Rivalidad bajo supervisión

55 4 0
                                    

El entrenamiento terminó en silencio, con una tensión palpable en el aire. Las demás chicas recogían sus cosas, tratando de evitar la mirada de Lynn, que aún estaba furiosa. Mientras, Amelia intentaba no pensar en lo que acababa de suceder. No podía creer que su broma hubiera escalado tanto, y aunque no lo admitiera, había sido una estupidez.

Pero justo cuando creía que la cosa había terminado, el entrenador, con los brazos cruzados y una expresión grave, se acercó a Amelia.

—Anderson, quiero que vayas a la dirección —dijo en tono firme—. Esto no puede quedar así.

Amelia lo miró con los ojos entrecerrados, todavía con algo de ese sarcasmo que la caracterizaba. —¿En serio? Solo era una broma, entrenador. No es para tanto.

El entrenador, sin inmutarse, frunció el ceño aún más. —Has causado una situación que pudo haberse salido de control. No voy a permitir que algo así se repita. Ahora ve a la dirección. Nos vemos allí en cinco minutos.

Sin otra opción, Amelia asintió y empezó a caminar hacia la oficina. No era la primera vez que terminaba en la dirección por algo relacionado con Lynn, pero esta vez se sentía diferente. Esta vez, sabía que había cruzado una línea.

Mientras caminaba hacia la dirección, no podía evitar pensar en cómo todo había cambiado entre ellas desde que eran niñas. Solían ser amigas, aunque no lo admitiera ahora, pero algo se rompió entre ellas en algún punto, y desde entonces, todo había sido una competencia. Su relación estaba llena de bromas, pullas y rivalidad, pero nunca había sentido que estuviera tan cerca de perderla por completo.

---

En la oficina, el director las esperaba, con una expresión de desaprobación que ya conocían demasiado bien. Lynn había llegado poco después de Amelia, sin cruzar miradas con ella. El ambiente era denso, pero también había una sensación de inevitabilidad.

—No puedo creer que estemos aquí otra vez —dijo el director, apoyándose en su escritorio mientras las miraba a ambas—. Lynn, Amelia, esto tiene que parar. No es la primera vez que su rivalidad causa problemas, pero esta vez es demasiado.

Lynn se cruzó de brazos, todavía enfadada, pero guardó silencio. Amelia, sin embargo, sentía la necesidad de defenderse.

—No fue para tanto, solo fue una broma —dijo, encogiéndose de hombros.

—Bromas o no, esto está afectando al equipo y al ambiente en la escuela. No puedo permitir que siga así —respondió el director con firmeza—. Como consecuencia de lo que pasó hoy, ambas están suspendidas de todos los entrenamientos por un mes.

Lynn, que había estado callada hasta ese momento, finalmente habló. —¿Qué? ¿Por un mes?

—Así es —confirmó el director—. Y además, para asegurarnos de que aprendan a trabajar juntas y resolver sus diferencias, también tendrán que hacer un proyecto en conjunto para la clase de Historia. Trabajarán como equipo fuera del campo. Espero que esto les enseñe a dejar de lado sus diferencias y aprender a cooperar.

Amelia soltó un suspiro, no tanto porque le molestara el proyecto, sino porque tendría que pasar aún más tiempo con Lynn. Y después de lo que acababa de pasar, eso era lo último que quería.

—¿Algo más que quieras añadir, Amelia? —preguntó el director, viendo su reacción.

Ella negó con la cabeza, sabiendo que cualquier cosa que dijera solo empeoraría la situación. Lynn, por su parte, permanecía en silencio, pero la tensión en su cuerpo era evidente. No le gustaba la idea del proyecto, y mucho menos tener que lidiar con Amelia fuera del campo.

---

Las dos salieron de la oficina juntas, pero no dijeron nada en el camino hacia la salida de la escuela. El ambiente entre ellas era tenso, lleno de resentimiento y frustración, pero también con un toque de cansancio. Estaban agotadas de siempre estar en esta situación, de siempre terminar peleando.

Cuando llegaron a la puerta principal, Lynn finalmente rompió el silencio.

—No puedo creer que nos hayan suspendido por tu estúpida broma.

Amelia se encogió de hombros, tratando de mantener su actitud despreocupada, pero era evidente que no estaba contenta.

—Relájate, princesa. Un mes no es tanto tiempo. Nos arreglaremos.

Lynn se giró hacia ella, sus ojos llenos de furia. —¡Deja de llamarme princesa! —espetó, apretando los puños otra vez—. No soy una maldita princesa, Amelia. Y todo esto es por tu culpa. Si no hubieras hecho esa broma estúpida, no estaríamos en esta situación.

Amelia la miró fijamente, sintiéndose un poco culpable, pero sin querer mostrarlo. No podía permitir que Lynn tuviera la última palabra.

—Mira, lo siento, ¿de acuerdo? —dijo finalmente, aunque con un tono más sarcástico que sincero—. Pero ya está hecho. No tiene sentido seguir enfadada por algo que ya no podemos cambiar.

Lynn bufó, claramente molesta, pero decidió no responder. Sabía que no lograría nada con discutir más. Tendrían que hacer el proyecto juntas, así que pelear solo empeoraría las cosas.

—Nos vemos mañana, Amelia. Tenemos que empezar con ese maldito proyecto —dijo Lynn finalmente, girándose y alejándose rápidamente, sin darle a Amelia la oportunidad de decir más.

Amelia se quedó allí, observando cómo Lynn se alejaba. Sabía que tenía razón; tenían que dejar de lado sus diferencias, al menos por el proyecto. Pero aún no podía evitar pensar en lo mucho que habían cambiado desde que eran niñas. Y por alguna razón, esa idea le inquietaba más de lo que le gustaba admitir.

---

Esa noche, Amelia se tumbó en su cama, mirando al techo, pensando en lo que había sucedido. No había sido su mejor día, y aunque intentaba mantener una actitud relajada, sabía que la situación con Lynn era más complicada de lo que quería aceptar.

Al otro lado de la ciudad, Lynn también estaba en su habitación, frustrada por todo lo que había pasado. No solo estaba enfadada por la suspensión, sino también por la forma en que Amelia siempre lograba sacarla de quicio. Y ahora, tendría que pasar aún más tiempo con ella, trabajando en ese estúpido proyecto.

—Esto va a ser un desastre —murmuró para sí misma, mientras apagaba la luz y cerraba los ojos, tratando de no pensar más en Amelia.

Princesa, estoy contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora