El sonido estruendoso de la campana resonó en los pasillos de la secundaria Royal Woods, como una señal para que los estudiantes se arrastraran a sus respectivas aulas. Era lunes y Lynn estaba, para variar, medio dormida mientras caminaba hacia su clase de Historia. El resto de su grupo de amigos ya estaba allí: Margo, Kelly, Ivy y Marco, todos con las energías recargadas, listos para enfrentarse a otro día de estudios… bueno, más o menos.
Cuando Lynn entró al salón, vio a Amelia y la "princesa" de su vida, ya sentada y concentrada en sus notas. Amelia, la chica tranquila y organizada, estaba totalmente ajena al caos de sus amigos, repasando sus apuntes de manera casi ceremonial. Lynn, como era su costumbre, no perdió la oportunidad de interrumpirla y hacerle un poco de burla.
—Pero mírate, princesa, tan dedicada a los estudios como siempre. ¿Por qué no te relajas un poco y dejas de ser tan perfecta? —le susurró con una sonrisa burlona mientras se inclinaba hacia ella.
Amelia levantó la vista, sin mucho interés, pero su sonrisa delataba que le gustaba esa atención.
—Alguien tiene que pasar las clases, y parece que tú no te ofreces voluntaria —replicó Amelia con un toque de sarcasmo, mientras le lanzaba una mirada que Lynn interpretó como una mezcla de desafío y diversión.
—Eso porque yo ya sé todo lo que necesito para sobrevivir: deportes, sarcasmo y una novia que saque buenas notas —respondió Lynn, guiñándole un ojo.
Amelia intentó mantenerse seria, pero soltó una pequeña risa antes de volver a concentrarse en sus notas. La clase de Historia comenzó y, como era habitual, Lynn se distrajo en cuanto el profesor empezó a hablar sobre los grandes imperios antiguos. En lugar de prestar atención, decidió enviarle un papelito a Amelia, en el que escribió en letras exageradamente grandes: "¿Me ayudas con el examen o no? La princesa no puede dejarme sola".
Amelia lo leyó y, sin siquiera voltear hacia ella, le respondió con un rotundo “NO” escrito con tinta roja y un dibujito de una corona encima. Lynn rodó los ojos, divertida, mientras sus amigos al fondo intentaban contener la risa.
Cuando la clase terminó, el grupo salió en tropel, y Lynn, con su actitud despreocupada de siempre, decidió que Amelia necesitaba un poco de tiempo lejos de sus libros.
—Ven, princesa, te invito a un café en la cafetería, y no acepto un no como respuesta —dijo, arrastrándola con una mano mientras Amelia intentaba no perder sus apuntes en el camino.
—¿Sabes que tengo que estudiar, verdad? —replicó Amelia, tratando de sonar seria.
—Claro que sí, pero nada que no puedas hacer mientras nos acompañas a todos a hacer el tonto —bromeó Lynn, guiñándole el ojo.
Cuando llegaron a la cafetería, el resto del grupo ya estaba allí, charlando y discutiendo animadamente sobre sus planes de entrenamiento y los chismes de la semana. Kelly fue la primera en notar a la pareja entrando, y sonrió con un aire cómplice.
—¡Ah, ya llegaron las reinas del drama! —exclamó, haciendo reír a todos.
Amelia, por supuesto, se sonrojó un poco, mientras Lynn se sentaba a su lado con una sonrisa de satisfacción. Era obvio que, aunque estuviera molesta de vez en cuando, Amelia disfrutaba de la compañía de sus amigos. Margo, siempre la competitiva, no tardó en cambiar el tema de la conversación hacia el entrenamiento de fútbol de esa tarde, una oportunidad perfecta para mostrar su destreza en el campo.
—¿Lynn, estás lista para perder contra mí otra vez? —la retó Margo, alzando una ceja.
—Tú sueña, Margo. Hoy les mostraré cómo se anota un gol de verdad —respondió Lynn con un tono seguro.
El grupo de amigos intercambió miradas y risas, pues sabían que esa rivalidad amistosa siempre terminaba en una divertida competencia. Amelia, aunque no era de las que se metía en temas deportivos, no pudo evitar sumarse a la conversación con su toque de sarcasmo.
