Me da un giro que me hace voltear varias veces antes de caer en sus brazos, ignorando mi pregunta.
-No puedo quedarme aquí y ver cómo te pierdes en la oscuridad -digo casi boca abajo, pero sin quitar mi mirada del abismo de sus ojos-. Si alguna vez fuiste mi amor, Leandrior, entonces lucharé por ti.
Se separa de mí, enfrentándome.
-No hay vuelta atrás para mí -susurra-, pero si insistes en quedarte, prepárate para enfrentarte a las consecuencias.
El baile alcanza su clímax, y por un momento, parece que todo el universo se detiene para observarnos. Leandrior y yo nos elevamos juntas, girando en un vórtice de luz y sombra, y en ese instante, no somos enemigas ni aliadas, sino simplemente dos entidades celestiales compartiendo un momento de pura belleza.
La luz se torna de color rojo y el eco de nuestra danza resuena en las estrellas, un recuerdo eterno de la conexión que compartimos. Nosotras tan solo somos dos siluetas negras en la penumbra, como dos espíritus más de este lugar.
Abro mucho los ojos al notar un mordisco en mi cuello. Sus brazos y sus uñas se mueven por todo mi cuerpo, me desgarra por completo, pero no siento que sangre. Siento su daño, pero no mi dolor. Mis sombras se transforman en mariposas que intentan detenerla, pero ella simplemente las ignora.
Me persigue. Baila a mi alrededor y me hace girar como lo haría una araña tejiendo sus hilos alrededor de su cena. Sus presas muertas bajan del techo como los propios insectos listos para devorarme.
Y cuando vuelvo a abrir los ojos, estoy boca abajo. Pero no en un capullo de telaraña, sino en sus brazos. Mis pies tocan el suelo, pero no puedo decir que me sienta segura. Levanto la cabeza para mirarla, mi pecho sube y baja rápidamente, respiro por la boca y ella escucha los latidos de mi corazón.
-Vete de mi casa, Melinna -ronronea-. Y no vuelvas nunca.
ESTÁS LEYENDO
Por el Control
FantasiElara y Elisa son dos réplicas de Leandrior Elésscoltar, la verdadera reina del continente de Galvyr cuyo trono ha sido usurpado por la Bruja Negra. Ambas son mujeres de distinto físico y distinta personalidad, pero que proceden de una misma persona...