—Deberías concentrarte en el juego, Lynnie. Ya sabes, en vez de presumir sin haber ganado aún —dijo, provocando una risa colectiva.
—Ah, no te preocupes, princesa. Tendrás el honor de ver a tu novia destrozar a todos en el campo —respondió Lynn, sin perder su característico tono confiado.
El día avanzó con normalidad, entre clases y bromas entre amigos. Durante la clase de Matemáticas, que Lynn compartía con Amelia, el profesor los sorprendió con una tarea extra que nadie estaba preparado para hacer. Lynn, en su clásica actitud relajada, miró a Amelia con una sonrisa cómplice.
—¿Cuánto te debo para que me dejes copiar? —le susurró.
Amelia, sin perder su compostura, solo le respondió con un rotundo “nada de nada” y una mirada de advertencia que Lynn interpretó como “intenta, y te arruino la vida”. Claro, eso solo hizo que Lynn se divirtiera aún más, sabiendo que su "princesa" siempre jugaba el papel de la responsable, aunque en el fondo disfrutaba de ese ir y venir entre ambas.
Finalmente, llegó la hora del almuerzo, y el grupo se reunió en su lugar de siempre en el jardín. El día estaba soleado y perfecto para relajarse un rato antes del entrenamiento. Amelia estaba sentada bajo un árbol, y Lynn se acomodó a su lado, dejando caer la cabeza en sus piernas mientras sonreía con descaro.
—Así que, ¿qué opinas, princesa? ¿Te gusto más cuando soy deportista o cuando me hago la graciosa? —le preguntó Lynn, fingiendo que esperaba una respuesta seria.
—Mmm, ninguna de las dos. Prefiero cuando te comportas y no haces tonterías —respondió Amelia, poniéndole una mano en la cabeza y revolviéndole el cabello en tono juguetón.
Lynn soltó una risa, mientras el resto del grupo los miraba con una mezcla de diversión y sorpresa. La química entre ambas era innegable, y sus amigos no tardaron en lanzarle comentarios a Lynn.
—Oye, Loud, ¿no quieres un poco de distancia? No vaya a ser que te pongas demasiado cursi —bromeó Marco, recibiendo las risas de todos.
—Nah, no te preocupes. Este es mi lugar VIP —respondió Lynn, acomodándose aún más sobre las piernas de Amelia, quien solo rodó los ojos con paciencia, aunque en el fondo disfrutaba de la atención.
El resto del almuerzo transcurrió entre bromas y anécdotas de la semana, hasta que finalmente sonó el timbre y todos volvieron a sus clases. Las horas restantes pasaron rápidamente, y cuando el día escolar terminó, el grupo se encontró en el campo de fútbol para el entrenamiento de Lynn y Margo. Amelia y los demás se sentaron en las gradas para animarlas, y Lynn, como siempre, comenzó a presumir.
—¡Presten atención, que voy a darles una lección de fútbol! —gritó Lynn mientras se estiraba, sonriendo en dirección a Amelia.
—¡Si es que puedes mantenerte en pie, Lynnie! —respondió Amelia desde las gradas, sacándole una risa a toda la audiencia.
El entrenamiento estuvo lleno de momentos divertidos y competitivos. Lynn y Margo, como siempre, se retaron constantemente, y Amelia no dejaba de lanzar comentarios sarcásticos desde las gradas, disfrutando al ver a Lynn esforzarse para impresionarla. Cada vez que anotaba un gol, Lynn se volteaba hacia ella y levantaba las manos en señal de triunfo, esperando alguna reacción.
Al terminar el entrenamiento, Lynn se acercó a las gradas, sudorosa y con una sonrisa que dejaba ver su satisfacción.
—¿Qué tal estuve, princesa? —preguntó, apoyándose en la barandilla.
Amelia la miró con una sonrisa y se encogió de hombros.
—Nada mal… para alguien que se cree la reina del campo —respondió Amelia, en tono desafiante.
Lynn soltó una carcajada y extendió la mano hacia ella.
—Vamos, princesa, te debo un café después de esto. - bufo - y luego a tu entrenamiento.
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Princesa, estoy contigo
Novela JuvenilQue pasa si la número 1 de su secundaria se enamora? no pasaría nada, si tan solo no fuera *Amelia Anderson*